Picaresca, satírica, erotizada
Por Juan Andrés Piña
La Tercera Cultura, Sábado 30 de Agosto de 2008
Los tres libros publicados por Cristian Huneeus hasta 1980 habían sido, según su propia confesión, una manera de dominar los métodos consagrados de narrar, un adecuarse a las formas convencionales de contar una historia. Después de aparecido el último de ellos, en 1968 (La casa en Algarrobo), entró en una sequía escritural que sólo comenzó a disolverse a mitad de los años 70, cuando percibió un recurso distinto de enfrentar la literatura: criticarla y revisarla en sus modos más tradicionales, replantearse un determinado argumento, cuestionar verdades presuntas que podían ser sólo mitología. De allí surgió El rincón de los niños, la historia de un narrador (diplomático de carrera, hombre de confianza de los tres últimos gobiernos, mundano y buen conversador) que recibe una caja con una serie de papeles privados de Gaspar Ruiz, conocido suyo de juventud: cartas, documentos, diarios y escritos literarios del propio Ruiz y de sus amigos. La revisión de los manuscritos, que se intercalan en la novela, termina quitándole progresivamente la identidad al narrador, que se obsesiona en explicaciones, acotaciones, críticas y digresiones respecto del material en cuestión. De esta manera, Huneeus proyectaba el primer paso para tres volúmenes posteriores, que continuarían la saga de esta novela inaugural con los restantes papeles de Ruiz. La segunda era Una escalera contra la pared, que nunca terminó.
El rincón de los niños, para desencanto de Huneeus, no tuvo la recepción deseada: estaba editada por Nascimento, un sello ya a esas alturas marginado y marginal, impresa en un papel llamado "voluminoso" (color café, que rápidamente es devorado por los hongos y lo hace quebradizo), con una portada en blanco y negro y una precaria distribución. Su decepción, y hasta abatimiento, quizá fue un factor determinante para recluirlo en sus trabajos agrícolas en Cabildo (sólo publicó El verano del granadero después de esta experiencia), probablemente relacionado con la escasa recepción de su propuesta experimental -desinhibida, satírica, irreverente y altamente erotizada-, ya que tal vez nunca midió de manera adecuada el período en que editó su libro: tenía apenas 43 años, se vivía un momento en que la crítica literaria de los productos nacionales no existía y el ambiente no era el más propicio para asuntos culturales y transgresores.
En ese sentido, El rincón de los niños fue un proyecto frustrado para su época, aunque una lectura actual, sobre todo la relativa a la picaresca de Gaspar Ruiz, parece estimulante y revitalizadora.