"El verano del ganadero" de Cristián Huneeus. Editorial Sangría, 2010. 89 págs.
Huneeus está de vuelta
Por Juan Manuel Vial
La Tercera. Sábado 26 de junio de 2010
Cristián Huneeus fue un escritor talentoso, honesto y productivo, pero nunca llegó a ser conocido por el público. Sus libros, celebrados por un reducido grupo de lectores amigos, entre los que se contaban Nicanor Parra y Enrique Lihn, no alcanzaron la trascendencia ni la difusión que algunos merecían. Hace cinco años, Alberto Fuguet propició la reedición de Autobiografía por encargo (1985), una obra interesantísima en la que Huneeus, hallándose al borde de la muerte, antes de cumplir 50 años, se preguntaba si acaso sería recordado en el futuro.
Ultimamente, la editorial Sangría ha recuperado parte del legado literario de Huneeus. El año pasado publicó El rincón de los niños (1980), novela experimental, centrada en un grupo de jóvenes chilenos de clase alta a fines de los años 50, y ahora reeditó El verano del ganadero (1983), una breve novelita pornográfica que, pese a ser ínfima y escueta, posee un encanto singular que los seguidores de este tipo de literatura sabrán apreciar. Las escenas subidas de tono, las descripciones detalladas del acto, son algunas de las convenciones clásicas del género aquí honradas.
Firmada por un tal Gaspar Ruiz, personaje que ya había aparecido en El rincón de los niños, la nouvelle viene precedida de un prólogo que Huneeus, fingiendo lejanía y distancia, se vio forzado a escribir a cambio de que Ruiz quitara una dedicatoria que le parecía comprometedora: "Para Cristián Huneeus, inolvidable amigo de toda especie de aventuras". El ardid no es convincente, ya que el lector sabe de antemano que el autor es Huneeus, pero sí resulta efectivo para dotar a Ruiz de una personalidad reconocible y peculiar a la vez.
La historia es sumamente simple y está escrita con similar liviandad. No obstante, al momento de entrar en el ámbito de lo erótico, el lenguaje del narrador y protagonista se hace más espeso y esmerado, aunque no por ello se libera de los excesos: "Ha de haber sido el sueño, el hecho es que me vi penetrando, con camioneta y todo, por la grieta inmensa y luminosa, mojada por el rocío, de una mujer yacente". La refriega, los embates y el clímax se le dan bien a Huneeus, es cierto, pero así como no hay asomo de mojigatería en el relato, tampoco hay rasgos de erotismo sublime. Quizás ello se debe a que el autor no sólo centró su atención en la vida sexual del personaje, sino que también quiso hacernos ver otros ángulos de aquel probable y reconocible alter ego.
Al final de la primera página de la novela, Feña, el protagonista, nos informa que lleva años retirado de las pistas, "por indecente y por descontrolado". Alude a un episodio con tintes de escándalo ocurrido en el Casino de Viña, a consecuencia del cual fue desterrado de los círculos elegantes de Santiago. Nuestro pije vive en el Cajón del Maipo, administra el campo de su madre -tiene ganado, de ahí el título del libro-, lleva una vida rural y ocasionalmente se emborracha con un grupo de amigotes con el que comparte una pasión por la mecánica automotriz. Todo esto cambiará a la página siguiente: Angélica, una prima a la que Feña no veía desde la adolescencia, irrumpe en escena y, de ahí en adelante, como dicen, el verbo se hará carne.