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Primer Set / Poemas y Centrífuga, de Alfonso Grez: una poética final. 

Carlos Henrickson

 

La pregunta fundamental para alcanzar una visión cada vez más precisa del capitalismo moderno, lejos de superficialidades y obviedades, puede resumirse en la pregunta con que Georg Lukács fija el programa de su investigación sobre la reificación en Historia y conciencia de clase (1923): ¿hasta qué medida el intercambio de mercancías y sus consecuencias estructurales puede influenciar la totalidad de la vida interna y externa de la sociedad? En cierto sentido, ésta es una inquietud que está al principio del pensamiento social y político contemporáneo, corolario natural de la perspectiva marxiana de la determinación última de la existencia sobre la conciencia. En la medida en que un poder que aparece como externo pueda determinar desde la política y el derecho hasta las formas de construir y habitar las ciudades y los menores detalles de la convivencia social –incluyendo la intimidad doméstica-, sería absurdo que la misma literatura no termine presentando una desviación con respecto al objetivo que una vez se impuso, tal como todo el resto de ámbitos del quehacer humano: esa humanidad abstracta que la Ilustración alzó como centro del mundo.

Por ejemplo, el hablante que aborde el poema desde una precariedad absoluta en cuanto tal hablante, sin posibilidades de llegar a la fértil metamorfosis esencial que anima la poesía en su vertiente más propia -más volcada a sus principios y orígenes más íntimos-, en que ni siquiera haya una señal que valide el texto desde su propia humanidad: tal hablante ha reconocido desde ya la necesidad de limitarse a un registro cuantitativo y precario de objetos despojados de valor real y tan sólo susceptibles de atribuciones arbitrarias de sentido y situación dentro del amplio mercado espectacular en que el mundo se ha tornado. La observación de carácter técnico se hace, desde esta perspectiva, hermana de la contemplación lejana y alienada de aquel que crea, incluso a su pesar, las condiciones de precariedad y absurdo bajo las cuales padece.

Esto es absolutamente vital al intentar definir la poética de Alfonso Grez, quien este año 2010 ha publicado Primer Set / Poemas (Santiago: Ed. Ventilador), un conjunto de tres libros: Ciencia Aplicada, DEFCON 3 y Spot, al mismo tiempo que una selección de textos incluidos en el set a través de Ediciones del Temple, Centrífuga. La permanente provocación de la poesía de Grez consiste precisamente en desplazar al lector de la ilusión de una posible belleza artística en el retrato de la sociedad contemporánea. La gran maqueta habitada que es la ciudad que desarman los deditos de niño índice, el descerebrito / tan celebrado por sus padres en un poema de Ciencia Aplicada (de la tercera sección del libro, “vistas del barrio”) revela antes su sustancia de plumavit que cualquier atributo estético, y la operación por la cual es desarmada no implica ni destreza ni violencia. El sujeto que trata desde su humanidad con el material urbano cual si éste se encontrase efectivamente dentro de dimensiones humanas queda fuera de cualquier régimen de conocimiento o autoconciencia, y la administración de la vida contemporánea pierde toda racionalidad, centrándose precisamente en su aptitud para ser desarticulada, destruida, desechada. El estar, antes que cualquier otra cosa, el desecho como base de este mundo es una de las intuiciones más poderosas de la poética de Grez:

todos los basureros del mundo

en
el
centro mismo
de
la
tierra.

Distinto es tratar con este material desde una voluntad que podríamos llamar de gestión, desde la mirada alienada del cuantificador que asume la objetividad absoluta de aquello que se encuentra bajo él. Al elegir una perspectiva que se supone a sí misma en la excelsitud del conocimiento, como superación real de las paradojas que surgen de la mirada humanista a la sociedad contemporánea –mas tan sólo deteniéndose en la dimensión cuantitativa, sin intentar desviarse hacia una dialéctica que asuma la realidad en su aspecto más táctil-, al dar este paso dentro de la esfera de la escritura, Grez es capaz de llegar a registros que en cualquier otro contexto serían de una experimentalidad vacía, mas no así acá. Efectivamente, en estos libros, el horizonte de la poética puede tomar el punto de partida de una pantalla de radar o de televisión, del redactor de informes oficiales para sustentar variables estadísticas o de alarma. Es la virtud particularísima de DEFCON 3, que se hace capaz de asumir un tema tan alejado de la poesía chilena contemporánea como las nuevas realidades políticas y económicas surgidas de la globalización en su sentido más mediático y transformarlas en materia poética. La vista fría de la violencia de la guerra moderna y la acción terrorista, en que la adjetivación se ubica sólo para dar la dimensión espectacular –de espaldas a toda condena o vindicación-, debe, en este sentido, ser leída como una acción de fuerza, obligando al lector a encontrar los pliegues de sentido en su propia mirada. Esta mirada no puede ser otra que la contemplativa.

Ya que la figura del sujeto estético tras la poética de Grez es la del contemplador, en su aspecto más pasivo. Su figuración más directa se encuentra en uno de los primeros poemas de Ciencia Aplicada:

(ciencia aplicada)

así con todo.

y las raíces de una antena
bajan buscando
                        la humedad
de un cuerpo que mira televisión.

La extrema situación pasiva de este cuerpo y la realidad superior que constituye esa antena lo dejan ver como el resultado final de los procesos históricos que acompañan al capitalismo en su fase espectacular –desde la perspectiva debordiana-: aquel ser cuya inactividad no está en absoluto liberada de la actividad productiva (...) depende de ella, es sumisión inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la producción (tesis 27 de La sociètè du spectacle). Así, el destino final de estos seres bajo una vivencia urbana cuya contemplatividad y predisposición gestionable les arrebatan cualquier resto de las elecciones que les podrían convertir en sujetos civiles está caracterizado en uno de los poemas más cerrados en su frialdad de Ciencia Aplicada:

pidió que luego de su muerte
bañaran sus huesos
en aluminio y bronce
los ensamblaran
en candelabros palmatorias
una operática imponente
lámpara de techo
epicentro
del comedor.

su mujer amante pidió
ser cenizas       en el salero
ser cenizas       en el pimentero
sobre la mesa de comedor
condimento
para vivos.

les sobreviven sus hijos
muy pálidos
sentados a la mesa
desayuno almuerzo comida.

Los seres otrora humanos se transforman cada vez en partes más perfectas de una cadena productiva también perfecta, olvidada ya toda la imperfecta dimensión de la experiencia. Si bien puede existir una experiencia corporal, ésta ya es inseparable de cadenas de producción cada vez más complejas, en que se asume de forma cada vez más absoluta la necesidad de hacer del material humano el insumo (una entrada auxiliar que es necesaria para que ocurra un proceso de producción, pero que no forma parte tangible del producto o los co-productos que surgen del proceso) para la creación de una mercancía cuyo estatus de realidad es indefectiblemente mayor. Esto es definido con precisión en los poemas denominados “body art”, en que el carácter extremo de fragmentación y gestión tecnológica del personaje del artista encuentra su recepción necesaria en la entrada directo a las antologías / del gran mundo del arte y en el gran aplauso del público. El destierro de toda pretensión de naturalidad es acentuado en el instante en que el artista sometido a la amputación y al despojo de sus órganos vitales (para ser sostenido por tubos y máquinas / que viven / que palpitan y parpadean / que respiran por él) es un fabuloso espectáculo

transmitido en directo
a más de mil galerías
mozos que reparten canapés
invitados que brindan
con champaña
en diversos idiomas
se lucen corbatas y vestidos
de la más alta costura,
entonces la sangre
vuelve al cuerpo (...)

La situación quirúrgica del artista resulta un complemento grotesco del “punto cero” del ser humano, en que se describe a los recién nacidos sellados / insulados, herméticos y su acto de entrada al mundo resulta más bien lo contrario: el mundo es el que entra en ellos a través de los orificios y cortes artificiales que se les hace quirúrgicamente. La única pista sobre los sujetos que hacen estos cortes y orificios es la palabra empíricos que parece tan sólo definir a quienes enuncian y describen el proceso. Esta figura del “gestionador de seres” está ausente a lo largo de los libros, y esta ausencia parece develar el núcleo del fatalismo que anima a la poética de Grez: la única posibilidad de conocimiento y experiencia para este sujeto poético es precisamente la actitud fría del tecnólogo. El horizonte de su percepción pasa a ser, entonces, desde la misma construcción de los textos, dependiente de la inminente desaparición de la humanidad y sus medios naturales de conocimiento y experiencia.

Es así como un libro de poemas como Spot -el tercero del set- representa precisamente lo que puede ser la última perspectiva posible: el enmascaramiento más radical de la enajenación del ser humano con respecto a su propia humanidad, la presentación de su experiencia vital como una mera figura sintética de la relación entre consumidor y mercancía. Spot tiene como programa hacer una descripción bastante acotada de una serie de spots publicitarios de televisión, dando al autor el privilegio de un rol simplemente retórico; mas el resultado termina siendo precisamente el mismo del programa general del set: la afirmación de la realidad superior del mundo de las cosas comunicándose entre cosas con respecto a un posible (este sí, virtual) mundo humano. La voluntaria frialdad de la descripción hace más clara la objetivación absoluta de la experiencia, como en el caso de este aviso de prevención de accidentes (análogamente titulado “producto”, como el resto de los poemas del libro que son avisos comerciales en sentido propio):

primero un zapato que vuela (y la historia del
zapato) luego el niño que camina la calle del
entorno muy moneymoney, vida promete,
luego pies de niño que calzan, luego viene el
auto (específico de color y modelo) luego el
conductor (nombre, apellido) (su grado etílico)
luego el choque de todo lo anterior y el zapato
que vuela. 

Los recursos irónicos aumentan la distancia de este hablante, recalcando su rol de contemplador pasivo. Su situación precisa sólo es entendible desde el instante en que se asume la dimensión artificial y vacía del mundo que se presenta en estos poemarios. El salirse de forma efectiva de cualquier naturalidad posible implica fundar una nueva artificialidad, y es desde acá que la poética de Grez pierde todo carácter literario en sentido propio. A medio camino entre la retórica de la descripción periodística y el discurso tecnológico, la formación de esta nueva poética requiere un replanteamiento profundo de lo que se podría suponer como el lugar político del autor. El autor ha abandonado la arena política: su sombra en el texto es incapaz de reconocer experiencias socialmente significativas en la contemplación continua, su reflejo se desarma como una suma de partes cuantitativamente determinada. El mismo autor sucumbe ante la deshumanización radical de la experiencia contemporánea. Lo político en cuanto tal –lo referente a la situación del ser en la polis- se revela por ausencia, y por esto la violencia de su revelación se hace más dura y evidente.

Los libros publicados por Alfonso Grez constituyen uno de los aportes más significativos dentro de lo que ha aparecido en este par de años de falacias conmemorativas. Ante la ficción de una comunidad nacional tomada como bandera por los administradores del espectáculo, Grez es capaz de presentar el despojo radical de toda sociedad capitalista contemporánea, en que detrás de la comunidad reconciliada a través de las antenas y sus transmisiones, descansa la sorda explotación absoluta de un ser cuyas determinaciones humanas quedaron ancladas en una historia antigua imposible de fondear. Al mismo tiempo, detrás del complemento romántico de la oposición política de la izquierda clásica (o que desea serlo) que desea elevar viejas retóricas como signo de resistencia, la frialdad aplastante del mundo poético de Grez muestra la trágica insuficiencia de la relación que hasta nuestros días una concepción mecanicista y contenidista ha querido fijar entre acción artística y acción política. El papel de un autor como Grez es, quizá, uno de los más tristes y necesarios: mostrar límites.

Es necesario destacar, además, la extraordinaria factura del Primer Set, tanto en lo que se refiere a los libros en sí como a su presentación como conjunto. El diseño, realizado por Héctor Barroso en conjunto con el autor, da a estos libros el privilegio de ser una de las ediciones de poesía más cuidadas y atractivas que en muchos años han aparecido en nuestro país. Al mismo tiempo, Ediciones del Temple enriquece con Centrífuga su extenso catálogo, en un momento de nuevos aires a un proyecto editorial que sin duda ya tiene su nombre inscrito con seguridad en la historia literaria de nuestro país.

 
 

 

 

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