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Estrella náufraga, de Juan Manuel Mancilla: una puerta entreabierta

Por Carlos Henrickson


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La fuerza con que el νόστος (regreso) de Odiseo se plantó en la cultura literaria moderna no tiene nada de casual: el pensador, en medio de una época de revoluciones y violentos cambios en la percepción del mundo y la historia, se enfrentaba a la soledad de sus cavilaciones bajo el fondo de la tormenta que envolvía a todo el mundo que lo circundaba, y encontraba en el viaje del héroe (que ya en el poema homérico es un viaje interior) un camino para reconstruir al menos en la imagen el hogar, aquello familiar distante, en el tiempo y en el espacio.

Indudablemente, Estrella náufraga (Valparaíso: Bogavantes, 2022) de Juan Manuel Mancilla, desea inscribirse en esta tradición y los títulos de sus secciones (Marea, Naufragio, Bitácora, Mapas y Regreso) parecen hacer obvia la filiación. La primera de estas secciones parece incluso remontarse en su imaginario a la contemplación profunda (la δερξις) de Odiseo al mar del que no se puede sacar cosecha.

Esta mirada nostálgica está poblada ya no solo de tristeza y soledad, sino de la ansiedad por la cercanía de la muerte y la incerteza radical que entrega una realidad que ha acabado curvándose bajo el peso de aquella cercanía:

Acantilado

los piratas
a esta orilla
no se acercan
creyendo ver
el ojo furioso
de un cíclope
evitan visitar
la gruta de nadie

(p. 10)

No se trata acá del desplazamiento físico del héroe; lo que vemos al abrirse el libro es más bien una mirada que busca corporeizarse a través de sucesivas metamorfosis. La travesía es entonces la deriva de la mirada que, más que un frenesí de tormentas, enfrenta su imaginario oceánico en un arrastre pausado por el ritmo de la marea. Es interesante ver cómo Mancilla refleja este ritmo en una poética de gran concisión, que utiliza la temporalidad del verso corto para demorar la conformación de las imágenes, lo que pone el foco en el proceso de esta conformación más que en la figura final, a la manera de los haikús, haciendo pesar, concentrando, cada elemento significativo.

La metamorfosis abre el campo a la visión alucinatoria, que se abre a imágenes de muerte y violencia. Estas imágenes pueden bien tomarse como un signo de época, pero dentro de un ámbito en que la mirada que se quiere consciente se enfrenta a una naturaleza (un afuera absolutamente otro), resulta un signo pleno de sentido para mostrar la trizadura entre conciencia y mundo. La alienación del sujeto respecto a su entorno -que surge del riesgo radical de la mirada en su deriva- produce un imaginario poético tensado que acentúa la intensidad de la metamorfosis.

Este juego poético se hace más complejo si se considera las elecciones formales: Mancilla inscribe esta tensión en construcciones que desean acercarse a la concisión de la canción, en que los efectos de aliteración y rima tienen un papel central.

Cangrejo

Corto como loco
Como loco talo
Mi lengua no traba
Carcome sin tregua
Estraga todo trago

(p. 30)

Lo dicho se asume sin problemas para las primeras tres secciones del texto, pero el autor parece proponer una catábasis, el descenso hacia un plano interior en que se adelanta el cumplimiento del riesgo de la deriva transformativa. Este descenso va presentando progresivamente la figura del hablante ya no desde la segura separación de la mirada con respecto al mundo, sino desde la experiencia sólida e histórica de un hablante situado. La quinta sección -Regreso- parece cumplir esto al presentar, en el poema Visiones del infante una construcción en montaje que recorre diversos momentos que constituyen huellas en la historia personal:

3

Un expresidente estrecha mis manos partidas
El Challenger estalla. Se estrella en la pantalla del noticiario central
El miedo del Santo Padre en el Parque O’Higgins
Un campo de frambuesas a las afueras de San Bernardo
El mercado de Testaccio en vivo. Un charango me hace llorar
(…)

(p. 48)

El brusco cambio en los procedimientos de escritura y el metro del verso, cumple el destino de la mirada, volcándola sobre un plano temporal en que ya no hay margen para la transformación. La catábasis llega a su punto límite con el “tocar tierra” que insinúa la sucesión de imágenes al fin del poema: Una guitarra colgada / Una bandera a media asta / Una estrella cayendo (p. 52), que da el pie preciso para el poema final del libro, Confín, en que la pequeñez del ámbito humano y vivencial se destaca en contraste con la inmensidad (y capacidad infinita de metamorfosis) de las imágenes del universo.

La sutileza y la manera de encarar problemas complejos en la construcción de su imaginario desde una escritura que sabe evitar tanto cualquier lirismo fácil como la tentación de una poesía filosófica de cátedra, producen un especial efecto de sortilegio en Estrella náufraga. Juan Manuel Mancilla nos entrega acá una pieza excepcional de reflexión poética, que llama a ser leída y vivida sin darse gratuitamente ni optar por el hermetismo: una puerta entreabierta.

 

 

 

 



 

 

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"Estrella náufraga", de Juan Manuel Mancilla: una puerta entreabierta.
Valparaíso: Editorial Bogavantes, 60 páginas, 2022.
Por Carlos Henrickson