La obra de Lucas Costa (Santiago, 1988) ya ha alcanzado solidez y presencia en el entorno poético nacional. Tras Encomienda (Santiago: Cuneta, 2013, Premio Roberto Bolaño) y Playa de escombros (Santiago: Alquimia, 2017), con Calcio en la mirada de la noche (Valdivia: Komorebi, 2022), confirma las notables características de su escritura: una extrema habilidad en la elaboración de imágenes complejas, cuya deriva transformativa no puede sino reflejar un conflicto suspendido e irresoluble entre conciencia y naturaleza. En su último libro, este conflicto toma una definición más íntima, al plantearse como punto de partida la experiencia de la paternidad. Al interrogar una metamorfosis biológica tan contingente a la propia vivencia, Costa parece encontrar allí el punto de cruce entre los procesos naturales y los procesos de creación estética, lo que produce que la gran mayoría de los textos del libro acaben constituyéndose en metapoéticas, al tiempo que testimonios de una observación reflexiva y creadora con respecto a la acción natural. Pongo como ejemplo dos poemas de Calcio…
DE UNA MONSTRUA INSÓLITA MANAN CHORROS de pies, cartílagos en flor y un sutil meñique hace de burbujas, polen humano
y se esparce en el barro su esqueleto de costra y su tobillo, una especie de cola mineral en el eclipse de los huesos o usleros
que en contraste impulsan a otra especie de perpleja leña verde: yo, medio remo, ceniza, piel de su recado y ella, todavía una nariz
en potencia que sigue ahí, sin gravedad como inicial de cualquier cosa incombustible, tan vasta a ratos:
una monstrua suspendida en líquido que parece ir en pie como nudo de cobre ablandado y también vivo.
(p. 10; sección CIENCIA HORIZONTAL DE LA ESPERA)
El texto se involucra con la formación embrionaria, estableciendo en imágenes en deriva un registro del proceso más que una descripción; el imaginario se deja leer desde el margen de la visualidad, al no desear precisión en este sentido, y sumergir al lector más bien en lo dinámico de la formación. Los encabalgamientos y la cadencia irregular son útiles para generar esta imagen de lo que está en proceso: lo poético mismo desea ser visto en proceso. Este carácter paradójico de vaga certeza (certeza dada la evidencia visible de un proceso) de lo que se ve en pleno movimiento, se acentúa al definir al objeto del texto —la forma del embrión en lo que parece ser una ecografía— como monstrua, forma que no puede definirse aún como integral, y que, por tanto, no puede ser considerada desde un sentido estético clásico.
La cualidad extremadamente plástica de la deriva de imágenes se acentúa con las analogías materiales: cola mineral, usleros,leña verde, cobre ablandado. La pulsión (una fuerza de arrastre más que una voluntad constructiva) de esta escritura por hacerse visible, produce un imaginario proliferante, y el poema mismo se hace reflejo formal de la monstrua, embrión, ser en proceso.
AFUERA DE NUESTRO BOSQUE ESTÁ BLOQUEANDO UN CUERPO. Un cuerpo que no es de nadie. Y un cuerpo que no es de nadie se ve como un ángulo en cuyas puntas descansa un chirigüe. Un chirigüe que amarillo cruza la luz deforme de su ralea sin saber del otro sentido la luz material que bloquea sus patas y ramas oscilan en las vetas de un corcho hecho carbón con el que se marca la cara de niños en un cumpleaños o miércoles de ceniza. (…) y el hombre ve sombras arrastradas por el aire ramas dibujadas tras la cortina, los pasos de la cuncuna semblantes de hojas restauradas cayendo al piso frotando tierra de hojas humus devuelto a las hortalizas luego una inyección de oxígeno en ramas de algarrobo y un tambor, ramas de ciprés y una garita, ramas de secuoya y una galaxia, ramas de toronjil y un páncreas, hacia el desove de la mañana como mamíferos que luego de parir se esconden avergonzados de sus crías ciegas y fofas y más tarde niegan
pero no soy de acá más bien hasta aquí me han traído.
(p. 76-7; sección DEL COLOR DE LA LECHE)
En estos fragmentos se puede apreciar el intenso encuentro de la conciencia y lo natural, en que a través de un contraste sutil se deja ver cómo el flujo visual se encuentra con la reserva imaginaria del hombre que observa. La tensión entre sujeto y mundo natural se mantiene (y de hecho se afirma hacia el final), no obstante la formación de imagen poética le da a aquella un punto de suspensión, en que más que un enfrentamiento estéril vemos la génesis misma de la posibilidad de escritura. Vemos de nuevo, asimismo, el ansia de visión de proceso, que deja a medio camino la creación de una posible forma final: las crías ciegas y fofas pueden bien asimilarse, como producto, a la composición proliferante en sí misma.
Es interesante que la deriva de procesos proliferantes en la creación de las imágenes aparece reflejada en composiciones como las de las páginas 44 y 48 (de la sección EL FUTURO DE LA PIEL), en que respectivamente la preparación de un plato de arroz y el lavado de loza son tematizados como procesos de formación de imaginario bajo una estructuración visual, y no sonora, del verso sobre la página. Implica un virtual “estado de emergencia” permanente en la conciencia del hablante, casi forzado a mantener el punto de suspensión frente a los objetos de su reflexión poética, la perspectiva adecuada para generar una composición que logre ser legítima y validada por la deriva procesual de la vivencia.
Editorial Komorebi confirma, con Calcio… una poderosa voluntad de apuesta, llevando a la luz escrituras a contrapelo de la época. Que sea desde la provincia, y desde un entorno geográfico e histórico que ha parecido forzar a la poética a replantearse incesantemente la visión y relación con la naturaleza, le suma valor a una empresa que sabe desde dónde está instalando sus decisiones de catálogo.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com La deriva monstruosa de "Calcio en la mirada de la noche", de Lucas Costa.
(Valdivia: Komorebi, 2022).
Por Carlos Henrickson