Proyecto Patrimonio - 2016 | index | Carlos Hernández Tello | Autores |

 

 






 

Al parecer no somos lo suficientemente imbéciles:
ahora nos quieren extirpar la filosofía y la historia

Por Carlos Hernández Tello


.. .. .. .. ..

A Heredia, mi camarada
en las armas y las letras.

Un destacado lector de los años setenta, Oliverio Sotomayor, pronunció una vez una frase que me parece capital. Ésta sintetiza sus tentativas de derrotar la inopia histórica y obligada del pueblo a la que lo tenía recluido una oligarquía retrógrada y criminal: “Es una guerra, lo ha sido siempre. Una larga guerra de viejas posiciones. Allá ellos y acá nosotros. Una guerra contra doscientos años de atraso e ignorancia. Ellos allá, arriba, y nosotros acá, abajo”. La guerra a la que se refiere Sotomayor es la de destruir las barreras que habían impedido el acceso al libro, y por ende, a la lectura. Lejana se vislumbra esa convicción de este insigne lector. El hecho de aprehender la ignorancia como un mal al que se debe derrotar por medio de un arsenal libresco, parece hoy olvidado. Más de cuarenta años han pasado, y en el intertanto hemos asistido a muertes, desapariciones, la inoculación de las AFP, la privatización de prácticamente todas las empresas estatales, la colonización de la educación, la demonización de los sindicatos, entre otras tantas conquistas de la gestión parasitaria de milicos asesinos y civiles cómplices que naturalmente han profitado con el modelo. ¿Y qué tenemos hoy, en consecuencia? Una población que babea con la mugre que pasan por la televisión (matinales, teleseries, noticiarios tabloides y pencas que fomentan la estulticia, más teleseries, “estelares” donde el humor insulso y las inanes existencias de “los artistas” es piedra angular, programas faranduleros que han catapultado el retraso mental de modelos artificiales y la dislexia oral de futbolistas como tópicos de la palestra, concursos de canto y baile, más teleseries…), un grupo humano que depende de su celular como si fuera un tanque de oxígeno o un órgano del cuerpo, una comunidad que canaliza sus intereses primarios en cambiar el auto, comprarse un plasma de mil pulgadas para ver el partido de la selección o tener más cupo en la tarjeta de crédito. En dos palabras, el prostituto consumismo, tan justamente denostado por Moulián. “¿Qué chucha importan los proyectos colectivos?”, dirá la masa abúlica del presente, “a la conchesumadre con esa mierda. Me basta con satisfacer mis deseos materiales a corto plazo”.

No conforme con eso, las lumbreras del Ministerio de Educación, destacadísimas en los últimos años en echar más a perder el deteriorado sistema evaluativo y curricular de nuestro terruño, ahora quieren eliminar las asignaturas de Filosofía e Historia del plan común en los niveles de Tercero y Cuarto Medio. Sin embargo, Alejandra Arratia, coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluaciones del Mineduc (UCE), fue enfática en señalar que “Se trabajará Filosofía en Formación Ciudadana, que fue lo que recomendó la Comisión Engel. No es que se vaya a sacar completamente Filosofía como ramo” (La Tercera, miércoles 24 de agosto). Una aberración similar pretenden llevar a cabo con Historia, disciplina que se proyecta fusionar a las Ciencias Naturales. Bajo este panorama, según como yo lo veo, el problema no es tanto que Filosofía pase a formar parte de Formación Ciudadana (un maquilleo charcha para recuperar la olvidada Educación Cívica de antaño), ni que se pierda una oportunidad importante de desarrollar “el pensamiento crítico y la reflexión”, como observaba Carolina Beas, vocera de la Red de Profesores de Filosofía de Chile (Reprofich). Tampoco me parece de vida o muerte que haya que formar en un plazo no muy lejano a un individuo que sepa Biología, Química, Física e Historia, sobre todo estando en conocimiento de que hay casos sobrados en la historia de sujetos que pudieron transitar sin mayores problemas por múltiples áreas del saber (Aristóteles, Dante, Descartes, Sábato o nuestro centenario Nicanor Parra). El problema es un poco más profundo y ahora explicaré por qué.

Comenzaré con Filosofía. La primera pregunta que me surge es para qué buscamos desarrollar el pensamiento crítico: ¿para responder la PSU?, ¿para conmemorar en el acto cívico del colegio el día de los pacos o las glorias de los milicos? Creo que la gran pérdida que se producirá es en la forma en que el estudiante se aproxima a la realidad, es decir, el grado de cercanía que posee éste con el hecho de saber. Decía más arriba que nuestra población actual está anegada con el excremento televisivo y la inmundicia del consumismo a ultranza. Ese es el daño mayor con esta medida. Nuestra comunidad nacional ya es bastante estúpida, nos lo gritan a raudales los políticos sin vergüenzas que nos cagan todos los días, que se roban nuestros recursos, que sin duda se regocijan en que los dieciséis millones ochocientos mil hueones de chilenos restantes nos sigamos pudriendo en la mierda televisiva y el consumismo. ¡Que las autoridades vayan a ver los colegios del país! Se encontrarán con alumnos que “se cansan si leen un libro de cuatrocientas páginas al mes”, o “que no se les puede tomar dos pruebas diarias porque se estresan”, “o que se aburren los perlas con una clase sobre problemas del conocimiento o del rol manipulador de los mass media”. ¡Habrase visto! ¡Ahora hay que entretener a los hueones! Para qué decir si saben algo de historia de Chile de los últimos cuarenta años: según un adefesio de enseñanza media, Chile estuvo gobernado en los ochenta por un dictador llamado Fidel Pinochet. He aquí el gran perjuicio al extirpar Filosofía del plan común, pues si hay algo que los filósofos de todos los tiempos nos han transmitido es un amor erótico por el conocimiento, por el saber cosas, por entender el funcionamiento del mundo, por hacernos preguntas, por cuestionar los designios de Dios, por examinar las formas en que se distribuye el poder y los recursos de la tierra. Ese es el gran mal: los estudiantes secundarios de Chile sienten un repudio por el conocimiento, les acomoda ser estultos, “les da paja” aprender porque para ello tienen que leer, y la lectura está siendo aplastada por los “grandes adelantos tecnológicos”, por la imagen, “porque en el siglo XXI”, dicen los expertos en educación que jamás en su puta vida han pisado un aula, “los niños aprenden visualmente y los docentes tienen que capacitarse todos los veranos en señeras universidades para adquirir los modelos educativos y las estrategias didascálicas importadas de los países desarrollados”. Beas tiene razón, al sacar Filosofía se pierde una buena oportunidad para desarrollar el pensamiento crítico y la reflexión. Pero hay una derrota mucho mayor: la muerte del amor al conocimiento.

Con la asignatura de Historia ocurre una cuestión un tanto distinta pero orientada al mismo pérfido fin, y sospecho que al fusionarla a las “ciencias exactas” se persigue seguir despolitizando a la población, que en estos últimos años ha amenazado con múltiples manifestaciones de distinto orden (A propósito, ¿han pensado en lo ridículo del modus operandi de las manifestaciones en Chile? La situación es la siguiente: Yo soy un trabajador disconforme con mis condiciones laborales. Afortunadamente, tengo la posibilidad de manifestarlo a mi empleador, pues Chile es un país democrático en el que la libre expresión es una premisa indefectible. Sin embargo, para poder decirle a mi jefe que el sueldo que me paga es una mierda y que mi pensión no me alcanzará ni para comprarme un remedio para la diarrea, tengo que pedirle permiso. “Oiga Jefe, ¿sabe qué? No estoy conforme con mi sueldo. ¿Usted me autorizaría a protestar en su contra?”. “Seguro pues, hombre. Protesta no más, pero hazlo desde las diez hasta las doce. Y sólo por la Alameda, desde Plaza Italia hasta La Moneda”. Si por algún motivo a este empleado disconforme se le ocurre no pedir permiso, o rebasar la hora autorizada o pasarse por el rabo el itinerario trazado, “le echamos a la fuerza policial a este upeliento culiao, Chile es un país de leyes que repudia la violencia”). Es de todo el mundo conocido el hecho de que a los alumnos no se los puede soliviantar con la doctrina política del profesor de Historia, pues ésta debe ser presentada a los estudiantes “de modo objetivo” (recuérdese la tan bullada polémica de si llamar “pronunciamiento” o “régimen” o “dictadura” a la felonía del Capitán General). Lo que se busca, en definitiva, es que dicho docente cumpla el rol de un delegado ministerial que repita los Planes y Programas. Si yo, profesor de Historia, tengo la brillante idea de decir que Colón no descubrió América, sino que inauguró la esclavitud y el tráfico de indios a Europa; si a mí, ingenuamente, se me ocurre decir que el cristianismo ha sido cómplice de los más grandes genocidios que registre la historia humana; si yo, profesor de Historia, tengo el atrevimiento de decirle a mis alumnos que en Chile los milicos, a lo largo de doscientos años, han matado gente hasta que se han cansado; y por último, si se me ocurre decirles a estos cabros ignorantes que el capitalismo es un modelo económico salvaje que preconiza una relación violenta con la naturaleza, que prioriza la acumulación superflua de riquezas, o que contribuye a generar miseria, hambre y muerte, entonces, inmediatamente, se encienden las alarmas: “Ah no, este hueón es comunista. Está haciendo proselitismo político con los cabros. Hay que sacarlo, no es objetivo para enseñar la historia”. Si Marx escuchara este juicio ignaro probablemente se cagaría de la risa. A tal punto se ha demonizado el rol del Estado en el control de las riquezas de un país, la redistribución de los recursos o la unión de los trabajadores para que no los aplasten, que cuando un profesor de Historia se refiere a estos temas la “lepra del comunismo”, como seguramente la tacharía un director que todos los meses espera baboso su suculento sueldo, propiciará su destitución. En este sentido, la fusión de las ciencias naturales con el estudio de los hechos del pasado es una medida que, sospecho e insisto, tiende o objetivizar una disciplina que por definición constituye un punto de vista.

Oliverio Sotomayor intentó iniciar una guerra contra la ignorancia de un pueblo que, hace más de cuarenta años, se encontraba en esa condición por la mano artera de un sector que requería esa nesciencia. En esos años, el “Sol del saber” era una añoranza que se concretizó fugazmente. Hoy, estando los recursos materiales para salir del pantano mierdoso de la idiotez, los chilenos siguen optando por chapotear frenéticos en él. Debido precisamente a ello, el Ministerio de Educación ha iniciado las tramitaciones para contribuir aún más a aumentar el caudal excrementicio en el que se solazan nuestros estudiantes secundarios del presente.



 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2016
A Página Principal
| A Archivo Carlos Hernández Tello | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Al parecer no somos lo suficientemente imbéciles: ahora nos quieren extirpar la filosofía y la historia.
Por Carlos Hernández Tello