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Novela encontrada

Por Roberto Merino
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 28 de agosto de 2011




 


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Entre fines de los setenta y comienzos de los ochenta, Cristián Huneeus tenía un lugar de cierta visibilidad en esa red de conversaciones que se llama el panorama literario chileno. Sus novelas El rincón de los niños y El verano del ganadero tuvieron respuestas disímiles: la primera fue recuperada con entusiasmo a través de sus dificultades formales; a la segunda le jugó en contra el subtítulo de "novela pornográfica", agregado en la portada.

Borges pensaba que los libros no debían llevar prólogos, en la medida en que lo que en ellos se establece determina la lectura de los comentaristas de prensa y finalmente de todo el mundo. Algo parecido pasa con los subtítulos. Leer El verano del ganadero como "novela pornográfica" es un error, por cuanto la provocativa afirmación -un gesto de demarcación, en su caso- termina por enrarecer las expectativas del lector. Nadie va a satisfacer su búsqueda de pornografía en una obra narrativa cuyo peso específico está puesto en los sedimentos que el río de la memoria ha arrastrado desde lejanas zonas de la realidad.

La editorial Sangría ha persistido en recuperar a Huneeus del relativo ostracismo en que ingresó tras su muerte en 1985. A la reedición de los dos libros mencionados hay que agregar este año la publicación de una novela inédita y además perdida: Una escalera contra la pared, cuyo protagonista es Gaspar Ruiz -esa especie de álter ego de Huneeus- y sus circunstancias familiares y sociales. El relato, influido por la teoría de la "reflexividad", que predominaba en el momento de su escritura, hace constantes indicaciones a su condición formal, a su naturaleza ficticia, a pesar de las presumibles pistas autobiográficas dispersas en toda su extensión.

Cuando Huneeus se distrae de las indicaciones documentales y de la fragmentación del texto, surge su asombrosa madurez narrativa, o su arte de la escritura. Las muchas páginas destinadas, por ejemplo, a presentar a Víctor Ruiz, el padre de Gaspar, corresponden a un maravilloso ejercicio en el cual el desarrollo de una historia individual se estructura con el análisis psicológico y con los determinismos de clase. El pragmático Víctor es un hijo de su época, de su segmento social y de una ideología heredada. Durante mucho rato, uno tiene la impresión de que no obstante ser testigo de la vida de un hombre, ésta no está narrada tanto por sus acciones como por sus omisiones, sus palabras, sus costumbres, sus tics, sus cartas.

Cristián Huneeus, fiel a la recomendación realista de describir la propia aldea, escribió de aquello que conocía mejor: el complejo espectro de la clase alta chilena. Esta entidad, que ha generado siempre tantas caricaturas reduccionistas, está puesta en este caso en el centro de una mirada literaria seria, lo que no significa que el narrador desdeñe la ironía y, aun, el sarcasmo. Como los realistas franceses del siglo XIX, Cristián Huneeus parecía pensar que los destinos humanos son "transpersonales" y que uno reproduce en sus cautelas los miedos de sus abuelos o la prudencia de sus padres.



 

 

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Novela encontrada.
Por Roberto Merino.
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 28 de agosto de 2011.