Cristián Huneeus: "La casa en Algarrobo"
Por Ignacio Valente
El Mercurio 19 de Enero de 1969
Tras un silencio de varios años -viajes, estudios en Inglaterra- vuelve a la palestra del cuento Cristián Huneeus, con estos cinco relatos -el último da su nombre al volumen- que acaba de publicar Editorial Sudamericana.
Su materia anecdótica es leve y pareja -delgados sucesos de la vida universitaria, por lo general-, un poco a la manera de Jorge Edwards, de esa prosa sobria y opaca que explora zonas igualmente grises de la cotidianidad, para darles vida en la propia exactitud o eficacia del tratamiento literario. Se parecen ambos en esa chilena contención, en esa austera economía de medios. Sólo que Huneeus no consigue en la misma medida la realidad del personaje o de la situación, y la eficacia narrativa del autor de "Las máscaras".
El tono desvaído de estos relatos procede, a mi parecer, del exceso cerebral de su construcción. La frialdad de Edwards -por seguir la relación- es un instrumento artístico afinado que consigue su efecto narrativo, porque está al servicio de la intuición. La lucidez de Huneeus, en cambio, parece girar sobre sí misma, absuelta del material intuitivo de experiencia que debería configurar.
Me da la impresión de que en estos cuentos todo está pensado, bien pensado, pero solamente pensado. No imaginado, soñado, deseado, sentido. Las historias parecen ocurrir en el interior de la mente que las hila, sin bastante espontaneidad vital para moverse por sí mismas en el mundo de los seres vivos. Y no porque carezcan de verosimilitud o coherencia. Al contrario el sello del pensamiento les asegura una lógica interna eficaz. Lo que les falta es la fuerza espontánea de los personajes y las situaciones que parecen vivir por sí mismos, aún al precio de escaparse de las manos del autor.
Nada se escapa en estos bien medidos relatos. Tampoco la prosa fluye del todo. El lenguaje se torna en ocasiones duro, con aristas y asperezas, como si brotara de un puro esfuerzo intelectual. De nuevo es el sistema de las espontaneidades vivas el que está amenazado por el poder ambiguo del pensamiento.
En el orden de los conflictos abordados por estos relatos, el punto fuerte de Huneeus está en ciertas relaciones elementales de hostilidad y agresión psicológicas, de confrontamiento entre caracteres vitales, que sabe tratar con sutileza. Hay relaciones humanas de secreta emulación y de contenida pugna que representan lo más fresco y vivo de sus personajes. Me refiero a ese choque invisible de personas que se miden y tratan de objetivarse entre sí. En estos sutiles encuentros adolescentes está la mejor parte de sus relatos.
Y eso es lo curioso: que el carácter cerebral de sus recursos parecería más propio para abordar conflictos intelectuales, mientras que el carácter vital de sus conflictos postularía más bien un abordaje espontáneo. Aquí sucede al revés: una materia anecdótica que se mueve en el dominio de la vida elemental es sometida a un mçetodo demasiado intelectual de desarrollo. La consecuencia es un encuentro exterior del pensamiento y la vida, que no terminan de descubrir su alianza, su punto de recíproca activación.
Cristián Huneeus posee ciertamente la capacidad intelectul de construir un relato. La superación debe venirle, creo yo, de esa fuerza y pureza interior de la vida espontánea, capaz de fecundar una lucidez que por hoy está divorcida de la experiencia.