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Las operaciones de la escritura, instrucciones para jugar
El rincón de los niños. Cristián Huneeus.
Santiago, Sangría editores, 2008
Por Francisco Ovando Silva
Publicado en http://www.revistaintemperie.cl/ 19 de octubre de 2012
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Lo que se escribe dentro de Chile es una literatura que se hace contra la corriente, porque la corriente induce
a escribir cosas que no son plenamente literatura. Se habla mucho de ventas, de bestsellers, de libros como objetos de consumo.
Cristian Huneeus, en Revista Bravo N°2. 5 de marzo de 1981.
El yugo de la corriente chilena fichó la escritura de Huneeus, al publicarse El rincón de los niños en 1980, de “experimental, hermética, pretenciosa, ilegible”, condenándola un tipo extraño (y frágil, por suerte) de olvido que acostumbramos aplicar a nuestros autores (Emar y Wácquez, entre otros).
Hace poco Sangría Editores publicó su trilogía accidental sobre Gaspar Ruiz; El rincón de los niños, Verano en el matadero y Una escalera contra la pared (póstumo y hasta hace poco inédito) y en diciembre se cumplen veintisiete años de su muerte. La prosa de Huneeus atacó el establishment; se burló de una clase social hipócrita y viciada de su propio moralismo y dejó en evidencia las operaciones escriturales de una narrativa que se agotaba una vez más, en plena dictadura. Es por eso que hoy lo celebro.
El rincón de los niños es una novela cifrada en una dimensión intuitiva, y que sin embargo casi todos olvidamos en el paso a la adultez; la del juego. Lúdica en tanto el placer que ofrece al lector en la medida de que éste pueda reconstruirla a partir de sus fragmentos, y también cerca del juego que produce goce a través del dolor, aquella desesperación de saberse en un lugar desconocido, de confundir los límites de lo familiar.
Como un niño que puede cambiar de juego sin aviso, para quien el suelo se convierte en lava de un instante a otro y después se esconde obsequiosamente dentro de un ropero en ascuas de que lo pillemos, esta novela atenta en la ironía contra una derecha terrateniente y conservadora, para luego volverse contra sí misma y hacer malabares con el lugar de la narración.
Es cómica y grosera, mal hablada del habla chilena, tentada siempre a desnudar. Y no sólo a empelotar a las niñas bien del barrio, para luego mear en un jarrón chino y tirarlo del segundo piso, o narrar latamente cómo, después de acostarse con una monja, el grupo de amigos concluye el uso de monstruosos consoladores que le han otorgado cavidades femeninas prodigiosas. El desnudar de esta novela también ataca las concepciones narrativas de la corriente que Huneeus había comenzado a reconocer.
La estructura fragmentaria reproduce una revisión de los documentos dejados por Gaspar Ruiz por parte de un conocido, narrador sin rostro. ¿Qué ha dejado Gaspar Ruiz? Una mala novela, una serie de cartas, y otros documentos de corte biográfico. Pero la revisión, más que llevarnos a una construcción lineal de una historia, nos ofrece más silencios y preguntas que certezas. Lo desnudo, lo que queda en evidencia en este juego sin reglas (acaso las que se impone a sí mismo el texto, para luego quebrarlas hacia el final), son las operaciones de la escritura. ¿Quién narra realmente en El rincón de los niños? Al final no podríamos responder con certeza. Las relaciones, tensionadas siempre, entre el acto narrativo y el acto documental alcanzan acá un grado de visibilidad irrisoria que permite construir la ironía sobre la narrativa que busca otorgar falsas certezas.
La invitación que nos extiende El rincón de los niños es a jugar. Volver a una lectura que estimula desde más allá que la mera trama. Aquí se nos permitirá la risa sobre los asuntos más serios y también la posibilidad de jugar a leer, un tipo de lectura que se ha quedado enterrada bajo las aspiraciones arribistas de la literatura seria en Chile. En este rincón debemos olvidarnos de la rigidez para reconocernos como lectores desprovistos de reglas, enfrentados en la crudeza de los nolugares de la narración.
Y es cierto, van a sorprenderse riendo hacia fuera, con ganas, que es otra de las cosas de las que nos solemos olvidar.