Proyecto Patrimonio - 2010 | index | Carlos Labbé |
Autores |


“Locuela”, Carlos Labbé, editorial Periférica.

La locuela de Carlos Labbé

Por Marcela Fuentealba
Revista Paula. Diciembre de 2009

Acaba de renunciar a su pega de editor de Planeta Chile para seguir escribiendo. Porque las novelas de Carlos Labbé (32) han sido aplaudidas como lo mejor de Chile por los conspicuos argentinos Fogwill y Damián Tabarovsky. A la delirante, compleja y divertida Navidad y Matanza (2008) ahora se suma Locuela, nombre tomado de una vieja frase de Ignacio de Loyola para designar cuando alguien argumenta incansable e interiormente los efectos de una herida amorosa. Su locuela es arriesgada: policial, literaria, adolescente, narrada a tres voces. Estos son pedazos de la suya.

“Locuela” es una herida interna que supura palabras. Cuando empecé a escribir en 1996, era estudiante de Literatura en la Católica y la herida era entender a los otros, a las minas, a una mina que me tenía muy mal. Pensé: voy a escribir una especie de diario, con la ilusión de que al leerlo encontrase una forma, como quien lee un libro, de entender la relación. Era el mundo del típico taller de poesía, gente que se junta todas las semanas a escribir. Son relaciones súper libidinosas: se leen entre ellos, luego salen a carretear y a nadie le importa lo que el otro escriba, sólo el cuerpo. Yo llegaba de algún carrete, escribía, y al día siguiente veía cosas delirantes. Es bueno que la escritura no sea sólo diurna, consciente, higiénica. A ese diario se suman dos voces, la del intento de escribir una novela de verdad, y la del diario imaginado de la mina deseada. Me demoré diez años en terminar Locuela porque es una novela muy adolescente, impúdica y súper perdedora, en el sentido de que en ella se reconoce que uno está solo y que escribe como consuelo.

Escribo novelas a mano. Me voy a la Biblioteca Nacional o a Providencia. Al principio me cuesta, depende del día, y de repente entro en el personaje, es automático. En el computador siempre media la interfaz, el mail, el brillo. Pero con la mano y el lápiz, de algún modo te conviertes en una pura voz. Es dejarse fluir y ser sólo el discurso: Ésa es la locuela de San Ignacio. Para él, esa verborrea era Dios que le hablaba; para Roland Barthes, es lo inconsciente del deseo. Lo interesante es que cuando se gatilla esa locuela lo que aparece es un lenguaje que viene fuera de ti, pero que está dentro. ¿De dónde viene eso? Es como una posesión.

Las palabras ordenan. En el sicoanálisis, por ejemplo, cuando alguien desea mucho a otra persona y no puede acceder a ese deseo –o porque tiene pareja estable o tiene que respetar las normas conscientes- verbaliza lo que le ocurre y así saca esa energía. Al hablar, logra liberar esa tensión. Es que no se puede vivir del puro deseo. Ésa es la fantasía del rockstar, del adolescente y de la publicidad, pero, qué pasa después de la consumación? La realidad te abofetea.

Vivir en Santiago también nos tiene constreñidos. Aquí hay un solo eje: es la Alameda, o Irarrázaval, o la Costanera, como si fueran vías únicas. Es como un callejón esta cuestión. Y por eso en este país se acepta que hagas sólo una cosa bien. Aquí estamos en el mundo de los expertos, de lo único. ¡Yo necesito hacer muchas cosas! Para mí, trabajar como editor en Planeta fue terrible, porque mis amigos me empezaron a ver como alguien ante quien plantearse como una estrategia, y no como un escritor con quien podían hablar de cosas nomás.

Estoy a mitad de otras dos novelas. Una, Piezas secretas contra el mundo, es sobre la narrativa de los videojuegos. La otra, Coreografías espirituales, es pop. Es la vida de un grupo rock multinacional y cada integrante tiene sus obsesiones. La novela se cuenta en distintos momentos en el año 80 en Santiago; en el 2040 en Nueva York. El protagonista tiene un rollo medio místico y es el desaparecido de la historia. Se trata de indagar en este personaje, que es un poco profeta.

En mi escritura hay una búsqueda mística. En la literatura contemporánea, o en los discursos de izquierda, es muy difícil meter esa búsqueda. Parece anticuada. Me han tratado de pechoño y me han enrostrado que cómo puedo hablar de Dios si éste es una construcción. De más que es así, pero uno no sabe si lo construye uno o lo construye otro. Estoy abierto a todos los nombres posibles de Dios: Brahma o Ngenechen. Y me interesa porque se trata de la manera que tiene de expresarse lo no expresable; de poesía, finalmente. Y del amor verdadero. Hay místicos que, se supone, superan todo, se disuelven por completo… y ahí ya no hay palabras, se acaba la locuela.

*

“Locuela” llega a Chile a fines de enero. Están en librerías sus novelas “Libro de plumas” (Ediciones B) y “Navidad y Matanza” (Periférica)

Fotografía: Álvaro de la Fuente/Producción: Camila Letelier

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Ańo 2010 
A Página Principal
| A Archivo Carlos Labbé | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
La locuela de Carlos Labbé.
“Locuela”, Carlos Labbé, editorial Periférica.
Por Marcela Fuentealba.
Revista Paula. Diciembre de 2009