"Descubrimientos". Crónicas (1967-1973) de Clarice Lispector
Zona inexplorada
Por Claudia Solans
Suplemento ADN Cultura. Diario La Nación de Argentina
Sábado 27 de Marzo de 2010
Con [Descubrimientos ] se completa la publicación en castellano de las crónicas que Clarice Lispector escribió cada sábado, entre el 19 de agosto de 1967 y el 29 de diciembre de 1973, para el Jornal do Brasil , lo que termina de delinear, de alguna manera, el mapa que estos textos trazan sobre la región menos explorada de su literatura. El primer volumen, Revelación de un mundo, fue publicado por Adriana Hidalgo editora en 2004 con sucesivas reimpresiones.
Textos heterogéneos, muchas veces inclasificables e inesperados, que revelan en cada línea la compleja escritura y personalidad de su autora. Complejidad que, a la hora de traducir, se convierte en un desafío y un feliz acontecimiento. Porque traducir a Clarice (y no sólo sus textos) es una aventura que bajo su aparente sencillez resulta tan sinuosa, sutil -y al mismo tiempo brutal-, tan hermética e inquietante, que hace que el esfuerzo por aprehender esa idea, ese concepto que se sabe que está ahí, sumergido, enterrado pero siempre entrevisto a través de las palabras, se convierta por momentos en un gesto vano, casi como una mano que se cerrara en el vacío.
El amor, el tiempo, la muerte, bajo dimensiones pocas veces exploradas con tanta maestría, son algunos de los temas que aparecen en estos textos que permanentemente desafían el concepto de crónica o, más bien, que las convierten en un género cuyas fronteras Clarice ha borrado por su propia escritura. Si bien en una de ellas, publicada en el volumen anterior, expresa: "No hay duda, sin embargo, de que yo valoro mucho más lo que escribo en libros que lo que escribo para diarios -esto sin, no obstante, dejar de escribir con gusto para el lector de diario y sin dejar de amarlo", resulta por lo menos sugestivo cuando sabemos que gran parte de su ficción breve pasó en esos años por la columna semanal del Jornal do Brasil . Se trata de las crónicas que en la actualidad están agrupadas bajo el título Para no olvidar y que fueron publicadas, en una edición de autor, en el año 1964 como la segunda parte de La legión extranjera. Ese texto era un volumen compuesto de dos partes, la primera de ellas contenía una serie de cuentos, en tanto que la segunda -con el subtítulo de Fondo del cajón- agrupaba las crónicas. Con posterioridad, los cuentos conservaron el título del volumen original ( La legión extranjera ) y las crónicas adoptaron el de Para no olvidar . Pero más allá de los avatares de publicación, lo que resulta interesante es que los cuentos y las crónicas comienzan a circular en el interior de la producción de Clarice Lispector con movimientos que en ocasiones parecen caprichosos y, a veces, premeditadamente casuales, tanto que seguir el curso de cada texto se torna por momentos una empresa en verdad fascinante.
Hasta aquí nada llamaría demasiado la atención si no fuera por el hecho de que prácticamente todos los cuentos del volumen La legión extranjera (en su edición de 1964 y exceptuando "La solución") aparecieron como crónicas en el Jornal do Brasil entre 1967 y 1973. Lo notable, asimismo, es que Felicidad clandestina, el volumen de cuentos aparecido en 1971, incluye esos mismos textos de aquella primera parte llamada La legión extranjera (exceptuando en este caso también "La solución"), pero a su vez varias crónicas de Fondo del cajón (que, como ya se señaló, fueron publicadas en su totalidad en el Jornal do Brasil ).
¿A qué apunta esta digresión en cierto modo "arqueológica"? Nada más que a señalar la extraordinaria libertad genérica que reina en toda la literatura de Clarice Lispector. Y precisamente, a partir de esa inestabilidad y precariedad genérica es que sus crónicas se vuelven una especie de panóptico y permiten, de modo radial, hacer visible y echar una luz nueva sobre el resto de su obra.
Cuestionadoras del género, sus crónicas operan también como cuestionadoras del sujeto que narra. Porque la inmediata pregunta que surge es: pues entonces, ¿quién escribe, quién dice, quién cuenta? Es en este suelo de fronteras porosas y permeables donde lo doméstico, lo insignificante, incluso lo banal se vuelve tema y problema. Quizás un modo de pensarlo sería considerar la característica fragmentariedad de estos textos.
Si bien lo fragmentario por esos años y a esa altura de la historia cultural ya era un dato y, por lo tanto, predicarlo acerca de la producción de Clarice es casi inocuo, su importancia parece estar en que genera la condición de posibilidad para la constitución del sujeto que narra; esto es, Clarice. Y da la impresión de que ella sólo puede narrar precisamente lo fragmentario, lo inacabado, lo indeterminado, así como también lo banal, lo cotidiano, lo insignificante. De ahí que su talento radique en la extraordinaria capacidad de revelar, casi en cada línea (porque también hay crónicas de una sola línea), lo sublime bajo lo doméstico e inacabado y, al mismo tiempo y con la misma eficacia, dar vuelta la lente y transformar en doméstico (dócil, manso, familiar) lo sublime. Sólo así se comprende la dramática (y episódica) recreación de Pompeya en el suelo de una cocina en el que yacen decenas de cucarachas muertas a causa de un veneno casero.
Interminables son los itinerarios que pueden trazarse a través de las crónicas de Clarice Lispector: siguiendo el hilo de los temas, de ciertos personajes (como los taxistas, por ejemplo), de los objetos (ventanas, flores), de las preocupaciones literarias, metafísicas e incluso religiosas (la muerte, el alma, la presencia de Dios), y así se podría seguir. Sin embargo, como en aquella crónica del 9 de diciembre de 1967, titulada "Una cosa", en la que cuenta que esa noche ha visto una calle que nunca más va a olvidar, pero cuya descripción decide no realizar, guardándosela para sí, del mismo modo el lector resulta doblemente marcado por la escritura de Clarice: no logra describirla con palabras pero tiene la certeza de haber sido protagonista de una suerte de epifanía, una revelación.