"Locuela", Novela de Carlos Labbé. Periférica, Madrid, 2009, 249 páginas
Palabras sobre palabras
José Promis
Revista de Libros de El Mercurio. 28 de Marzo de 2010
Después de leer varias páginas de Locuela caí en la cuenta de que su numeración iba indicada en el margen inferior derecho de cada una. Este recurso tipográfico posee una precisa función indiciaria: señala al lector que no tiene entre manos un texto definitivamente impreso sino un discurso escrito que por permanecer todavía en la etapa de desarrollo, como es curiosamente común en estos casos y todos sabemos por experiencia propia, su autor tiende a numerar siempre al lado derecho de cada página. Este énfasis en la importancia del continente antes que del contenido pareciera acentuarse con el uso de los términos "destinatario" y "remitente" para señalar a las voces que se escuchan en el texto y que el autor ha colocado en niveles paralelos al de fragmentos que se encabezan con la designación de "novela".
Asumo entonces que la "novela" ocupa sólo una parte de un discurso mayor que no pretende ser tal, de un espacio lingüístico que rodea a la novela y que se relaciona con ella de una u otra manera. Anticipo pues que Locuela no es un texto para ser leído con la facilidad que ofrecen las intrigas de misterio o las historias sentimentales, a pesar de que en lo más profundo de sus varios niveles de imágenes existe un enigma de tipo policial envuelto en sucesivas variaciones sobre el tema de las relaciones amorosas y del arduo trabajo de la imaginación. Además, el énfasis en lo lingüístico está anticipado ya en el título del libro. La expresión "locuela" no tiene nada que ver con el significado afectivo que posee en el lenguaje coloquial sino con el sentido de "habla" que posee en la Vulgata y que después se enriquece como "habla amorosa" en la poesía cortesana de la Edad Media. San Ignacio de Loyola la reinterpretará más tarde como el don de escuchar interiormente el habla celestial y en nuestros días Roland Barthes citado junto al anterior como epígrafes del texto de Labbé, como una forma enfática del hablar amoroso. Labbé pretende, pues, como ya antes lo intentó en Navidad y Matanza (2007), reemplazar la imagen convencional de la novela una historia con principio, medio y fin desarrollada con el lenguaje por la del lenguaje en acción como el verdadero "contenido" de la obra.
Pero el lenguaje no puede dejar de significar algo. Barthes afirma en Fragmentos de un discurso amoroso, origen de un epígrafe de Locuela, que el discurso amoroso contemporáneo es el lenguaje de la soledad radical. Los personajes de Locuela son individuos solitarios que se reflejan en todos los niveles del relato tratando de separar lo aparente de lo real y de encontrar la verdadera existencia de los otros porque "nadie escribe desde la felicidad". Las novelas de Onetti y Donoso se convierten así en referentes obligados del texto. Sospecho entonces que el propósito de Locuela es enfrentarnos al dilema tradicional del arte: ¿es más real la imagen de la ficción que la imagen del que la construye? ¿Es más real Neutria, la ciudad feliz imaginada en Locuela, o los personajes que la fingen, uno de los cuales, incluso, se parece sospechosamente al autor? ¿El proceso o su consecuencia? Una respuesta se propone en el "Manifiesto Corporización" insertado en las últimas páginas de la novela.
Locuela se identifica, pues, con esa narrativa experimental que de tiempo en tiempo pretende socavar sus propios estatutos para fundar otro tipo de lectura (Maurice Blanchot aparece también citado en el texto). El mismo propósito que tuvieron los vanguardistas mexicanos de los años veinte, pero que ningún teórico francés menciona. Los lectores decidirán si aceptan la oferta de Labbé o se quedan con los relatos tradicionales que cuentan una historia bien contada desde el comienzo hasta el final.