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Libro de plumas
Por Patricia Espinosa
Revista Rocinante, N°84, Octubre de
2005
Comencé Libro de plumas con el ánimo que se
me ha vuelto recurrente al leer cada nueva novela chilena: con desconfianza
y cero esperanzas. Sin embargo, llevaba apenas algunas páginas
cuando ya pude advertir que estaba ante una de las pocas buenas novelas
de los últimos años. Un texto bien escrito,
ambicioso pero no grandilocuente, técnicamente bien trabajado
y temáticamente profundo, aun cuando el final resulta un tanto
deshilachado. Libro de plumas es la primera obra de Carlos
Labbé, sin embargo no acusa los típicos excesos de toda
ópera prima. Me refiero al síndrome del debutante que
suele lanzar 'toda la carne a la parrilla'. Labbé actúa
de manera tremendamente cauta. Una de las características más
relevantes de este volumen es la parsimonia con que va desarrollando
la historia. Mesura, en cualquier caso, que no corrompe la acción.
Porque de hecho hay un suceder que no da tregua, que va creciendo
en intensidad y que jamás pierde el rumbo.
Se trata, en lo medular, de la historia de Máximo Doublet,
bibliotecario y escritor de treinta años, obsesionado con la
historia del sacerdote jesuíta Lacunza. El marco del relato
es la narración de Doublet, su focalización interna;
sin embargo, poco a poco el relato se desplaza hacia la historia de
su propia familia, sus padres: Luis y María Elena y la familia
Irizar, constituida por Renato y Ana Labé, y sus hijas: Josefina
y Ana. Ambas familias han estado vinculadas en el pasado por los negocios
de los padres y en el presente -han transcurrido 17 años- por
los amores de Máximo con Josefa y luego con Ana. La estrategia
narrativa de Carlos Labbé es la de un relato coral. Un texto
en el cual cada uno de los personajes expone su mirada, lo cual deriva
en ambivalizar cada uno de los sucesos y fragmentarizar el devenir
de la historia. Hay vastas secuencias en que se traman de manera precisa
las voces de diversos personajes, lo que genera como efecto de lectura
una compleja red de voces, develando el dominio de la técnica
polifónica que a los narradores chilenos por lo general les
cuesta muchísimo. La historia de las dos familias oculta un
secreto que sus hijos desconocen. Es tarea entonces del lector ir
recogiendo indicios para armar la historia. Nuevamente otro logro
del relato.
El secreto en cuestión es que hace diecisiete años,
Renato Irizar y Luis Doublet tuvieron problemas económicos
en sus empresas. La dictadura les propone ayudarlos si ellos esconden
en sus bodegas cadáveres que luego serán trasladados
a Valparaíso para ser lanzados al mar. La historia en torno
a los conflictos amorosos y existenciales de Máximo Doublet
da un giro radical cuando paralelamente surge este otro relato. La
narración se complejiza a un grado extremo. Mediante sucesivos
raccontos accedemos a la sincronía de los hechos, a
las dudas, a las disquisiciones valóricas en las que se vieron
involucradas ambas familias. El relato alcanza gran espesor al confrontar
en aquellos protagonistas la noción de culpa, de responsabilidad
y de temor, que se hace más fuerte cuando los militares se
atreven a instalar en los jardines de sus casas sendas rocas amenazantes.
Carlos Labbé construye un relato en torno a dos familias extremadamente
burguesas, que se ven involucradas por azar en la desaparición
de los cuerpos de los enemigos al régimen dictatorial. La tematización
del miedo a que el territorio de lo privado o el mundo familiar pudiera
fracturarse, resulta en última instancia un nuevo eje del texto:
una suerte de maldición sobre los vastagos de la estirpe Irízar
y Doublet expuestos a cargar, de algún modo, con las culpas
de sus padres. A pesar de que el volumen genera espacios para una
multiplicidad de voces, quiero detenerme en Máximo. Éste
va descubriendo la locura de Josefa, develando sus angustias infantiles
ante el catolicismo, su tortuosa cercanía con la vida de Lacunza;
con Ana y Josefa, la perversa y tierna mirada para con las adolescentes
que transitan por las salas de la Biblioteca Nacional; su ambivalente
relación con su propio padre. Múltiples zonas de opacidad
que contribuyen a potenciar el devenir de la historia presente. Libro
de plumas es una novela compleja e inteligente. Sin duda Labbé
dará que hablar, a menos que caiga preso de los tormentosos
designios de la narrativa chilena y no vuelva a publicar nada hasta
dentro de unos diez años.