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Un Libro de plumas que se oye
Carlos Labbé, "Libro de plumas". Ediciones B, Santiago, 2004.

por Luis Valenzuela P.
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Tengo en mis manos un libro, un libro de Carlos Labbé (1977), su novela Libro de plumas (Ediciones B, 2004). No sé qué hacer con él —con el libro—, o sea, qué escribir sobre él. Comentarlo. Agotarlo. Tal vez debiera ceñirme a realizar la crítica que todo lector espera, la carita feliz, seria o enojada. Tal vez debiera hacer un catastro de los momentos más importantes, de más densa pero bella emoción o de alto dramatismo —incluida la página en que estos van— para que el lector se centre en lo medular.

Libro de plumas es, sería, podría ser, un libro sobre literatura, sobre la familia, sobre un personaje tranquilo que trabaja en una biblioteca, sobre su relación de pareja con dos hermanas. Sin embargo, es algo más que eso. Logra un ritmo agradable con su narración y es minuciosamente preciso para describir el entorno que lo rodea. Su narración queda a cargo de su protagonista, Máximo Doublet, quien trabaja en la Biblioteca Nacional y prepara un material sobre el Padre Lacunza. Su día —el día en que transcurre la novela— sucede frente a unas escolares: miradas, coqueteos y dibujos que estas le hacen. No obstante, llega el llamado de su madre: su padre no ha llegado a casa, desaparecido. Este instante se ve interceptado por un el diálogo directo sin acotación con ella, el que se mezcla con la narración, sin embargo, este intercambio de voces juegan a favor de la narración ya que la dinamizan y nos van configurando y situando a un Doublet de andar tranquilo y mesurado por la vida, poniendo atención en los pequeños detalles: “Cuelgo el teléfono con suavidad, pero no puedo evitar el estrépito del choque del receptor con el aparato, inusitado en el silencio de la sala de Referencias Críticas”. En su relato y reflexión mientras sabe lo que sucede con su padre está el recuerdo y acción presente de las relaciones con las hermanas Irízar, primero, con Josefa y ahora con Ana —no puedo evitar comentar la relación que se establece entre estos personajes, sea por pedantería o por fácil asociación, con las hermanas Font de Los detectives salvajes, Garmendia de Estrella distante y las gemelas Venegas de La literatura nazi en América—. Así aparecerá más tarde la figura del padre de estas: Renato, figura esencial para el desenlace de la historia del padre de Doublett. Sin embargo, hasta ahora no hago más que un resumen de lo que es esta novela, tal vez debiera decir algunas cosas que se desprenden de esta y que creo interesante intentar percibir.

Tal vez debiera decir que en Libro de plumas, la pluma es la que alguna vez propició escritura, tal vez las plumas de los pájaros entre los que creció Doublett y que su padre cuidaba. La pluma suave, sensible al tacto, la pluma del ave que desea volar alto, como el libro que desea repetir lo mismo. Pero bien pueden ser las hojas de un libro en el que a veces la letra en su combinación sonora saca los mismos sonidos que el canto de un pájaro, y es el vuelo, y la cadencia del narrador que va y viene por los pasillos de la biblioteca, de su casa, de las hermanas, de la calle, de sus recuerdos, logrando en ocasiones, la narración, cruzarse con bellas imágenes producto de la apreciación por parte del narrador con sus sentidos puestos en el aprehender la realidad y llevarla a la palabra: observa, palpa, escucha, recuerda. Nuevamente el sonido, al comienzo de la novela y despertar de Máximo fue el del zorzal, luego: “El silencio armonioso del cielo se quiebra por el estrépito de un auto” o “Empujo la puerta con el pie izquierdo, lo que hace retumbar la madera” y eso es, el ritmo, el compás que le imprime el narrador al mezclar esta fijación constante en los sonidos que lo rodean, pasando por la calma con que reacciona frente al secuestro de su padre lo que en definitiva le da aceleraciones y pausas notables. Eso es, Libro de plumas propone una sonoridad con el lenguaje, la musicalidad de este sin caer en cursilerías baratas, aunque en ocasiones bordeando lo proustiano cae en una excesiva fijación por lo pequeño, por la parte, peligrosamente minimalista, lo que podría verse forzado por constantes redundancias que puedan proyectarse como mero catastro de observaciones insignificantes ¿pero quién es el que da significado a los detalles para que digamos que son insignificantes? Es que esta novela no se sustentaría si no recurriera a esos detalles, sin estos no podríamos acceder a la cadenciosa y bien lograda narración que da cuenta de un narrador que vive y siente cada minuto, cada recuerdo, cada acción: “...pero lo único que logro es quemarme la punta de los dedos, dar un grito sin abrir la boca, una especie de resoplido ahogado que igualmente rompe la tranquilidad de la sala”.

Este libro es sobre literatura, pero no de citas o parasitario como dirían por ahí, es más que eso, es sobre el acto de quien vive como literatura y espera de esta el gesto de volar como los pájaros. Tal vez no sea tan explícito pero en la narración la voz de los personajes va volando de uno a otro para comentar su punto de vista de lo que está sintiendo y viviendo. Y eso es, esta novela se siente, los narradores sienten y viven y eso se intenta extrapolar al lector que en su sillón se entrega a la propuesta de Labbé ¿Cuál es esta? Desconociendo la vida del autor esta novela sin lugar a dudas cruza las fronteras de la ficción y la realidad, exorciza los demonios personales y literarios que bien pueden ser los mismos. Dialoga con el tema de la represión en la dictadura extirpando toda connotación planetaria ya que recupera el temor, lo digo sin falsa loa, por medio de una construcción de la imagen por medio de la palabra, en momentos en que el narrador, Doublett, cede la voz y la entrega a Renato, a su madre, a Ana como queriendo dejarse llevar por el sonido de estas, entregando el gran bastión del narrador: la palabra. Libro de plumas no ofrece miradas apagadas, inquisidoras, iconoclastas, no apunta con el dedo, pero lo coloca en algunos puntos interesantes. Libro de plumas tal vez toma la palabra de su autor en el momento del lanzamiento de la novela —en noviembre pasado— e intenta ser una novela optimista, acción que se ve reflejada en la tranquilidad y ritmo medido con que narra Doublett, esa serenidad, equilibrio y mesura que emanan de estas páginas al leerlas, ese sosiego que en este comentario no puedo recuperar porque no soy el novelista que la escribió, soy lector y sólo tengo un cúmulo de palabras para intentar reproducirlas, pero con este libro en la mano simplemente fracaso ya que solo puedo decir que en algunos momentos vuela —como Oliverio lo pedía a sus mujeres en El lado oscuro del corazón y yo se lo pido a los libros—, se lee, se lee bien y vuela mejor. Aunque si me piden una crítica de caritas, le doy cuatro de cinco.

 

 

 

 

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