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"Navidad y Matanza" de Carlos Labbé

Efecto random

Por Alvaro Bisama
En revista H


1) ¿Cuál es el destino de la novela latinoamericana? Me lo pregunto a veces. La respuesta que aparece es incierta. El oráculo no funciona: la borra de bolsas de té Lipton machacado dentro del fondo de la taza. Imágenes difusas, confusas, sin sentido. 2) Sótanos. Navidad y Matanza de Carlos Labbé está escrita desde un sótano. O insinúa esa idea. Narrativa que se modifica a cada paso. Laboratorio. El plot como mutación. 3) No sé por qué pienso en Lost cuando leo Navidad y Matanza. Quizás tiene que ver con la sensación de que tras toda superficie narrativa, hay en el fondo un sótano oscuro donde se puede percibir la arquitectura, el secreto de todo relato. En el libro de Labbé ese sótano aparece siempre: científicos que en realidad son narradores sin nombre, sin identidad, inundados por su propia desolación, desmontan la historia al modo de una amenaza invisible o un virus. 4) La idea de la familia. Este libro habla de una familia sumida en la catástrofe. Una colección de monstruos y freaks: asesinos, pederastas, gente desvanecida en el aire, científicos aterrados por sus creaciones, personalidades quebradas, choferes de autos raros. Hay un crimen, por cierto, pero también algo más; la destrucción de la certeza de lo real, de su imposibilidad como sustento de la novela. De cualquier sentido convertido en volutas. Eso me interesa como lector o narrador, la pregunta de hasta qué punto la ficción se puede doblar para convertirse en una parodia sin fondo, como si ese desfiguramiento (me acuerdo de la narradora de Monstruos invisibles de Chuck Palahniuk que era una supermodelo cuya mandíbula había sido devorada por pájaros) es el lugar que debe ocupar la vanguardia: el sarcasmo sobre las imposibilidades de contar un cuento. 5) En Navidad y Matanza está lo que más me gustó de Libro de Plumas: aquella sección donde la trama se fundía con el sonido descompuesto de Olivier Messiaen que apuntalaba una y otra vez los signos del fin del mundo. Había algo con la prosa ahí: la sensación de que la novela adquiría ese ritmo sincopado que antecede una revelación. En Navidad y Matanza quizás está lo mismo pero administrado con cuentagotas. La trama se quiebra antes de revelar nada. 6) Navidad y Matanza se relaciona –más de lo que quisiera, supongo– con las señales extraterrestres de la obra de Adolfo Couve: la devastación minimal del paisaje de la provincia. La acumulación de los códigos literarios como signos del deterioro y la podredumbre. La sensación de la perversidad como algo alojado tras las páginas al modo de una amenaza que acecha al lector. 7) Quizás las claves estructurales de Navidad y Matanza haya que buscarlas en Malta con huevo, la cinta de Cristóbal Valderrama donde Labbé participó del guión. Me gustó su primera mitad porque la premisa era tan desquiciada como divertida: un tipo salta en el tiempo tomando malta con huevo. 8) Leí gran parte de Navidad y Matanza en el metro. Cambiaba de capítulos del mismo modo en que cambiaba de estaciones bajo la tierra. Esa velocidad. Llevaba casi siempre el ipod puesto en modo random que saltaba al azar de Dean Martin a los Vampire Weekend. 9) La idea de la novela juego es atractiva pero engañosa: en cierto modo oscurece lo que me parece central en el libro de Labbé, que es la investigación de los espacios cerrados de la familia chilena, su monstruosidad natural. Eso estaba en Libro de plumas, donde se trabajaba el juego de los espejos invertidos, las asimetrías de los ciudadanos con respecto a la historia. En esta novela las opciones se han multiplicado pero el tema sigue siendo el mismo: la revisión de los códigos de ese espacio asfixiado pero trabajándolo desde su propia saturación, desde la asfixia de la forma como una especie de telegramas de sentidos, un cadáver exquisito que se muerde la cola, pero que, desde los intersticios, avista sus propias profundidades. 10) Labbé me confiesa que nunca ha estado en Matanza. Yo tampoco. Ambos hemos estado en Pichilemu. ¿Tiene sentido eso?

 

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Alvaro Bisama (Santiago, 1975)
Ha escrito y escribe muchas críticas y crónicas –reunidas en los libros Zona cero (2003, Gobierno Regional de Valparaíso), Postales urbanas (2006, El Mercurio-Aguilar) y Cien (de pronta aparición en Ediciones B)–, blogs y columnas de prensa –el comelibros–; las novelas Caja negra (Bruguera) y Música marciana, que publicará próximamente Emecé.También es profesor de periodismo y literatura.

 

 

 

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