Locuela, de Carlos Labbé
Por Miguel Artaza
Las Provincias. Valencia, España
'Locuela' es un complicado mecano literario y metaliterario con vocación vanguardista que parece escrito por un egocéntrico narciso aquejado de una extraña variante del síndrome de múltiple personalidad. Un escritor poliédrico que juega a deconstruir su propia figura -que es lo importante, para él, más que la historia que pretende contar- a través de un cuerpo literario compuesto por tres textos formalmente muy alejados. Suponemos que, en realidad, todo es un juego. Que Carlos Labbé (Santiago de Chile, 1977), sólo ha consumido últimamente elevadas dosis de Auster o Vila Matas y que en el trabajo que nos presenta -un trabado, postmoderno y en absoluto desdeñable pastiche construido mediante la alternancia y superposición de textos- no está hablando de sí mismo sino de alguien que se parece mucho a él.
El primero de esos textos, el que en principio parece tener más importancia, es un diario y contiene los desahogos torrencialmente discursivos de un adolescente un poco pedante que estudia Filología e intenta escribir su primera novela. El segundo es el relato, lineal y progresivo, de la vida cotidiana de este joven letraherido. Y, el tercero, es la propia novela, en la que también pueden adivinarse fragmentos veladamente autobiográficos.
En ese sentido, el libro plantea varios desafíos al lector. Se desarrolla en diferentes planos, hábilmente imbricados, mediante los que Labbé teje una tupida y, a veces, impenetrable maraña entre realidad, ficción y autoficción. «Una de las voces más prometedoras de América Latina» o «la gran esperanza de la literatura chilena», fueron algunos de los elogios que merecieron los anteriores trabajos de este joven, artificioso y expansivo escritor.
