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Un personaje, muchas voces
y no se lo tragó la tierra, del escritor chicano Tomás Rivera, comentada por el narrador chileno Carlos Labbé

Por Rafael Miranda Bello
Publicado en http://www.excelsior.com.mx/ 2 de abril de 2017


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Considerada un clásico de la literatura chicana, la novela corta ...y no se lo tragó la tierra (1971), del escritor y poeta Tomás Rivera (Texas, 1935-California, 1984), es “referente de lo chicano entendido como la identidad latina en los Estados Unidos”, explica el escritor y crítico literario chileno Carlos Labbé (Santiago, 1977), “que es políticamente consciente y explícita en ello –según la definición de Gloria Anzaldúa–, y se trata de uno de los libros más leídos en la Latinoamérica del extremo norte del continente no tanto por sus temas ni por su lengua doblada, traducida de ida y vuelta, sino por la fragmentariedad múltiple de sus voces, porque a pesar de su brevedad contiene una amplia colectividad de voces”.

La relevancia contemporánea de esta novela, que a Labbé le “saltó en medio de una investigación que hacía sobre la educación bilingüe en Texas”, parece cifrarse en “su sutil amabilidad, que aparentemente ofrece un conjunto de cuentos muy cortos para la conciencia trabajadora cansada, para de a poco ir ofreciendo algo más a quien pueda abrir la oreja: una propuesta política de colaboración que parte por la escucha”.

“El truco de ...Y no se lo tragó la tierra es que entre tal cantidad de voces se hace imposible identificarse con un solo personaje, sólo con el coro. Es tan corta y tan colectivista, que mete a todo un pueblo sin identificación, sin documentos, en la voz autorizadora de quien los hace resonar en la suya cuando lee. Y al mismo tiempo se trata de un solo personaje, una sola voz, la del muchacho que lo escucha todo desde el subsuelo y que al final emerge viejo como uno”, anota Labbé, y enseguida señala que le interesa, particularmente, “la parábola que surge con el relato biográfico de Rivera: infancia campesina pobre, juventud de profesor, adultez de directivo en la Texas State University y muerte prematura antes de cumplir los 50. En medio de esa ʻvida de santosʼ de la frontera hipercapitalista rural, incrustados como dos milagros que lo prueban todo y al mismo tiempo impiden su canonización, esta novela corta y su novela gruesa  La casa grande, cuyo manuscrito aparentemente se ha perdido sin remedio”.

Autor de novelas como  Navidad y Matanza  (2007),  Locuela  (2009),  Piezas secretas contra el mundo  (2014), y  La parvá  (2015), para el narrador chileno, el libro de Rivera es un modelo, “una guía para conseguir lo que Anzaldúa llama la facultad, Calvino la multiplicidad, Bajtín la polifonía y Rancière la repartija de lo perceptible. En todas mis novelas he buscado abrir la oreja a la otra voz, a las otras voces. ¿Cómo podría yo intentar decir brevemente nosotros sin el yo de muchos, sin ʻhablar por vuestra boca muertaʼ y que no me trague la tierra?”.

Sin embargo, también observa que aunque “en el Estados Unidos de la persona trabajadora en nuestro idioma … y no se lo tragó la tierra es un libro muy querido e influyente, no ha ocurrido así en Latinoamérica. Es necesario que leamos los clásicos chicanos, sólo así entenderemos que el pueblo estadunidense lucha cada día de la misma forma que nuestro pueblo, y que el abuso del imperio es una alianza entre gobiernos y entre élites de las Américas. Sólo una lectura astuta de conjunto para todas estas voces puede idear una oposición a esos abusos con una estrategia efectiva que nadie logre reducir”.

Respecto al género de la novela corta, el autor chileno opina: “Creo que en nuestros días confundimos ficción súbita, flojera y novela corta. Entiendo que lo profundamente literario se enfrenta a la explotación neoliberal de todos los lugares de la experiencia humana, por eso muchas novelas cortas nuevas resultan de una sintaxis mínimamente funcional, párrafos bonsái e historias estereotipadas según la melancolía masculina, el melodrama contingente y la facilidad del name-dropping metanarrativo. Una novela corta sobresaliente entrega, en vez de brevedad e ingenio, un corte profundo al cliché de la acumulación entretenida para que supure el lenguaje”.

Para terminar, Labbé agrega: “Me importa que un libro pueda crear todas las posibilidades, sobre todo una promesa experimental de justicia para las voces silenciadas. Y que se pueda llevar en el bolsillo durante las protestas, los mítines y el transporte al trabajo”.


 

 

 

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…y no se lo tragó la tierra, del escritor chicano Tomás Rivera, comentada por el narrador chileno Carlos Labbé
Por Rafael Miranda Bello
Publicado en http://www.excelsior.com.mx/ 2 de abril de 2017