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Carlos Labbé presenta: Piezas secretas contra el mundo

Han vaciado el ocio de la posibilidad política o constructiva

Por Silvia Hernando
http://www.infolibre.es/




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Lo normal sería plantear esta entrevista de tal modo que el lector pudiera seguir una narración de cabo a rabo. Empezar por el principio y terminar por el final. Que la periodista, una vez hubiera hablado con su interlocutor, trasladara sus palabras para que usted, al otro lado de la pantalla, las siguiera y fuera capaz de reconstruir a través de ellas, dispuestas y ordenadas según la convención, una historia lineal. La historia de un encuentro de cerca de tres cuartos de hora en un hotel en el centro de Madrid; el relato de una conversación entre dos personas que se acaban de conocer en torno a una novela escrita por uno de ellos y publicada por la editorial Periférica: Piezas secretas contra el mundo. 

- Hay una figura súperinteresante que aún no he procesado en mi obra, y de la que he visto pocos libros, pocas películas sobre su poder real, que es el hacker. Con ese espíritu que no es servicial a poderes, y que tiene la capacidad de destruirlo todo desde dentro. Creo que Julian Assange… ¿Hay una película, ¿no? Creo que es buena.
- Yo no la he visto, pero he leído que él está en contra.

-¿Él está en contra de la película? Más interesante todavía.
-Se ve que dice que la película no refleja quién es él ni lo que ha hecho.

-Claro, él es un personaje… o más que un personaje, una construcción de subjetividad que me parece de lo más vanguardista desde un punto de vista artístico. Un tipo que logra convencer a militares gringos de revelar ciertos secretos y al mismo tiempo convence a tres diarios importantes como The Guardian, The New York Times y el alemán, ¿no?

-Y El País aquí también lo publicó.
-Claro, un montón de diarios poderosos. Y les convence de publicar cosas que son totalmente revulsivas, que van contra el imperio más grande del planeta, que es EEUU. Y es lo que yo propongo en mi libro: hay que pensar con otras narrativas. Hay que darle oportunidad a pensar con otras narrativas, porque en este estado de cosas la linealidad ya falló. Y este tipo dice eso: vamos a pensar otras narrativas, y lo interesante es que logra cambiar algunas cosas. Obviamente a su costo, como buen poeta maldito, porque el tipo termina perseguido, asilado, acusado de violación… y claro, alguien va a escribir una novela de eso, pero si es lineal no va a funcionar: tendrá que ser una narrativa hacker. 

Pero es que esta entrevista, como deducirá usted, al otro lado de la pantalla, gira en torno a un interlocutor con una firme y transgresora “política literaria”. Un hombre de 36 años que nació en Santiago de Chile. Un músico pop, guionista de cine y uno de los elegidos por la revista Granta para formar parte de sus listas de lo mejor de la joven cosecha en español. Un marido de una escritora. Un tipo que cuenta que visitó Madrid por última vez en junio de 2010 y que reconoce hoy en la ciudad “un país diferente”. Una persona de pelo y tez morenos, alta y delgada, con una fina perilla que enmarca una sonrisa que se mantiene a lo largo de la charla. 

Carlos Labbé. 

“El lector, al leer un libro, tiene que involucrarse con el libro y con lo que está diciendo. La mejor manera de involucrarse, según mi punto de vista, es romper con la linealidad que se espera de una novela. Y hacer eso con medios tan habituales y tan poco literarios como la interactividad [ya en 2001, el autor publicó la novela digital hipertextual Pentagonal: incluidos tú y yo]. Estamos rodeados de aparatos inteligentes y a nadie le parece extraña o llamativa la arbitrariedad con que funcionan estos aparatos. Usan una serie de reglas completamente arbitrarias, que se le ocurrieron al señor de Apple, y todos fluimos en eso. La linealidad del libro viene del siglo XV, cuando Gutenberg hizo una técnica que seguía la linealidad medieval, que consistía en leer la Biblia del Génesis al Apocalipsis porque eso era lo que había que hacer con la palabra sagrada. Creo que la literatura tiene que recuperar esa arbitrariedad y pelear. Pelear la hegemonía de lo que hacemos con otras narrativas, por ejemplo la narrativa de un sistema operativo o la narrativa de las ocho horas de trabajo. Son puras imposiciones que nos vienen de fuera y nosotros las hemos aceptado.

Como ya hiciera Cortázar en Rayuela, como también hicieran aquellos autores que en nuestra infancia nos invitaban a crear nuestra propia aventura, Labbé ha construido una novela que se arma como un puzle. Uno que no necesariamente tiene una forma fija, sino que es moldeable. Toma como trasfondo la escritura de un guion para un videojuego en el que los paisajes naturales se pueden destruir a través de diferentes técnicas, desde un devastador incendio a la mala gestión medioambiental de la industria salmonera, pasando por una serie de asesinatos sin resolver. La protagonista es una estudiante noruega, que es la que escribe el guion, y que huye desde su país a Chile tras haber sido acusada de quemar la biblioteca de su universidad. Desde allí, redacta cartas de desamor para su pareja. Como trasfondo, y presentados con juegos literarios y metaliterarios, se hallan los fundamentos de la novela: una defensa de la ecología y -sobre todo- una crítica política, social y cultural plagada de ideas que quieren superar -o cuando menos cuestionar- la tradición. 

La cultura. “Creo que en el mundo preocupaciones siempre han existido, y que las preocupaciones tienen que ver con lo humano. En este libro hay un personaje que es un número, lo que fue mi intento de decir que creo que el problema es la cultura que se centra en lo humano, el humanismo que viene del Renacimiento. El problema de lo humano es que ha creado jerarquías que excluyen dentro de lo humano: de ahí vienen los problemas raciales o económicos. El capitalismo es tremendamente humanista, y cuando las empresas hablan de preocupación por el medio ambiente en realidad son meros discursos que están enmascarando el hecho de que lo que ellos quieren es que haya mayor ganancia. Por otro lado, lo que planteo en la novela es que hemos creado otro ambiente, una segunda naturaleza, que es la cultura, y que ahora se ha acelerado con los medios electrónicos. Hay gente cuya naturaleza es la pantalla”.

La literatura. "¿Cuál es la relevancia de la literatura en tiempos tan revueltos? Creo que un libro inerte en la biblioteca es simplemente un gasto: un gasto del árbol, de la gente que trabajó en él, qué sé yo... Y las personas que estamos vinculadas a los libros tenemos que justificar el hecho de la literatura. A veces el libro se convierte en algo como un alcohol caro, un lujo. Yo tengo clara mi estrategia: la forma tiene que ser seductora, pero hay que evitar que el objetivo sea esa atracción. La atracción es un medio. 

El ocio. "El ocio está prestigiado como el momento sagrado, pero lo han vaciado de la posibilidad política o constructiva. Mira los vanguardistas franceses, o españoles, de principios del siglo XX: se juntaban, jugaban y complotaban. Esto tiene que ver con el título: jugar tiene que dejar de ser inofensivo. ¿Qué pasaría si la política, además de urgente, fuera divertida? 

 



 



 

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