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Piezas secretas contra el mundo, Carlos Labbé, Periférica, 2014, 221 págs.
Por Basilio Pujante
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En ocasiones se agradece encontrar textos que te exijan como lector. Obras en las que el acto de recepción no se reduzca al mero hecho de pasar páginas y en las que sea necesario aportar nuestra pericia y ejercer esa figura de “coautor” que muchos teóricos actuales de la Literatura han definido. Existen muchos grados en el nivel de implicación que el receptor ha de tener en un libro “exigente” desde el punto de vista de la lectura. Un ejemplo ya clásico, se acaban de cumplir cincuenta años de su publicación, es Rayuela de Julio Cortázar, novela en la que el receptor puede elegir el orden de lectura de los capítulos. Precisamente la obra capital del narrador argentino es uno de los referentes más claros de este Piezas secretas contra el mundo del chileno Carlos Labbé.
Al final de cada capítulo, el narrador ofrece varias opciones al lector para continuar leyendo, aunque, en mi caso y supongo que en el de la mayoría, se suele optar por seguir el orden establecido por el libro. Es esta reticencia del receptor a romper la linealidad del volumen uno de los problemas que encuentro en esta novela de Labbé; el autor invita al lector a deambular a su gusto por las páginas del libro, a saltar a delante o atrás, e, incluso, a decidir los propios derroteros que seguirá la trama, tal y como ocurre en varios de los capítulos centrales. Este tipo de lectura hipertextual, propuesta ya por libros como el citado Rayuela o la colección juvenil Elige tu propia aventura, es habitual en la lectura en internet, pero aún nos cuesta aplicarla a libros impresos.
Si original y exigente es la estructura del libro y su lectura, no lo es menos reconocer el propio argumento de la novela. Labbé ofrece varias historias relacionadas entre sí pero que se alejan de la claridad en su exposición y en las que existen diferentes tipos de discurso. Por un lado tenemos la relación de una estudiante con su pareja, que discurre entre Noruega, Santiago y el pueblo chileno de Aysén. Relacionado con ambos aparece un videojuego, titulado Albur, que discurre en un espacio similar a las instalaciones de una industria salmonera de Aysén. También leemos el diario de una adolescente, llamada Alma, que se ve envuelta en una serie de sórdidos encuentros sexuales con hombres mayores. Por último, se narran varias muertes violentas de jóvenes del mismo pueblo del sur de Chile.
Con estos mimbres teje Labbé una historia densa y exigente para el lector en el que son muy importantes los espacios, que se van repitiendo y adquieren mucho protagonismo, y los distintos tipos de discurso que posee la novela. Es de agradecer que un autor joven como éste, aún no ha cumplido los cuarenta años, apueste por una narrativa innovadora y que incluya ese tipo de recepción hipertextual y que dialogue con un fenómeno cultural de gran importancia en nuestra época como son los videojuegos, obviados por la mayoría de autores contemporáneos. Sin embargo, el carácter críptico de muchas de las páginas de Piezas secretas contra el mundo alejará a gran parte de los lectores de una novela nada complaciente.