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Acta de una declaración de independencia estética para Magallanes
Por Carlos Labbé
Epílogo en Los fantasmas del viento, cómic de Óscar Barrientos Bradasic, Cristián Escobar y Mirko Vukasovic (Consejo Nacional del Libro y la Lectura: Punta Arenas, 2014
.. .. .. .. .. .
Tierra, aire, agua, ¿dónde está el fuego?
Esta invocación paradójica, anotada por un lector
santiaguino, occidental, metropolitano, masculino, letrado
al final de este libro magallánico, busca poner de
manifiesto –como lo hacen los trazos filudos de sus
figuras, los claroscuros en su entintado, la lírica de sus
diálogos– un desacuerdo, una polémica, una declaración
de independencia que es la base de Los fantasmas del
viento: se acabó el tiempo y el espacio para las estéticas
realistas, inseguras, anodinas, dependientes, ancilares,
psicológicamente limítrofes, urgidas por una validación
cultural ajena, externa, centralista: esa que exigiría a un
lector racional, santiaguino, occidental, metropolitano,
masculino, letrado. El tiempo y el espacio de estas viñetas,
de este epílogo, el mío y el de usted que lee, es propicio
para un complot donde cada localidad está definida por las
cercanías subjetivas, políticas y estéticas, donde
derechamente nunca entenderemos el estado de las cosas
si no vemos más allá de sus superficies. Eso está dibujado,
coloreado, escrito en los tres episodios de este libro:
debajo de una estancia fueguina no está el negocio del
petróleo, sino la promesa yugoslava de ciudad Nueva
Iliria; más allá del nombre de cierto viento típico no hay
material para récords de vuelo que traigan publicidad y
lucro a los dueños del avión, sino el cuerpo arrogante y
débil de quienes creen en dioses y por eso se creen dioses;
en las profundidades del océano antártico no existe la
posibilidad de la catalogación científica, artística ni
comercial, sino unas músicas de pianos que –fondeados
durante un naufragio– hacen bailar a animales monstruosos nunca vistos. Más allá de la tierra está el aire
y el agua, más allá del agua hay aire y tierra, y más agua y
más aire y más tierra. Un cómic es al mismo tiempo un
poema, una leyenda es una broma de circo, una novela es
un dibujo nada más. Esa es la propuesta radical de Los
fantasmas del viento. Ahí puede estar el fuego. Si
Barrientos, Escobar y Vukasovic publican su libro gracias a
una subvención del Estado de Chile es porque participan
de un complot contra los órdenes simbólicos que fundan el
Estado de Chile. Ahí también puede estar el fuego.
Es cierto que, respectivamente, cada uno de los tres
episodios que integran este libro reflexiona sobre alguno
de esos elementos pitagóricos a través de la yuxtaposición
de lo innombrable, que no otra cosa es el cómic; es cierto
también que cada una de sus autorías puede corresponder
a uno de esos elementos, que tal vez el dibujo de Vukasovic
es la tierra, el color y la tinta de Escobar, el agua, y el texto
de Barrientos, el aire. ¿Y dónde está el fuego? Aunque
Pitágoras me consideraría fantasioso, digo que está en la
colisión de los tres otros elementos. Digo que la chispa de
un arte –el cómic–, de una narrativa mayor –las aventuras
de Aníbal Saratoga– y de un país inventado por una elite
santiaguina, occidental, metropolitana, masculina, letrada –Chile–, una chispa incombustible que a la vez no termina
nunca de encenderse ni de incendiarse ni de iluminar,
surge del complot, del disenso, de la unión de lo que
parecía contrario ante un antagonismo enorme,
desgastado, cuyo nombre ya se vuelto intraducible para la
lengua magallánica.