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Piezas públicas a favor de la literatura
Piezas secretas contra el mundo, de Carlos Labbé. Edit. Periférica, 2014.
Por María Teresa Lezcano
Diario Sur de Malaga, 8 de marzo de 2014
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La última novela del escritor chileno Carlos Labbé, "Piezas secretas contra el mundo", no establece su hegemonía narrativa sobre capítulos sino sobre los niveles de Albur; el videojuego cuyo guión escribe la protagonista desde el extremo sur de Chile, donde se ha refugiado tras haber sido acusada de quemar la biblioteca noruega para la que trabajaba, en un gesto de rebelión ante la censura que esta entidad pretendía ejercer sobre el guión, cuya táctica consiste en que el jugador pueda saltar a etapas lejanas para eludir el "parásito que fija sus extremidades indistinguibles sobre las suyas para aprovechar el calor".
Como una Rayuela cortazariana virtual, cada final de nivel ofrece al jugador dos posibilidades electivas de futuros caminos -"Ese deseo de ir hacia lo variante o hacia lo frondoso se expresa en la decisión suya de reptar a una u otra etapa"- que a su vez modifican el paisaje inicial en el que "nos acordamos de que las cosas tienen una forma definida contra la luz, de que el aire trae 
resonancia, silencio, ruido, canto, separación, frescura, perspectiva, lejanía, profundidad, sombra"; y siendo atacadas sus aguas por la contaminación de la industria salmonera y por El Invertebrado, un virus que parasita letalmente los salmones -"un instante de vacío en que algunos salmones ciegos escapan por casualidad y nosotros entramos en su prisión"-; o sus bosques arrasados por un descomunal incendio o sembrados de cadáveres fragmentados, "Me pregunto dónde queda este lugar, Albur, en que todo el mundo está en sus huesos y los parásitos devoran el último residuo orgánico mientras el fuego se encarga de reducir el resto".
Diferentes opciones
No es únicamente la posibilidad del salto entre etapas no consecutivas el elemento que rompe, de manera tan elaborada como efectiva, la simetría del relato, aclimatando sus desniveles a los niveles internos del guión del juego y de la propia narración, sino asimismo las opciones que permiten el salto de una etapa a una nota o al diario adolescente de Alma. En las primeras, la creadora de Albur escribe en un cuaderno el proceso de su situación de desamor -"que te acordaras de cómo tendría que terminar ese poema tuyo donde el protagonista seguiría siendo un ser humano aunque hubieran cortado su cuerpo en ciento veintitrés pedazos"-; a la vez que va analizando las impresiones que, respecto del guión del videojuego, establece un investigador innominado que a su vez investiga el estudio del investigador número 1.323.326, "La comisión espera que yo emita una hipótesis y no una paradoja ni un tratamiento de filosofía griega antigua sobre el proyecto y sus consecuencias para esta oficina". En el segundo, se reproduce el diario de Alma, cuyo planteamiento anacrónico perpetúa la ruptura de simetría narrativa perseguida en la totalidad del libro. "27-09-2001. 16:36. Me caí a uno de los estanques de la Austral Salmón. Casi me destrozó una turbina pero mi nuevo pololo me pudo sacar a tiempo".
Trascendiendo el mero objeto de diversión que puede ser un libro, la novela puzzle de Carlos Labbé reivindica la literatura como un arma cargada -además de futuro- con granadas políticas y sociales que van atentando contra los propios atentados a los que la naturaleza está siendo sometida. Derribando a la vez los tópicos del humanismo como fichas de dominó puestas en fila, el escritor chileno deconstruye una historia para construir una denuncia multifacial que podría haber corrido el serio peligro de desequilibrar la balanza en detrimento de la literatura, pero que la densa belleza de la prosa de Labbé y su habilidad para provocar la reflexión del lector, salva reagrupando las secretas piezas sueltas contra el mundo en una perfecta unidad de piezas públicas a favor de la Literatura. Libro apto para lectores de un grado de exigencia de 7,6 en la escala de Valente (del 0 al 9, para los olvidadizos).
