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Carta al Ángel Recaudador de Impuestos Mortales

Por Carlos Labbé


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Old Genocide Joe, you son of a Bush,

Cuando tantas personas tenemos que salir a protestar a las calles sólo para poder decir que acribillar a miles de niños con bombas de alto calibre es crueldad sin justificación, significa que nuestra naturaleza humana está siendo puesta en duda y no toleraremos eso de ustedes, viejos sinvergüenzas, que simulan gobernar en todas partes y no lo hacen, nada más toman las peores decisiones posibles en su propio beneficio individual sin importar las consecuencias, porque viven en un infierno ciego de poder y dinero.

Si me preguntas por esa guerra tuya que siempre quieres comenzar en los asentamientos, si me preguntas por el poder policiaco de tus gobiernos estado-nacionales, si me preguntas por tus campos de concentración de personas inmigrantes, si me preguntas por tu cultura punitiva, tu fábrica de cárceles, tus películas y libros bélicos y tus constructoras de muros, mi respuesta es que tu negocio de las armas tiene que caer porque, como el intercambio capitalista más grande del mundo que es, sostiene a tu patriarcado occidental extractivo que esclaviza a personas trabajadoras, mata mujeres, elimina diferencias sexuales, destruye pueblos enteros, mutila infancias, quema selvas, asola bosques, extingue animales y a quien sea que se oponga a tu empresa de hacer explotar los cuerpos que no quieran prestarse para lavarte la riqueza con tu discurso de pertenencia, tu literatura, tus artes, tu deporte, y por eso debemos oponernos a cualquier uso de las armas, aun si por hacerlo nos quitas la vida de a poco o con una sola de esas cápsulas de muerte que cruzan las nubes y de repente lo convierten todo en mar.

Y que el mar de arriba, te exijo, oh Presidente de los Ángeles Exterminadores, no sea de ahora en más un privilegio reservado para quienes quedamos al alero de uno u otro imperio cuando conseguimos escaparnos del descampado, y que los cielos azules con todas sus metamorfosis dejen ya y de una vez por todas de ser espacio de aviones que bombardean la vida que ha crecido hermosa sin techo ni imperio, te imploro, te exijo, te reto a que por cada crimen tuyo cada respirar y cada suspiro nuestro busque el cese al fuego, el final de todas tus armas capitales de manera que tu generación de dirigentes decrépitos que ha construido un simulacro de realidad al que denominamos orden mundial —y tú y yo sabemos en lengua angélica ustedes llaman necrópolis— sean las únicas víctimas de su propia aniquilación, desde nuestros ríos interiores hasta el mar de allá arriba y mucho más.

Porque así como en los tiempos originales del patriarcado, espadas de fuego en mano y tronos ardientes, templos y volcanes, caían de a treinta mil y por cada lado se peleaban un arca donde, decías, moraba el dios que era el único, y se colgaban entre sí nombres horribles como hebreo y filisteo cuando era nomás una cuestión de mala vecindad la tuya, hoy es el momento de que te leamos a la cara la palabra flamígera que te quitamos, Prometeo Demente y Viracocha sin Sentido, para denunciar frente a quien sea que nos escuche el genocidio del pueblo palestino por parte del aparato estatal teocrático de Estados Unidos a través del gobierno corrupto de Israel y te juro, son of a Biden, que jamás conseguirás convencerme de que no soy humano, de que no tengo cuerpo mortal, de que mi propia vida tiene más valor y riqueza que la de esa persona cualquiera al frente sólo porque me cayó un rayo de sol sobre la cara esta mañana para convertirme desde la religión del poder a la religión de la muerte.

Porque aquí en este suelo viven seres humanos, Mr. Bidet.

Porque muy pronto estaremos junto a ti en tu lecho de muerte, anciano y enfermo Josafat, tan poderoso tú, y te preguntaremos: Are you still confident that an aircraft is stronger than the death sentence of a poem? Y te preguntaremos: una niña y un niño sonríen. Al fondo, detrás de ellos, ¿qué elegiste? ¿Una playa o los escombros?

Y te preguntaremos: cuando dejemos en masa y de una sola vez de pagar impuestos, ¿quién te dará de comer?

Porque, Señor Ángel Exterminador, no nos hemos conformamos con que mates en nuestro nombre. No abandonaremos nuestro endónimo, sea heredado o sea elegido, sólo porque tú has cambiado de apodo según cada momento político en la historia de la aniquilación.

Así yo escribo para que no te olvides de cuando gritaron por todas las esquinas que para abolir tu presencia castigadora debíamos irnos a la guerra contra las primas y los primos del sur, quienes para ustedes no sabían usar las palabras porque no pagaban sus impuestos, vinimos desde el agua a proponerles que si nos enseñaban a usar así esas palabras de ustedes nos iríamos con ellos a la guerra, pues no sabíamos que significaba la palabra guerra.

Entonces nos respondieron que si les proponíamos eso significaba que ya sabíamos usar las palabras, pero luego se enfurecieron cuando nos reímos a carcajadas del chiste. Ahora que ya saben de qué hablamos, aprendan su sentido velado, dijeron: por cada uso bien hecho, y se sonreían ahora, un impuesto. Así que a partir de la semana siguiente, sin señal alguna, dejamos de pagar todo tipo de impuestos. Éramos millones quienes a través de todos los barrios de la ciudad habíamos recibido el aviso, la contraseña, en forma de una botella que traía algo inusitado adentro.

Un huevo.

No sería fácil para aquellas personas que, como yo, vivían la mayoría del tiempo en la calle y en el tren, encontrar el mapa sonoro, cantado, esculpido, bailado, jamás impreso ni digitalizado para evitar la captura, por parte de la inteligencia de tu régimen, de los lugares de acopio y de los mercados de trueque que nos ofrecíamos en determinadas esquinas siempre cercanas a la línea costera de la ciudad. Porque otro tipo de embotellamiento se asomaba desde el mar, ya no tan distante, nunca más impenetrable como la desesperación de no poder asirlo sino en su música.  

 

 

 

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