Mi nombre es Carlos Leiton (1982), he escrito algunos libros de poesía y dos novelas, Casta diva (2021) y Paisajes de Laverna (2023). Me he dedicado a hacer talleres de escritura y me gano la vida como profesor de Yoga.
Estudio un magíster en Usach actualmente, lo que me ha llevado poco a poco al ámbito de la investigación, que ronda las temáticas de la experimentación narrativa en conjunción con la memoria, en mi caso.
En mis inicios comencé con estudios de Fotografía, lo que siento que para mí ha sido el germen de la novela Paisajes de Laverna, como soporte material (es un texto con fotos), y en general la visualidad me ha influenciado. Soy parte del colectivo literario Traza, con quienes hacemos talleres, investigaciones, y publicamos libros.
He trabajado también en dos proyectos ligados a la memoria barrial en Barrios Franklin-Sierra Bella, y el Barrio Huemul Norte, temas que asimismo me han mantenido en el tema de la memoria.
—¿De que trata tu libro “Paisajes de Laverna”?
—Uff, es una pregunta curiosa porque creo que siempre digo algo distinto: trata de la relación anónima de dos artistas amateur: Víctor, un chico de Santiago que está pronto a quedarse sin lugar donde vivir, y Ada, una chica con díscapacidad que vive en Buin.
Ada deja algunos de sus papeles en la basura, a la salida de la casa de sus tías-abuelas, donde vive, los que accidentalmente Víctor descubre y empieza a fantasear con ellos, a hacer un cómic-fotonovela que es una especie de libreta de notas que queda fijada en el texto. Víctor, a cambio, le deja a Ada fotografías en la zona de su basurero, las que ella encuentra y de lo que nacen otras elucubraciones.
Esto se cruza con una relación de amistad lejana con otro personaje, Manuel, con quien Víctor estaba un poco obsesionado eróticamente, y lo que hacen estos papeles encontrados es darle texto a las imágenes que Víctor toma con su cámara, fotonovela que de a poco se enfoca en explicar la súbita muerte de Manuel. En el fondo, lo que hacen los personajes, es escribir aparte de mí.
—¿Cómo nació la idea de escribirlo?
—Primero fue el misterio del nombre Laverna.
En los años que internet era pobre y Wikipedia estaba poco equipada, ese nombre me apareció como un jingle, una púa en el ojo que me venía a molestar como todas las visualidades de las marcas comerciales o los recuerdos involuntarios, sin explicación aparente. Después supe que era una diosa romana de los estafadores y ladrones, lo que me venía bien.
Luego fueron los paseos por la ciudad cuando estudiaba fotografía: comencé a interesarme por los rayados callejeros, y en cierta medida me interesé en la visualidad de lo que consideraba gritos sin traducción, rebalse visual que también mostraba la decadencia de las fachadas abandonadas, una metáfora del abandono, en verdad. Luego estuvo el impulso de encauzar tanto las fotografías tomadas como sus textos en un cauce que conformara sentido.
En verdad, el texto me surgió como una pregunta de estos recorridos, la sensación del hormigón en decadencia como también lo podría ser la piel muerta, Es un trabajo que se armó desde esta corporalidad.
—¿Con qué se va a encontrar el lector que adquiera este libro?
—Con una novela que no es del todo mía sino de sus personajes: es como un texto-muro: te encuentras con marcas, rasgaduras, voces al voleo, fotos y personajes que caminan por un laberinto mental.
Lo otro como me gusta pensarla es en una novela-libreta de notas: las consciencias están expuestas y asoman desde lo que inventan, ficción dentro de la ficción.
—¿En qué te inspiras al momento de escribir o crear una historia?
—No creo mucho en la inspiración, sino en los impulsos corporales, y como una emoción te traspasa y se escapa en dicho movimiento que luego pasa a las manos y conceptualiza, Y junto con eso los diálogos que uno establece tanto con las cosas, las lecturas, y de pronto ciertas épocas, ciertas vivencias. Funciona como acumulaciones.
Aunque se haga ficción y te alejes mucho en las máscaras, igual hay un yo que está padeciendo esas palabras, experiencias que le dan soporte a esas invenciones.
—¿Por que leer?
—Creo que todos tenemos derecho a una propia historia y contarla. Leer, pensar, recordar, son el primer paso de una emancipación, de una incomodidad consciente que nos acerca más a nosotros mismos. Por ende, para tener perspectivas y no caer en manipulaciones.
Creo que la lectura nos da la posibilidad de decir que no a muchas cosas, porque nos da la capacidad de experimentar desde nuestro yo y saber que las palabras son armas, pues tienen la capacidad de desestabilizar a otro. Si las usamos a nuestro favor nos mantienen firmes en nuestra parte genuina, sin sometimiento. Leer es mucho más que un tema de distracción. Por algo los libros son prohibidos ya sea por algunos sistemas políticos o ciertas religiones: porque suelen confrontarte.
Y sin confrontación, el ser humano es un ente que consume sin saber dónde está parado.
—¿Quienes son tus referentes al momento de escribir?
—Muchos, pero pienso en quienes se me vienen a la mente ahora: Pienso en Jean Genet y Djuna Barnes; En Mauricio Wacquez y Guadalupe Santa Cruz; En William Burroughs, Lezama Lima, Marosa di Giorgio...
—¿En que momento llego a ti el yoga, la terapia floral y el biomagnetismo?
—En la enfermedad. Sufrí mucho de mi cabeza y espalda a los veinte años e instintivamente me aproximé a unas clases de yoga a las que le guardo mucho cariño. Ahí comencé en trabajar mi control en cuanto a saber que había mucho de mis temas de salud debido a que no tenía relación con el cuerpo.
El biomagnetismo obedece a una seguidilla más específica para tratar articulaciones y sistema digestivo y, en el fondo, para no tener miedo a las enfermedades y evitarme ir al doctor lo más que pueda, cosa que he hecho.
Las flores las conocí gracias a Alejandra del Río, en su taller, excelente escritora que es muy integrada con los procesos de salud y creatividad. Para quien no conoce, las flores trabajan tu salud emocional, y yo que soy bien impulsivo, he notado el cambio en tener más paciencia.
Creo que esta inquietud surge como un cuestionamiento frente a lo tajante de los diagnósticos médicos, que nunca me convencieron del todo. En este tipo de terapias se perciben múltiples matices, pero requiere una toma de consciencia y empoderamiento previos. No resulta si vas con una mentalidad racional convencional. Requieren un salto al vacío.
—¿Sientes que en estos momentos la sociedad está más abierta a la terapia floral y al biomagnetismo?
—Creo que es relativo. Aún persiste esa desconfianza racional y, por qué no decirlo, patriarcal, que busca pruebas fehacientes y rápidas de algo.
Lo que a mí me han dado estas técnicas, al menos, es consciencia de que me puedo autorregular y no caer en estados de pánico, sino que las respuestas de mi salud están en mí.
Y también son una críba de lo que entregas: si consumes ciertas cosas, deglutes un destilado a partir de dicha mezcla: ocurre lo mismo con la escritura, el cuerpo tiene mucho que ver con eso.
—Últimas películas y series que hayas visto.
—No soy mucho de series ahora, me gustó mucho eso sí Maricón perdido y me reí con Machos Alfa, Películas que me rayaron hace poco: La telenovela errante de Raúl Ruíz.
Mitómana de Sepúlveda y Adriazola, es para mí una de esas cumbres del desenfado y de un tremendo manejo de lenguajes y capas narrativas. Otra ha sido Una canta, la otra no, de Agnes Varda. Otra: La Zona de Interés frente a la hipocresía de la complicidad. Y la última de Wim Wenders, Perfect Day.
—Últimos libros que hayas leído.
—Un libro que considero importante es de una argentina, Agua de Lía Chara, que trabaja una relación lésbica con un nivel de cuidado, delicadeza y tino que se convirtió en un libro guía. Te convertirás en un extraño, de Nicolás Campos Farfán, de una emotividad y cuidado de los personajes que me resulta admirable. He estado adentrándome en los cuentos de Armonía Somers, también.
En poesía leí Maravillas pulgares de Carmen Berenguer, y un texto de Adriana Pinda, poeta mapuche, Parias Zugun muy necesario conocerlo.
—¿Proyectos en los que te encuentres?
—Está ya confirmada la publicación de un libro de poesía para el próximo año. Ahora estoy cerrando un nuevo texto narrativo extenso que espero que continúe las exploraciones que vengo haciendo.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista con Carlos Leiton Tapia,
escritor, autor del libro “Paisajes de Laverna"
Por Patricio Sesnich Jr.
Publicado en El Longino, 14 de julio 2024