Autor de "Sobrino Único", "Las Viejas Amistades y Sueldo Vital", entrega su última colección de cuentos. "Aspiro a descubrir, no a crear. Todo está en la naturaleza". "Para mí es tan importante confeccionar un par de zapatos como
escribir una novela".
Desde su primera obra, "Sobrino único" (1954), los libros y cuentos de Carlos León han venido con intervalos, redoblando la imagen, singular y ceñida, de un escritor estricto y minucioso, apasionadamente frío en el manejo de su oficio, desconcertante siempre por su estilo de "isla" en nuestro medio; "más dibujante que pintor, puntillista lineal", como dijera Alone; "un refinado que implacablemente poda todo lo necesario, un observador de la naturaleza humana". Otro crítico, Edmundo Concha, aseguró: "Sus narraciones no tienen antecedentes visibles en Chile. Podría enseñarle a muchos escritores chilenos, campeones para rellenar paginas, el dificil arte de barrer para afuera". Neruda, Manuel Rojas, Pedro Montagna, Juan de Luigi, entre muchos, coincidieron en saludar su talento desde el principio. Hoy llega a su cuarto libro, RETRATO HABLADO, editado por Quimantú, tan ponderado, exiguo de palabras y colmado de sugerencias como los anteriores. Le anteceden SUELDO VITAL (19641 y LAS VIEJAS AMISTADES (1956) Tras los relatos, ondea el puerto, "con ese rumor sordo, remoto, naval y cotidiano que los porteños llevan en sus oidos como caracolas invisibles." (pág. 61).
Profesor de Filosofía del Derecho en las Universidades de Chile y Católica, preside la Comisión Paritaría interventora que estructuró planes y programas de Enseñanza de los estudios de Derecho, es abogado de la Caja de Empleados Particulares y llegó a Valparaíso, desde Concepción, en 1938. Nació en Coquimbo hace 53 años y está casado con una enfermera de Valparaíso, Eliana Pezoa Eyzaguirre. Ha vivido siempre en Playa Ancha, en una casa de un piso, frente al Hospital Naval. Padre de dos hijos, Carlos y Jaime. Se llama Carlos también el personaje que en el aire lúcido de sus cuentos toma el lugar del autor. Sin usar la primera persona, corporiza relatos, experiencias y recuerdos como si aludiera a otro, extrañamente inseparable, a la vez próximo y remoto.
EL HOMBRE DEL TRAJE BLANCO
Estamos con Carlos León en el Café Riquet, casi adentro de uno de sus cuentos, aunque "El hombre del traje blanco" no aparecerá entre las mesitas, con su rostro de "socarrona alegría moral". Evocamos cuando le presentamos a Schumann bajo la lluvia. Schumann con su traje blanco. ¿Cuánto tiempo hace? "Me gustaría saber en qué iba pensando cuando lo encontramos", le dijo Schumann. "En Valdivia", respondió Carlos. "Las primeras lluvias me llenan de provincias" (pág. 58).
"Se distrajo observando un conjunto de muchachas sentadas en torno a una mesa próxima a la suya, que al parecer celebraban un cumpleaños u otro acontecimiento similar. Formaban un conjunto gentil y colorido que a la distancia evocaba un jardín de invierno. Sonrió con melancolía pensando en los años interminables que debieron transcurrir para transformar la mirada ansiosa que les hubiera dirigido antaño, en la de ahora, tranquila y lejana, de un orden más bien botánico" (pág. 67).
Tras las cortinas del ventanal a la calle se ven los mismos "autobuses gigantescos iluminados y sonoros que llegaban y partían en una ronda interminable"
"Se sentó a su mesa favorita, que le permitía contemplar a través de su ventanal espacioso, cubierto por una cortina delicada y transparente, un ballet moderno formado por el ir y venir de la gente sobre el fondo móvil de los autobuses gigantescos, iluminados y sonoros.. " . . . . . . . . . . . .. . . . . . (Esperando a Schumann, en el Café Riquet.)
ESCRIBO LO QUE ME PASA
A las doce de este día, en el café solitario, nuestro entrevistado responderá calmo y sonriente a todas nuestras preguntas, en medio de "un olor trivial a torta de manzana, a jalea, a toda una humanidad sin sobresaltos ni quebrantos" (RETRATO HABLADO, página 56), que comparará "con los pasajeros del Titanic". (Id. página 60).
—¿Todos tus libros son autobiográficos?
—Absolutamente. Solamente escribo de lo que me pasa. Todos mis personajes son reales. Puedo avalar este juicio, porque yo mismo aparezco -y concretamente, como sabes, en "El hombre del traje blanco"
—¿Todos ellos se han reconocido a sí mismos?
—Afortunadamente no. El personaje femenino de "SUELDO VITAL" me preguntó: ¿Y quién es esa mujer tan bruta que aparece ahí? No le pude contestar que era ella. Después de ese libro, mucha gente me negó el saludo. Esto mejor no lo pongas.
—¿Por qué empezaste a escribir?
—Por la misma actitud del capitán de un buque mercante que ordena la mercadería para que el buque parezca buque y no Feria flotante. Como quien organiza el pasado para que la gente sea quien es. Si uno no organiza su vida, su pasado, es como "un clavel del aire". Esto se consigue por medio de la catarsis.
—¿Cuándo empezaste a escribir?
—Ya maduro, a los 35 años.
—¿Te gusta en general la literatura?
—No. Esos gustos están reservados a los exégetas, a los ensayistas y a los profesores de Literatura. Lo que a mí me gusta es la vida. Es distinto el que "gusta" en cambio de la literatura.
—¿Pero la vida se puede reflejar por medio de ella?
—La idea es que el creador no ama la retórica, ama la vida y pretende reflejarla en sus escritos. En cambio el objeto, la preocupación del ensayista es la literatura misma y no la vida. Es muy raro hacer coincidir al creador con el gastador.
—¿Qué opinas de los críticos?
—En general, la crítica chilena es generosa y estimuladora, pero están también los espontáneos. Estos suelen pasar directamente, sin escala, del semianalfabetismo a Marcuse o Sartre. Y en los intervalos que les deja la obra maestra con que van a deslumbrar a la humanidad, se dedican olímpicamente a hacer gimnasia sueca, es decir toman el primer libro que cae en sus manos y lo utilizan para lucir su abrumadora verborrea.
—¿Es cierto que no amas a tus personajes, como se ha dicho?
—Me parece que esa observación es un tanto incompatible con las categorías literarias y más bien podría formularla un anciano pugilista qué añora la memoria de su santa madre o un letrista de tangos. Con ese criterio habría que considerar a Joyce, a Huxley o Proust unos sádicos.
—¿Cómo consideras tú que reflejas como escritor a tus personajes?
—Hay dos maneras de referirse a ellos: con el criterio de algunos fotógrafos que antaño se especializaban en retratar a domicilio a las dueña de casa a las que privaban de años, arrugas y de kilos, y desafortunadamente también de verdadera identidad -y el otro, más respetuoso, que pretende reflejar a la gente tal como es, y que es, por lo demás, lo que perdura. Incluso, con respecto al amor a una mujer, uno la ama, si no es tonto, conociendo sus defectos, amar a un ser perfecto no tiene gracia. Se trata de ser amado y no de ser adoptado sin condiciones por las mujeres. Como ves, uno describe a los personajes y la gente puede odiarlos o quererlos.
—¿Tienes predilección por determinado tipo humano?
—Mi circunstancia es la que me ha obligado a reflejar determinados tipos humanos. Como no nací en la Costa Azul ni frecuento ambientes monárquicos, estoy condenado a escribir sobre lo que me rodea.
—¿Te consideras un creador, sin embargo?
—No. Aspiro a descubrir, no a crear. Estimo que todo está en la naturaleza. Lo que más puede hacer un artista es iluminar zonas ensombrecidas, pero que siempre estuvieron allí sin que nadie antes reparara en ellas.
—La crítica se ha referido a la calidad poética de tu obra; ¿la poesía sería para ti este descubrimiento a que aludes?
—Desde luego. Y más todavía, creo que no hay relato alguno de orden literario que se salve si no está impregnado de poesía.
—A este propósito, ¿qué opinas de la poesía de Neruda?
—Sería redundancia referirse a su valor poético, pero podría decir otras cosas. Decir, -por ejemplo- que Neruda ha secularizado la poesía y humanizado las cosas. Sacó la poesía de su topus uranus, su cielo platónico, y la radicó en la tierra. No habla del centauro, la sirena u otros entes mitológicos, sino del perro, el caballo, la cebolla, el gato, de las cosas. Desde otro punto de vista, desde Los 20 poemas de amor, la gente se enamora de otra manera. Antes, querían para siempre, o no habían querido nunca... pero después, "ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero". Es decir, Neruda le devolvió al amor sus atributos más precisos. Cuando una poesía logra trascender sus fronteras e influir en otros géneros, es simplemente grande. Neruda revitalizó las cosas y creó un nuevo Humanismo entre ellos y el hombre.
VALPARAÍSO
—Valparaíso está en tu último libro y en los otros: ¿qué es para ti la ciudad?
—Es simplemente la ciudad que habito. Y como habito en ella hace muchos años, está ligada a casi todos mis estados de ánimo. Pero hasta los más depresivos ceden ante la presencia, por ejemplo, de la ciudad que emerge de súbito entre la neblina como un oasis, cuando uno viene por la mañana de Playa Ancha.
—¿Por qué tardaste tan poco en volver de un viaje a Europa?
Nuestro entrevistado se sonríe: "Prefería la calle Condell, de Valparaíso, a la Rue de la Paix, de París".
—¿Por qué has dicho más de una vez que te sientes menos escritor que funcionario?
—Porque al escritor se le ha nimbado con un aura lejana y superior, en circunstancia que para mí es tan importante confeccionar un par de zapatos como escribir una novela, y cuando se considere al escritor una persona tan honorable y normal como un zapatero, no tendré ningún reparo en declararme escritor. Sobre la palabra "funcionario", es la palabra con que me gano el sustento, la entidad que ayuda a mantener unido el alma y el cuerpo, y sería un ingrato al no reconocerlo.
—¿Y de tu calidad de catedrático de dos Universidades, que tampoco aludes nunca?
—También me parece un título sospechoso por lo altisonante, aunque somos unos pocos los que somos profesores con título, que es diferente a profesores con un cargo. Yo les digo a los cabros: En Chile somos todos amateurs, no tenemos formación sintomática, como en Alemania, por ejemplo.
EL ESCRITOR Y EL ESTADO
El café se ha ido llenando de gente, surgida no se sabe de dónde. Son las dos de la tarde. "¿Dónde crees tú que andará Schumann?, pregunta inopinadamente. ¿Crees tú que le va a gustar el cuento?"
"Nadie que se convierta en un cuento puede dejar de apreciarlo", le contestamos; ya que aún nos quedan algunas preguntas. Y hablar sobre Schumann daría para una crónica completa.
—¿Cómo crees que puede el Estado influir positivamente en la creación literaria o estética en general?
—A mi juicio el Estado puede influir poderosamente en la creación literaria y estética en general, dando vida, progreso, creando nuevas industrias y nuevo espíritu, obras materiales que generen en torno suyo apasionada adhesión.
—¿Y el escritor, de qué forma puede colaborar con una línea nueva dentro del Estado?
—Simplemente escribiendo...
—¿De alguna forma determinada?
—Si. Con una extraordinaria realidad y honestidad. En este caso, si el instrumento que posee para penetrar la realidad es fino, necesariamente, y aunque le pese, tendrá que ser revolucionario, porque está calando en la Historia, que posee una misteriosa y oscura finalidad o teleología.
—Tú escribes sobre lo que te rodea. ¿Por qué en ninguno de tus cuatro libros, llenos de personajes, tomados de la vida real, aparece, por ejemplo, tu propia mujer?
—Te respondo con la frase de Huxley: "Sobre mi vida privada sólo puedo soportar la reticencia.
—¿Por qué?
—Ahí está la reticencia.
Y aquí ha estado Carlos León, este hombre ameno y sagaz, complejo, introvertido para escribir y deleitoso charlador, que con su modalidad de buen gusto insobornable, marca una digna huella en nuestras letras, que ojalá muchos aprendieran a seguir.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Carlos León: Retrato hablado de un escritor.
Por Sara Vial.
Publicado en La Nación, 5 de marzo 1972