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UNA NOVELA SOBRE EL MIEDO Y LA MALA ONDA.
A propósito de la novela Piel de Gallina de Claudio Maldonado
Editorial Inubicalistas, 2013
Por Cristián Rau
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“Envejeció rápidamente ese verano, por lo que cuando regresó a sus clases en otoño había pocos que no le reconocieron sin mostrar sorpresas. Su rostro, demacrado y huesudo, estaba marcado con arrugas, grandes mechones canosos le recorrían el cabello y andaba bastante encorvado, como si cargase un bulto invisible”. Esta cita, que proviene del libro Stoner, de John Williams, perfectamente podría ser parte de Piel de Gallina de Claudio Maldonado, ya que ambos textos comparten la desazón y la amargura del profesor frente a su trabajo en la sala de clases.
Si el libro de Maldonado se quedara en esto, es decir, en describir las desventuras e injusticias que debe sufrir un maestro en la educación pública, mi tarea de lector sería fácil: bastaría con reproducir con algo de rigor las discusiones sobre la reforma educacional en curso o, por ejemplo, analizar la complicada situación, en que se encuentran hoy, muchos docentes en todos los liceos y colegios a los largo de Chile. Ahora, si bien Piel de Gallina pretende hacer una crítica al Sistema Educacional, esa es sólo la parte obvia de esta novela, el resto es una aventura extrañísima y difícil de explicar. Lizardo, el protagonista, es un profesor que lleva 30 años haciendo clases en una Escuela Pública. Un día cualquiera, en una simulación de PLAN DAYSE, sufre un accidente que lo deja inconsciente y ahí parten sus correrías: despierta en una especie de limbo, en un mundo desértico regulado por milicos (sacados de la peor pesadilla de la dictadura chilena) y donde se ve obligado a hacerse cargo de educar a un grupo de pollos para ser sacrificados; todo esto para lograr su sueño: la jubilación anticipada. Sí, tal como suena. Lizardo debe educar a estas privilegiadas aves, que son parte de los mejores pollos y, como tales, deben recibir conocimientos avanzados para morir de la manera más sutil y así no dañar la carne. A un incrédulo Lizardo, le explican, de la siguiente manera la genialidad del fundador: “Don Abelardo pensó que los pollos debían ser criados de forma integral, engordando sanamente, preparando el intelecto y el espíritu para el buen morir”.
Claudio Maldonado decide meternos al intrincado mundo de la educación avícola con una sátira destemplada y sin concesiones: se desternilla de la risa de todo y de todos. Su cómica y extraña aventura parece una versión rural de Pink Floyd: donde los milicos de medio pelo chupan leche de burra de la misma pinga de los conscriptos; un montón de guano declama que él también tiene “derecho a amar” (Lucio Calquín) y, literalmente, el director del establecimiento va gradualmente transformándose en una pequeña rata (tal vez la misma que Pink, el niño de The Wall, protege).
Pese a que el humor, los excesos y las secreciones corporales son parte fundamental de esta novela, reside un texto repleto de mala onda y desesperanza. En este sentido, en Piel de Gallina, el autor le pega el palo al gato en varios temas que hoy son necesidades urgentes a nivel nacional: la mencionada educación, el lobby de los pollos (aquí Maldonado logra sus puntos más altos) y, sobre todo, la previsión social. Lizardo, nuestro sufrido héroe, aguanta todo tipo de vejámenes solo con el fin de poder retirarse de su vida de mierda un poco antes:
“- Yo no quiero morir aquí - le dice al milico que lo recibe-. Yo quiero volver.
-No tenga miedo, don Lizardo, si ACÁ la cosa es sin dolor.
-Es que yo quiero volver allá y jubilarme.
- Pero si usted no es viejo, además le falta mucho tiempo.
- Tengo 55 años.
- Don Lizardo, debería olvidarse.
- Quiero jubilarme apenas vuelva. Quiero verme jubilado,
- ¿Y por qué tanto deseo, don Lizardo? ¿Tiene alguna enfermedad?
- No, puro cansancio malo, pero ya no puedo más”.
Como su nombre lo dice, Piel de Gallina, es un texto, que pese a los desvaríos y rarezas varias, tiene como punto central el tema del miedo. Lizardo, y en general casi todos los personajes, están aplastados por el miedo, viven en un purgatorio sin entrada clara y sin salida. El mismo libro, en su carácter gráfico nos entrega, ya en la mismísima primera página, pistas sobre esto: antes de empezar a leer, vemos una bandada de bichos carroñeros sobrevolando a un moribundo Lizardo para que luego el texto nos comience a decir:
“Levanto la vista, en el cielo hay cinco jotes, hacen un círculo sobre mí, me quieren poner la corona de espinas y yo, ¡Diosito lindo, no quiero ser Jesús! A ése no lo creo hace años”.
Al releer este libro, para hacer esta presentación, me acordé del español Leopoldo María Panero, poeta que pasó más de 30 años entrando y saliendo de diversos manicomios y que murió este año. En Piel de Gallina se respiran varios tópicos centrales de la obra de Panero: la locura – claramente-, el humor, la erudición, el gusto por las secreciones, la homosexualidad, la sexualidad reprimida; pero, sobre todo, una mirada desconfiada hacia el hombre, que en Piel de Gallina, se traduce en el miedo. En el poema After Trakl, dedicado al poeta austriaco, Panero dice:
“Oscura es la frente del solitario
que vaga por el jardín en donde han muerto las estrellas
por el jardín inmóvil donde han muerto las estrellas:
y un pez
en el cielo resplandece
mostrando el sendero del excremento”
En una recensión, se le critica al libro de Maldonado, la decisión de llegar hasta el final, el resolver los conflictos y, de alguna forma, permitirle a nuestro protagonista la posibilidad de escapar de este Purgatorio pasado a mierda de pollo y a milicos. Desde mi punto de vista, esa crítica es errada, ya que al final de Piel de Gallina, no nos queda claro si Lizardo, finalmente logró jubilar hacia su paraíso soñado o hacia una eterna temporada en el infierno. En conclusión: El tejido de la estructura, la riqueza del lenguaje coloquial son elementos, entre otros aspectos, que hacen de Piel de Gallina una novela rara, necesaria, una invitación retorcida hacia la locura cotidiana.