Una transformación necesaria Comentario sobre Un nuevo sentido de realidad, el dilema de lo humano en lo social
de Francisco Letelier. Ediciones UCM, 2023.
Es fácil imaginar la variedad de caminos que unen la sociología y las otras áreas del saber científico y humanístico. Sin embargo, producto de la atomización del conocimiento, muchas veces todo se muestra como si poco tuvieran en común, o, incluso como si una franca incompatibilidad se presentara entre esta y las otras.
La exploración que nos propone Un nuevo sentido de realidad, el dilema de lo humano en lo social se construye desde un ensayo donde dialogan los saberes de las ciencias sociales y la vida interior de los seres humanos. Digamos que el autor, en un gesto integrador y crítico ante el saber sociológico, plantea una posibilidad de entender cómo esta sociedad capitalista (neoliberal) nos conduce a un estancamiento que, en un bucle sin memoria y porvenir, nos arrebata la posibilidad de transformar nuestra vida comunitaria perdiendo la riqueza de indagar en nuestra individualidad síquica y espiritual.
El diagnóstico parece estar claro, ¿pero tenemos alguna posibilidad de triunfo? Francisco Letelier, el autor de este libro, nos dice que sí, y que si nos valemos de las ideas que transitan entre las ciencias sociales y las humanidades podemos encontrar preguntas a las respuestas-verdades que día a día son alimentadas por el marketing y la estandarización de la vida. ¿Vale la pena, entonces, preguntarnos por el sentido de la vida?
A través de ideas que transitan entre el cine y la literatura, Francisco Letelier sintetiza una de las ideas fundamentales: no es posible la transformación social sino está comprometida la dimensión interior y tampoco es viable una vivencia espiritual sin que esté comprometida una sociedad justa e igualitaria.
En la primera parte del ensayo la invitación a imaginar el sentido de la existencia nos enfrenta al dilema de El Principito Antoine de Saint-Exupéry con el hombre de negocios, que en la actualidad sería un emprendedor que, sin necesitar de nadie de nadie le diría al inocente chiquillo romántico que deje de perder el tiempo, que busque planetas donde sacar provecho y así generar posesiones y oportunidades sin descanso y tal vez con eso emular a El Sin Cara de El viaje de Chihiro, que ansioso busca la aceptación de los otros ofreciendo tesoros a cambio de una buena onda. En definitiva, una existencia basada en la oferta, demanda y ganancia de todas las esferas de la vida.
Se podría explicar lo anterior como un acto natural de la sociedad y por ende pensarlo como tributario a la delimitación de un campo propio para el estudio de la sociología, sin tener en cuenta que hay algo más allá de lo social que es lo humano y que es un hecho anterior, un proceso que lleva quince millones de años, desarrollando un sistema genético-cerebro-sociocultural. Ante esta obviedad (y que parece que la sociología olvida) es donde no solo esta disciplina parece afectarse por el miedo a perder la totalización del objeto de estudio, también les sucede a otras, como la sicología que se ha concentrado en cómo las personas pueden adaptarse a las condiciones que la sociedad le impone a sabiendas que esta está profundamente enferma.
En la segunda parte de este ensayo se proponen ideas para encontrar las condiciones que nos permitirían asumir lo humano como la base, pero sin marginarse de lo comunitario. ¿Cuál es el drama fundamental del Sin Cara de Chihiro? Su apodo lo devela: no tiene rostro, no es nadie ante el mundo. Al no saber quién es, intenta llenar su vacío con la atención de los demás, estableciendo con ellos una relación enfermiza. El espíritu tiene un problema existencial. Tiene conciencia de sí mismo, pero no sabe cuál es su lugar. Sabe que existe, pero no sabe cuál es su destino. Hay cinco posibilidades para no sucumbir en el intento y salvarlo:
—Encontrarse con los otros para superar ese «trauma» de nuestra primera separación con nuestra madre al nacer.
—Trascender creando, siendo cómplices de esta potencia de la naturaleza, pero a la vez ciertos que si no superamos los fracasos o la impotencia seremos de esos villanos vengativos que odian porque el mundo les dio la espalda.
—La tercera es el arraigo, que proviene del destierro adámico que dejó al humano sin una tierra-naturaleza de la cual sentirse parte. El arraigo nos puede llevar a establecer un vínculo valioso con nuestro entorno, con nuestro barrio y ciudad, pero también puede dejarnos atados, impedidos de establecer vínculos con quienes están más allá.
—Pensar la identidad no negando la del otro, como lo hace, por ejemplo, el nacionalismo. La identidad se construye en un juego de relaciones. Cuando nos ensimismamos en nuestra propia identidad, lo que estamos haciendo es empobrecerla.
—La quinta es la necesidad de sentido o estructura, que surge de la conciencia de habitar un mundo que resulta extraño y del que no se forma parte naturalmente.
En la tercera parte del texto las preguntas continúan ¿Cómo y en qué ámbitos podemos participar activa y creativamente en la producción de nuestra propia existencia? Francisco Letelier nos da una luz en relación a lo comunitario, en tanto modo de convivir y reproducir la existencia desde la colaboración y la compartencia, una forma política que se ha adaptado durante cientos de miles de años a las necesidades que constituyen la naturaleza humana. ¿Por qué entonces, si vivimos inmersos en estos entramados comunitarios, no somos conscientes de que nos sostienen cotidianamente? ¿Por qué vivimos en la ilusión de que la vida social es soportada básicamente por relaciones que se dan en torno a la economía formal, al mercado y a las políticas del Estado? Estamos ante un desafío enorme. La construcción de una sociedad más humana necesita de una transformación interior. Esta transformación implica cuestionar nuestro papel como emprendedores-consumidores y hacernos conscientes de nuestros condicionamientos, tanto de los que provienen de la sociedad como de los que nuestra biografía enquista en nuestro psiquismo inconsciente.
El mundo real, ese que nos provoca nuestra propia revelación y revolución verdadera, parece estar tan cerca, como el de Truman, que al descubrir la falsedad y enfrentando la tormenta generada por el director del programa, después de pensarlo un momento, dice su famosa frase: «Y por si no nos vemos, ¡buenos días, buenas tardes y buenas noches!». Y haciendo una reverencia frente a la cámara, atraviesa la puerta hacia el mundo real.
Neo (el protagonista de Matrix) despertó viendo el horror de los colmenares de humanos transformados en baterías para alimentar a las máquinas. Había pasado toda su vida suspendida en un líquido viscoso, estaba débil. Permaneció durante días tendido sobre una camilla, con cientos de agujas clavadas que estimulaban sus músculos flácidos. Escapó hacia lo desconocido, a un mundo donde no tenía pasado, donde ni siquiera era una persona, a lo más un personaje, pero era el mundo real. Al igual que el Sin Cara, un espíritu astuto y manipulador, que terminó convertido en asistente de una bruja. No era un destino grandioso, era la realidad.
Es una forma de viaje el que nos propone este libro. Un viaje de autoobservación y autoconciencia, que permite poner entre paréntesis el papel que la sociedad capitalista nos impone como sujetos emprendedores-consumidores y experimentar un encuentro genuino con el entorno, con los otros y con nosotros mismos, más allá del «yo egótico». Entendiendo esto como el inicio para abrazar la idea de una búsqueda hacia la existencia de lo espiritual.
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Comentario sobre "Un nuevo sentido de realidad, el dilema de lo humano en lo social"
de Francisco Letelier.
Ediciones UCM, 2023.
Por Claudio Maldonado