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Muestra poética

César Millahueique Bastías

Imágenes del Rito
Santiago de Chile : Mosquito Comunicaciones, 2006, 43 páginas



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Siete

- Navega sobre un ojo hasta el infinito de un pájaro.-

En la pupila dilatada, trompes y danzas de choiques enamorados, escapan de esqueletos precolombinos, por tiuques esquizofrénicos y ceremonias que naufragan entre papas cocidas y chicha de manzana.

Las alturas del fuego regresan con la boca y el mundo amanece en el filo del machete, con animales que braman, un manifiesto de guerra y piedras que enrojecen en la hoguera del curanto, pifilcas emborrachan a los dioses y éstos gritan y paren la forma del cuchillo, abren el cordero para el mundo enloquecido de lenguas de guerreros bautizados al ñachi, de raíz desnuda, en la noche que se escapa, por la imagen de la Machi que baila, preñada de espíritus y de la siluetas que vuelan a la pupila dilatada.

No quiero estar libre de ningún pecado, al contrario quiero ser cada uno de ellos, hasta caer desnuda, iluminada por los tubos fluorescentes del sanatorio. Quisiera tener el idioma correcto para insultar a cuanto Dios se me cruce en la memoria, pero caigo a mi ombligo con los ojos llenos de lágrimas, cierro los ojos y lloro, lloro toda la noche hasta que los pájaros aletean el día, hasta que las vírgenes bajen a la playa. Las fogatas crepitan en la costa y borracha toco el Cultrun, entre los cuerpos que desnudos se entrelazan; El éxtasis del nquillatun transforma las hogueras en imágenes, mis amigas claman heridas y yo caigo de bruces en la arena llorando a gritos, por que éstas voces no vienen de la cruz, surgen de la tierra y me hablan en mapudungun señalándome el camino.

Caminó por esos barrios, vio a los amigos de infancia
envejecidos a trago lento, les acarició el rostro y luego aulló
como el quiltro que era

(...)


El dolor lo llevamos tatuado en la piel, caminamos ahora
con esos presagios hacia la aldea perdida, hacia la casa de la infancia.
Esos helicópteros vienen de vuelta, han tirado su carga en el mar
cubren el horizonte y pasan sobre el techo de los caseríos
Los ve, les sigue de reojo.



Ese hombre camina.
Piensa en la lluvia, en otra ciudad.

(...)

Todos miran en la tarde del parque.
Se alejan.
La silueta del hombre se queda en la tarde cubierta de diarios.


Se incorporó a las ánimas y marchó junto a los difuntos
mascullando entre flores secas, en esas piedras, en esas cruces
de caminos polvorientos, en esas bermas sin señales.
Antes de caer lapidado imaginó esos labios, cayendo en el
mar, entonces pudo recordar una copa vaciándose al fondo
de la boca...

(...)

Esos jinetes bajo el otoño buscan a la novia que se anuncia en el canto de las aves que se consumen.

Los wekufes han bajado por estas calles
Han cabalgado hacia estas riveras
Han prendido fuego a la ciudad
Marrichiweu —le gritan desde la casa de gobierno
Y el general Palacios dispara hacia el último combatiente
Al mapuche de Boroa
Que cae tendido con la vista fija en los Honken Hanters
Que aletean sobre aquellos cielos.

Al cerro Pindahue se imagina, subiendo.
Allí los asediaremos una vez más —dice en su agonía.

Asediaremos su guarida al Fuerte de Nuestra
señora de las Nieves de Boroa
No podrán contra esta memoria, no podrán.

Cornelio Saavedra ha salido a predicar por estas esquinas
Anunciando el fin de la historia,
alucina con sus arcángeles de fuego,
derramándolos sobre esas aldeas,
sobre esos desnudos cuerpos.

Lo vi, era invierno, fue en esas quebradas.
Yo estaba descalzo
Y llevaba una vara de coligüe
Los pájaros picoteaban una osamenta de buey.

He tenido muchas visiones —dije
Pero esta es la más terrible,
Como un atardecer en un espejo quebrado.
El coronel Urrutia navegando hacia
la ribera sur del Río Toltén.
Hacia los llanos de Putue... instalándose en la Villarrica.

 

 

Autorretrato del hombre entumecido

En el fondo de la sala
Un hombre se retuerce de dolor.

Suda de espanto.

En el centro de ésta
Un ojo reventado.

Ese hombre soy yo
Ese ojo era mío
El derecho.

 

 

Éxodo

Vio a un pájaro cruzar entre los árboles densos.
Vio a un grupo de gente dando vueltas sin destino.
Algunos mordisqueaban el pasto hasta hartarse.
Otros recordaban los surcos dejados en la tierra.
Esos ojos se humedecian en el paisaje.

Antes de caer borrachos se arañaron
el pecho y creyeron volar.

 

 

Teorema

El dolor permanece,
Se sienta junto a la cama
Y de vez en cuando nos guiña un ojo.

El dolor susurra una canción
Se desnuda lentamente y
Yace largas horas sobre nuestro pecho
Se queda alli
Tatuando su presencia.

El amanecer es la angustia que se presagia.

 


 

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