Última
entrevista a Adolfo Couve:
"Los Grandes
Artistas Viven la Eternidad Aquí"
Couve no fue
un escritor, un narrador profesional, como puede haber muchos y
buenos: fue un creador, un artista total.
..... Adolfo Couve
sabía que esta transcripción y edición de la conversación que
tuviéramos hace más de un año en el programa "La Belleza de Pensar" de
ARTV iba a ser publicada en "Artes y Letras". Trabajé en ella en
febrero; Adolfo me llamó para apurarme un poco. Estaba entusiasmado, íbamos a
trabajarla juntos, agregándole preguntas y respuestas sobre su último
texto inédito "Cuando pienso en mi falta de cabeza". Cuando
terminé el texto, que es el que ustedes van a leer, lo llamé por
teléfono a Cartagena y noté a Adolfo distante y
reticente.
..... Couve
desbordó los límites de la novela y entró en la poesía, que él
admiraba con fervor.
..... Desbordó
géneros y límites, que al final se hacen incómodos para los grandes;
por eso escribió una novela tan breve "que no tenía lomo", como decía
él irónicamente a propósito de su último texto. Finalmente, quiso que
esta entrevista se publicara, y por eso hay que hacerlo.
-¿Por qué te fuiste
de Cartagena?
-Primero, no sé por qué me fui a Cartagena,
me fui el año 83. Me quería ir de Chile. Pero me fui de Chile en
realidad, porque yo encuentro a Cartagena distinto a Chile. Como no
había plata ahí, no lo habían destruido todo, no habían convertido las
cosas en otras cosas. Había techos con árboles encima, había caminos
de ripio. Había recuerdos de infancia, es un lugar que uno ha vivido
ya antes ...por eso vivo ahí... Es duro, claro, yo tengo un camino de
tierra fuera de mi casa y hay vacas esperando; cuando voy a hacer
clases a Santiago me encuentro dos vacas sentadas. Cartagena es un
lugar marginal de verdad. Muchos escritores hablan de la marginalidad,
pero yo vivo la marginalidad.
-Ese retiro a
Cartagena, ¿tiene que ver con tu búsqueda del
realismo?
-Yo, antes de irme a Cartagena, me fui al
realismo, y me fui a Cartagena también porque se trataba de aprender a
hacer un ejercicio, aprender un oficio, yo quería eso. Y entonces me
di cuenta de que la prosa tenía una época de gloria, un gran
renacimiento entre la Revolución Francesa y Zola... La Revolución
Francesa fue la revolución más sangrienta que ha tenido el mundo, fue
la caída de todo el siglo XVIII, decapitaron al rey, vino una
dictadura de Napoleón y luego emergió una burguesía aprovechadora, que
no había arriesgado nada pero que quería testimoni; o sea, tanto la
revolución, el imperio y esa burguesía querían testimonio; o sea,
tanto la revolución, el imperio y esa burguesía querían testimonios
nítidos, no querían que los representara una pintura rococó del siglo
XVIII, no querían Rafael, Renacimiento, ni nada de eso, y tuvieron a
David, Ingres, que fueron sus rafaeles huecos, sus rafaeles
escenográficos. La prosa tuvo que ser también muy nítida, muy formal.
Por eso los franceses instauraron ese siglo de oro en la
prosa...
-Cuando un escritor
realista logra una buena descripción, ¿es como acceder a un estado de
iluminación?
-Es que el realismo no es sólo descripción,
eso es sólo una parte de la técnica realista. También está la búsqueda
del tema universal, que es muy difícil. Yo creo que, antes que la
descripción, lo más importante del arte realista es la búsqueda del
tema universal.
-¿Qué significa el
tema universal?
-El tema universal es lo que me pasó a mí,
pero que también te pasó a ti. Es muy difícil encontrar cosas que nos
hayan pasado a los dos. Todo el naturalismo y lo que viene después de
Zola es ya más bien destapar los techos del vecindario, contar lo que
le ha pasado a los demás. El tema universal no es algo que el lector
busque por curiosidad; las cosas por curiosidad se leen una sola vez,
los temas universales se recurre a ellos. Encontrar un tema universal
no es fácil, a veces uno cree haberlo encontrado pero no es así... Una
vez hallado ese tema, hay que abordarlo con distancia y ahí entra la
técnica del lenguaje y del contenido... Como se trata de una
literatura de distancia, el lenguaje no se puede comer al
contenido...
-¿Este trabajo del
realista implica un sacrificio del yo?
-Sí, por supuesto,
todos los realistas se ocultan, se anulan, no tienen biografía. No es
lo mismo una biografía de Velázquez que la biografía de Van Gogh. Yo
creo que el problema del realista es que es muy agnóstico, muy
escéptico y es muy amante de la vida al mismo tiempo. Entonces, tiene
que encontrar una fe, algo sólido en que apoyarse, y por eso busca
este huevo de oro, este arte por el arte; y no porque sea anacrónico
ni esteticista, sino porque necesita creer en algo.
-¿El artista realista
es un gran desesperado?
-Claro, el realista le tiene mucho
miedo a la muerte, tiene periodos de muchas depresiones y angustias, y
se afirma entonces en estas ecuaciones de perfección, síntesis,
economía de medios, de búsqueda de la esencia de las cosas, para poder
creer en algo y para poder rescatar del tiempo lo que sucede con las
personas con el tiempo; el realista le tiene terror al desgaste, eso
es lo que vemos en "Las Meninas", ese intento por sacar del tiempo a
esa niñita.
.....
Yo creo que se nace
realista, y por eso es una escuela tan combatida, tiene tantos adeptos
y enemigos...
-¿Tú naciste
realista?
-Sí, yo nací realista...
-¿Cómo lo
descubriste?
-Porque como pintor no era capaz de llegar a
ese ajuste, me faltaba dibujo, tenía deficiencias en mi construcción;
era un pintor de la mancha muy espontáneo, pero no era capaz de armar,
de llegar a la forma... En cambio, cuando empecé a describir, me di
cuenta de que era capaz de armar un párrafo que estaba bien, que tenía
el sinónimo completo, que tenía la sintaxis perfecta y eso me dio una
alegría, me pude apoyar en eso, me dije: tengo mi religión, una
religión con muchos riesgos eso sí...
-¿Cuál es tu
sueño?
-Mi sueño es tomar todo Merimée, Renand, Flaubert,
todo eso y asimilarlo como yo lo asimilé durante tantos años, pasarlo
por la experiencia de todos los inmigrantes, de toda América y
devolverlo a la fuente. Lo que ocurre es que la fuente está pasando
por un mal momento, porque ellos están leyendo a García Márquez.
Francia ha decaído mucho después de los 50.
-Al leer tus libros
infiltrados en el realismo riguroso y extremo surge una honda
melancolía...
-Sí, porque el realismo tiene eso, el
realismo se conmueve con las personas anónimas, los personajes del
realismo son siempre personas anónimas, una espalda, los zapatos de
una persona... Hay mucho humor, un humor triste y un amor también... A
mí me gustan los perdedores, no me gusta el éxito, me gusta el dolor
humano; entonces es bonito que una escuela estética, el realismo, los
lleve a ser protagonistas. Por eso puede provocar rechazo, porque el
realismo es lo menos exitista que hay, por ese amor por lo cotidiano,
por los personajes perdidos; eso me interesa a mí, encuentro que hay
mucha intensidad en lo marginal. Todo eso colinda con la belleza. La
belleza se da siempre por el lado de lo áspero, yo sé por donde va. La
belleza, no va por lo "lindo".
-En "La Lección de
Pintura", Augusto, el joven talento, descubre en un negocio de pueblo
que les a belleza, no la descubre en la academia. ¿Por qué para ti la
belleza está en lo deteriorado?
-No sé, pero ahí está- es
que no sabemos lo que es la belleza, la belleza es esquiva, yo sé
dónde no está.
-¿Dónde no
está?
-No está en los malls ni en el fútbol ni en las
teleseries, ni en lo brillante, ni en el arribismo, ni en la gente que
corta los árboles y no respeta la naturaleza.
"El realismo no es
sólo descripción, eso es sólo una parte de la técnica realista.
También está la búsqueda del tema universal, que es muy difícil",
comentó Couve.
Detalle de "Las Meninas" de Velázquez
-¿Por
qué?
-Porque cuando una cosa es bella como la "Gioconda" o
las pirámides, esa cosa ya está dentro de la enumeración de las cosas.
Es lo mismo decir mar que decir pirámide, es lo mismo decir árbol que
madonna de Rafael. Esos son artistas extraordinarios que han podido
poner en la lista de lo que existe lo que no existía y que la
naturaleza necesitaba.
-¿El arte acerca al
artista al absoluto?
-Yo creo que el problema es que no
sabemos donde estamos parados, porque estamos buscando una seguridad
que no existe y en realidad estamos en un planeta que está suspendido
en el espacio y sujetos por unas leyes que no controlamos. Entonces
uno dice: "Yo no pedí nacer y estoy aquí mirando el cielo, no entiendo
nada". Uno tiene derecho a ocupar su vida para entender algo, es un
derecho de uno saber más o menos de qué se trata, aunque sea
intuyéndolo.
..... Entonces
cuando uno hace algo bien hecho, uno entra en el concierto de un
cierto orden y de un programa que existe. Entonces uno se puede morir
tranquilo... Creo que la existencia y la realidad están dentro de un
programa muy violento y muy veloz, entonces no cabe la mediocridad; un
médico mediocre o un poeta mediocre es grave, un abogado mediocre
también lo es; pero ser un artista mediocre es lo más grave que hay.
Es lo mismo que una monja pagana o una monja escéptica.
-De tus libros
anteriores a la "Comedia del Arte", ¿"El Pasaje" fue el que más se
acerca a ese orden del que tú hablas?
- En la decada de
los 70 hice cuatro novelas, que es lo que los argentinos pusieron en
una sola obra, convenciéndome de que se trataba de una sola cosa.
Entonces fui pasando de "El Picadero" al "Tren de Cuerdas", a "La
Lección de Pintura". Me fui poniendo metas: "El Picadero" era la
epopeya personal, no me gusta eso de la familia, pero de todas maneras
yo lo hice con distancia, lo hice como una composición. Después hice
"El Tren de Cuerdas", que era oponer una cosa oscura a la naturaleza.
Era una cosa de claroscuro, yo creo que esa novela tiene que ver con
la luz, es una novela de la luz. Y después hice "La Lección de
pintura", porque me interesa ese neoclasisismo, quería dibujar con el
párrafo, yo quería hacer ingrávidas las figuras que están con el
contorno perfecto y equidistantes con todo su centro. Yo quería
trabajar el dibujo, es mi dibujo "La Lección de Pintura"; pero cuando
hice "El Pasaje" abordé la ciudad, abordé una cosa muy peligrosa en la
literatura, que es hacer vivir el tiempo y el espacio de la novela
misma.
-¿Puedes explicarlo
más?
-Es una de las cosas más graves que existen, porque
te despersonaliza totalmente, te desrealiza... Por ejemplo: se
arrienda la casa, después llega la mudanza, después sacan los muebles,
en el otro capítulo ocupas la casa. Aunque sean cuatro capítulos, esa
secuencia es muy difícil de explicar con palabras... De todas maneras
esa secuencia hace que el escritor se haya anulado de tal manera que
está viviendo ese tiempo y ese espacio que va sucediendo ahí... eso es
muy peligroso. Por eso con "El Pasaje" yo me enfermé, dejé de escribir
diez años... No podía volver a la realidad, me había metido tanto en
esa otra realidad, la intención mía había sido vivir eso, no podía
volver, estaba despersonalizado.
-La vocación por el
arte, ¿es un oficio o un destino?
-Yo creo que el arte y
la belleza son un destino, te tocan, tú eres una pila de no sé quién,
que te cargan... Y buscan personas bastante pobres, nosotros somos
bastante vacíos, bastante pobres, tenemos un yo castigado... Si uno
escarba bien la realidad, descubre una lucha tremenda entre el bien y
el mal, es una lucha feroz. Hay una lucha subyacente entre polos muy
grandes. Los artistas participan directamente de esa lucha.
-¿No le has temido al
fracaso?
-No, porque es difícil que yo fracase, y lo digo
con humildad, porque uno sabe cuando las cosas están bien hechas. El
fracaso es la ansiedad, es apurarse, es cumplir demasiado con el
editor.
¿Cuándo aparecen en
tu obra los arquetipos?
-Un día me cayó este regalo, el de
la "Comedia del Arte", que es realmente un arquetipo, un libro que yo
considero muy importante para la literatura chilena. Creo que soy el
único escritor que ha abordado un arquetipo de esa manera, y ese
mérito me queda grande a mí, no lo estoy diciendo como
autor...
-¿Divides la
literatura entre la que trabaja un tema y un
arquetipo?
-La búsqueda de un tema universal es ya un
mérito, lo que te sucede a ti me sucede a mí, pero un arquetipo,
guardando las enormes distancias , claro está, es lo que les sucede a
Fausto, al Quijote.
-¿Cómo abordaste el
arquetipo en "La Comedia del Arte"?
-Lo que hice fue usar
el sistema realista, hice un gran cataplasma, un cataplasma
arquetípico, tenía bastantes páginas, me demoré mucho y cuando lo leí
estaba todo muerto y lo quemé. Yo quemo todo lo que no me sirve. Seguí
trabajando el arquetipo; entonces, hice otro cataplasma, ni siquiera
mejor que el primero y también lo quemé... Pasó un año, y un día
estaba escuchando "Don Giovanni", de Mozart, que es un arquetipo, y vi
la soltura con que Mozart entraba y salía en la escena, la liviandad,
la transparencia. Entonces dije: "estos personajes arquetípicos son
muy transparentes, no tienen hueso, no tienen carne, no tienen nada,
son símbolos puros, son ideas. ¿Qué hago yo que tengo este tema
arquetípico, no encuentro cómo vencerlo y he fallado dos veces?
Entonces yo mismo me respondí: "lo voy a contar no más, voy a contarlo
tal cual es, no tengo más talento que contarlo, no soy Mozart, ni
Goethe ni Cervantes". Entonces escribí esto con libertad, y
funcionó.
-Para ello, ¿te
sirvieron tus experiencias creadoras anteriores?
-Me
sirvió también de cierta forma, me dio libertad, me la había ganado,
pero no me sirvió más que para eso... Es lo mismo que pasa con el
Tiziano, que en la última etapa de su vida pinta al revés... Los
grandes artistas pintan mal también, porque ya conocen tanto pintar al
derecho que pintan al revés y es muy maravilloso cuando un artista
pinta al revés, acercándose mucho más a la belleza cuando lo hacía
perfecto, ¿entiendes?
-Y ahora, ¿qué
viene?
-El problema mío es eguir... yo ya no puedo volver
atrás, no puedo volver a la novela realista, tengo que continuar con
esto. El problema es cómo sigo, pero ya tengo una segunda parte de "La
Comedia", pero tiene veinte páginas, porque todo en la vida se va
achicando, uno también se achica. Un profesor que hacía una clase del
Tiziano y que hace veinte años duraba dos horas, esa misma clase dura
hoy un cuarto de hora. Porque el ser humano sabe dos o tres cosas bien
y después aprende a decirla cada vez con menos tiempo. Yo creo que el
arte lleva a la poesía, a la síntesis siempre, a la economía de
medios.
-¿Te interesa la
poesía?
-Yo no soy poeta y es lo que me gustaría haber
sido, porque es lo más grande que hay. Es la musicalidad más grande
que hay, es el contacto más grande con el misterio. Me encantan Eliot,
Pound... Me fascina cómo Eliot, por ejemplo, mete el discurso
cotidiano con los retazos de historia y cómo hace eso verídico. Yo me
acerco con mi prosa lo que más puedo, y quiero llegar lo más cerca que
sea posible de la poesía... me gustaría arrimarme a ella.
-Dices que la poesía
conecta con el misterio. ¿Has tenido esa experiencia?
-Yo
creo que hay momentos de cosas logradas en que tú puedes percibir la
eternidad, sentirla. Si uno tuviera el equilibrio que tiene un gran
artista para hacer uno cosa bien hecha, tiene que estar muy bien
situado, tienen que coincidirle muchas cosas. No existen grandes
artistas depresivos, no puede ser, uno tiene que estar bien, cuando
uno está bien, se puede conectar, se pueden hacer cosas bien hechas,
parece que uno percibe la eternidad, y es tan cansadora la eternidad
que uno prefiere que no exista para uno. Yo creo que los grandes
artistas viven la eternidad desde aquí.
.....
Cuando fui a París la primera vez, estaba tomando desayuno y alguien
me dijo: "Adolfo, por qué no va al Louvre". Yo vivía en la calle
Richelieu que estaba frente al museo y entré a la gran galería, fui
reconociendo al Tiziano, todas las cosas que yo había conocido las fui
encontrando en su verdadera dimensión, pero cuando me enfrenté a "La
Gioconda" me puse a llorar, me impresionó profundamente, fue más
fuerte que mí, por que vi a mi abuelita, a mi hermana, no sé, a mi
mamá, no sé lo que vi, pero me impresionó profundamente, lloré, me
salió de adentro, no sé lo que me pasó... "La Gioconda" es una pila
muy cargada, te devuelve mucha energía... está en un punto
extraordinario.
-¿Cuál?
-El rictus está puesto en tal punto
de sutileza, de tal ambigüedad, que la sonrisa pasa a pertenecer al
que la mira, y si yo la miro sonriente, ella sonríe, y si la miro
serio, ella se pone seria. Tan lejos de nosotros está con ese
tratamiento del esfumato que no sabemos de qué se trata, porque todo
ese trabajo sobre mordiente, todo ese trabajo de veladura sobre
húmedo, no se sabe cómo está hecho, por eso Leonardo no ha tenido
ningún discípulo... Entonces ese cuadro, con esos dos paisajes
disímiles que son recuerdos de infancia y toda esa ambigüedad, ese
color telúrico que es tan intenso, es la tierra mujer sin edad, que
las tiene todas, esa mujer con esos dos sexos, todo eso nos habla de
lo que le interesaba a Leonardo, que es el fin del mundo...
-¿Te estás refiriendo a una dimensión
esotérica?
- Sí, yo creo
que sí, yo creo que uno percibe cosas, como te decía antes, esta lucha
entre el bien y el mal, entre fuerzas absolutas. Por eso hay que
distraerse también, porque si no te toma esa fuerza y te puedes hacer
daño, tú te puedes ir al abismo con el arte o te puedes ir para
arriba. Uno tiene que defenderse también ante esas
fuerzas...
-¿Por qué te apasiona
tanto la luz?
-La luz es el cuerpo, es lo que es, la luz
hace el cuerpo, hace volumen, hace materia; la sombra es al revés, es
lo que no hay, es la ausencia de luz, la ausencia de color, el hueco.
Yo creo que todo está muy armado en la naturaleza de eso, lo que
sobresale, lo que se hunde, ahí hay un misterio entre esas dos
consistencias, se va hacia adentro, hacia la nada y lo que trata de
ser.
Novela de la Luz.
"La Ronda nocturna", de Rembrandt
-Nietzche dijo:
"Todas las cosas quieren hablar en símbolos". ¿Se puede aplicar esa
reflexión a la luz y la sombra?
-Es una cosa rara, si uno
se fija en "La Ronda Nocturna", por ejemplo, no sólo está basada en el
claroscuro, en la sombra, en la luz y en la mediatinta, sino que
además hay un personaje central que representa la sombra y otro que
representa la luz. "La Ronda Nocturna" es un diálogo entre la luz y la
sombra, y eso es maravilloso. Yo no sé si Rembrandt tuvo tanta
conciencia de eso. Hay un personaje enteramente de negro que se va
hacia adentro y un personaje enteramente de blanco que se viene hacia
afuera. Cuando el tema de un cuadro como éste es el lenguaje del
mismo, la mente no alcanza a poder saber de qué se trata, se nos
escapa, es demasiado complicado, cuando la sombra y la luz se han
vuelto personajes, se han personificado en un diálogo, nosotros
podríamos pensar que hay algo. Eso es especulación, por eso no quiero
nombrar el bien o el mal, no sé cómo es la cosa realmente. Ahora, anda
a saber tú si entre el infierno y el cielo hay su
recadero...
-Por último, ¿cómo se
da la coexistencia entre el pintor y el escritor?
-Yo como
pintor he sido bastante flojo, irregular, tengo facilidades, pero no
me he dedicado mucho y no me he jugado como me he jugado en "La
Comedia del Arte". No se puede ser dos cosas, es muy difícil porque
son distintas actitudes.
..... La pintura
me ayudó a escribir y la literatura me ayudó a pintar. Yo pinto mis
carboncillos mis cosas, las guardo pero no las muestro, están bien
hechas, son esenciales, me dan gusto a mí, pero con lo que yo salgo
afuera a pelear es con estos libros. Con la pintura me iría bastante
mejor, estaría contento y saldría a hacer paisaje. Es bastante feo
salir con el paisaje a la edad mía, sentarme en el rompeolas, capaz
que lo haría, después volvería a tomar té y estaría con la sensación
del deber cumplido... pero no, es feo todo eso. Yo creo que le he
aportado mucho más a la pintura joven con "La Comedia del
Arte".
Extracto editado de la entrevista realizada en el
programa
"La Belleza de pensar" emitida por el canal
ARTV.