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NN de Julio Espinosa
La realidad y memoria como cárcel del lenguaje

Claudia Posadas

 

El presente texto fue leído en la presentación en México de NN, de Julio Espinosa, en septiembre de 2008. El acto, en el que participaron Claudia Posadas, organizadora del evento, y Alejandro Tarrab, se llevó a cabo en la Hostería La Bota del Espacio Cultural Casa Vecina ubicado el Centro Histórico de la capital mexicana gracias a la generosidad del poeta y gestor cultural Antonio Calera.


La llamada “Generación de los 90” en Chile, que en México equivale a la de los poetas nacidos en los 70, porque en Chile la ubicación de las generaciones no se determina de acuerdo con la década en la que nacieron, sino con la década en la cual se detecta la presencia activa de una obra, es una promoción que, como ha dicho en México, en la ciudad de Puebla, Puebla, el poeta e investigador Rodrigo Rojas durante una lectura de su trabajo poético, esa ocasión, gracias a la labor de promoción del poeta y académico de la Benemérita Universidad de Puebla, Alí Calderón, reconoce la gran tradición a la que pertenece, pero que también ha buscado una voz y apuesta estética propias para diferenciarse de sí mismos en tanto sus divergencias estéticas y de su mencionada tradición, en pos de una fuerza literaria que conlleve una presencia real, susceptible de ser considerada y reconocida en su originalidad y particularidad. Se trata entonces, de una serie de individualidades que se distinguen poéticamente tanto de sí mismos como de su contexto histórico- literario, como afirma el poeta que esta ocasión nos amerita, Julio Espinosa. En ese sentido tenemos una diversidad y riqueza de apuestas y discursos literarios muy interesantes y serios, y un grupo de importantes autores que a nivel internacional han destacado.

Julio Espinosa, por supuesto, forma parte de este ámbito y características. El suyo es un discurso permeado por su tradición a nivel temático y sensitivo, pero interesado en mostrar sus cartas de navegación personal, tal como pudieron percibir y expresar en el Acta de Premiación y en su calidad de jurados del IX Premio de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz otorgado en México y que correspondiera en 2007 a NN, de Espinosa, la poeta Blanca Luz Pulido (quien ha visitado Chile y ha sido reconocida por grandes y entrañables voces de las que se menciona el poeta de Valparaíso, Juan Cameron), el maestro Adolfo Castañón (uno de los críticos literarios más importantes en Latinoamérica y editor de las Obras Completas de Octavio Paz en el Fondo de Cultura Económica), y el poeta Luigi Amara (uno de los más reconocidos exponentes de la generación de los 70 en México):

Reunidos en México, en Orizaba con Álvaro Obregón se concede este reconocimiento por la precisión y austeridad de sus enunciados, así como por sus facultades para la innovación sigilosa. Pese al dificilísimo tema que elige, porque refleja el tiempo presente, NN logra expresar con pulcritud su idea de la composición verbal sin caer en telarañas retóricas”.

Así, desde este enunciado, se expresa la apuesta del libro, una apuesta que busca conjugar una estética del lenguaje con la realidad, en este caso, con una realidad totalmente politizada y llena de dolor por las heridas abiertas y por los puentes que todavía quedan tendidos en el aire como lo es la chilena, estética que, además, es intrínseca con una tradición poética y una historia, como se dijo. Desde los exactos epígrafes que abren el libro, como lo ha dicho la crítica chilena, se señala tanto el carácter del volumen, como a la tradición a la que pertenece. En buen mexicano, diríamos, que Julio Espinosa no niega la cruz de su parroquia. Cito dos de los epígrafes:

“Tras la palabra está el caos. Cada palabra es una raya, un barrote, pero no hay ni habrá nunca suficientes barrotes para hacer la reja”. Henry Miller.

“A partir del golpe de estado de 1973, la política de exterminio comprendía el establecimiento de sectores dentro de los cementerios donde se enterraban cadáveres no identificados bajo las siglas NN”.

Maxine Lowy, Memoria y justicia.

NN entonces, es un libro de su memoria y de su tiempo. Un libro impregnado, como una característica de la poesía chilena en general, de lo político entendido no como un discurso, sino como una ética y una voluntad, como una melancolía de la derrota y la rabia, como una fuerza y una energía, aspecto que por cierto no sólo se identifica después de la dictadura, sino que tiene sus precedentes, ya lo señala el crítico chileno Gonzalo Contreras en Poesía Chilena desclasificada (1973-1990), una de las más recientes y amplias muestras poéticas contemporáneas, sino en los “escritos políticos de Gabriela Mistral, en Huidobro y su ideario libertario contra el nazismo, la rebeldía de Pablo de Rohka, y en Neruda y su defensa de la Guerra Civil Española.”

La poesía chilena, pues, tiene su fuente de vida en esta voluntad, ya sea de manera evidente o subyacente, sutil o no, pero presente de una o cualquier manera. Como dice el mismo Contreras: “En Chile siempre ha existido una íntima relación entre poesía y política. Una relación que es inagotable en sus matices, sugerente en sus variantes, directa, elusiva, irónica, lúdica, solemne, culta, popular, vanguardista, hermética, sarcástica, irreverente. En suma, una relación que va más allá de lo meramente poético y político, una alquimia que en su accionar redime lo humano, el nitzcheano demasiado humano”.

Poesía y política como una fuerza y una energía, como se decía, pero una fuerza y una energía que fluye por la red nerviosa no nada más del significado sino de la estructura y de la propuesta estética, es decir, hablamos de un lenguaje en comunión con lo político, aspecto también inherente a la tradición de este país andino. La connotada crítica chilena Nelly Richards lo dice: “Quizás deba invocarse la capacidad que tiene la censura de empujar las obras a remodelaciones de lenguaje”. En Chile, la dictadura no permitió que la literatura diese cuenta del momento histórico de ese entonces, por lo que, para expresar esta realidad varios escritores tuvieron que efectuar una resignificación, una desrealización, una fragmentación (e incluso una traspolación a otros lenguajes) de su materia expresiva, la palabra, para hablar de esa realidad. Así se pueden leer los discursos vanguardistas contemporáneos más representativos de este contexto, como Purgatorio, del poeta Raúl Zurita, y Lumpérica, de la narradora Diamela Eltit.

Pues bien, NN es hijo de esta ética-estética chilensis, de esta comunión entre política y lenguaje, aunque, sin embargo, como bien lo señalaron los jurados mexicanos, cuenta con su grado de innovación. Entonces, si bien en Julio Espinosa se encuentra este nervio axial y, este nervio de palabras inherentes a dicho tejido, también se halla una vuelta de tuerca no a esta tradición pero sí a la forma de abordarla, es decir, como buen exponente de su generación, una individual apuesta de lenguaje.

Por otro lado, aunque vinculado (en México diríamos que va junto con pegado), a estas alturas el lector de NN se preguntaría que, además de la tradición, de dónde viene esta voluntad política. Viene, por supuesto, de un golpe de la existencia, pero también, intrínsecamente, de un golpe de voz que anuncia ese golpe vital, golpe de voz que conformaría, mas adelante, la urdimbre político poética del autor. Habrá que remontarnos a ciertos antecedentes biográficos del poeta, explicados por él mismo en una reciente entrevista para la prensa española: De padre dirigente comunista del gobierno de Salvador Allende, de muy pequeño su madre les enseña callar la identidad del padre. Dice uno de los poemas cruciales de NN:

1983: Si vienen preguntando por tu padre
tú no conoces a ese señor.
Recuerdo íntegra la frase
y recuerdo el estremecimiento.
Afuera 1983
Nunca más
las palabras fueron lo mismo que hasta entonces
y menos la realidad

Nunca mas las palabras fueron lo mismo y menos la realidad. El golpe del significante que anuncia el golpe del significado: el vacío, la ausencia del padre, el silencio como una manera de sobrevivencia, la incertidumbre, la derrota, el dolor, todo como un monstruo, una sombra interior cotidiana y que de maneras evidentes, sutiles e incluso imperceptibles, pero siempre constantes, ennegrece la experiencia; una sombra que en su garra monstruosa e invisible, no es posible expresar en su totalidad, es decir, no es posible aprehender los intersticios que subyacen en los actos y hechos humanos que dicha sombra permea, y he ahí, que en dichos intersticios, que finalmente significan una realidad no oficial, no susceptible de ser nombrada arbitrariamente tal y como hemos connotado nuestra razón del mundo, se encuentra la apuesta estética y la innovación de NN: el autor, en lugar de crear “remodelaciones de lenguaje”, diría Richards, retoma, para darle voz a ese nervio oculto y subyacente de lo político, a esa sombra de lo no coptado lingüísticamente por la percepción dominante bajo la cual significamos, la hiperreferencialidad absoluta y la crudeza, no desde una retórica del lamento, sino desde una austeridad y precisión.

Lo pusieron al frente
Le pegaron un palo en medio de la cabeza
Después le rajaron el cuello
Lo desangraron
Acto seguido, lo despellejaron
Partieron su carne a trozos
Después volvieron a partirlo en más trozos
Y para finalizar
cuando ya no quedaba ni rastro de él
más que la grasa pegada en el asador
alguien dijo que eso era un
cordero.

El autor busca expresar el dolor y su historia política, desde el misterio, la extrañeza, de los Non Nomine, NN, lo no nombrado, lo no dicho por la construcción de la realidad bajo la cual funciona nuestra cosmovisión. Asimismo, la realidad ya no hay que ocultarla como en la dictadura, aunque como buen chilensis poeticus, la palabra, el lenguaje, debe seguir siendo carne del hueso que la sustenta. Para Julio Espinosa, el lenguaje debe ser evidente, debe rescatar esa memoria de cientos y cientos de cuerpos sin rostro, cuerpos en los cuales colgaba la etiqueta de NN, desconocidos, despersonalizados a fuerza de golpes de realidad y como una razón de estado que oculta el nombre de sus víctimas. He ahí la fuerza, el nervio, pero también, el lenguaje que quiere evidenciar ese nervio desde los que ya no tienen que ocultarse y que tienen que decir, con fuerza y con garra, pero también con literatura.

Y he ahí la cartografía de Julio Espinosa, una poesía hija de su tiempo y tradición, pero con casa aparte, aunque esa casa, con todo y su golpe de realidad y de voz, no baste, no sea suficiente, al igual que sus predecesoras y experimentales casas de lo simbólico, a abarcar, a expresar, y mucho menos a cambiar, la sombra sutil y subyacente del caos. Cada palabra, bien lo señalaba el autor desde el principio, es un barrote de una cárcel de dolor, de memoria y de una manera de entender la realidad de la que no se puede escapar ni nombrando sus intersticios:

No alcanza
es que no alcanza
la palabra casa no alcanza
ni la palabra julio
ni la palabra violín me alcanza

Ni siquiera con la palabra arañazo
alcanzo la realidad.

 


 

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NN de Julio Espinosa.
La realidad y memoria como cárcel del lenguaje.
Por Claudia Posadas.