Dos poetas muy distintos y distantes
Reseñas de Poetas: de Valparaíso a Coyhaique
Por Carmen Gloria Parés Fuentes
http://verdesynaranjas.blogspot.com
Comienza febrero y encerrada es difícil darse cuenta, a excepción del rigor de la luz, qué cosas comparten los otros de esta estación de verano, esto pese a la cultura de la televisión que se encarga de refrescar o agotar de calor y sed nuestros ojos con forma de pantalla. Este encierro no es nada parecido a lo que describe como caso b) Germán Carrasco en su texto Residencias en la tierra, más abajito en esta página. Este es un encierro más parecido a la inanición que describía como caso a). Pero no, no es esa inanición desaburguesada tipo biología en peligro, que vuelve loca a la gente que hace de todo por impedirlo, sino más referida a una desnutrición creativa de varios años, una caquexia de la escritura de novela o de poemario íntegro que siempre se espera llegue el día en que comienzas a escribirlo, pero día que no llega, quizá porque al final no todas las escrituras están obligadas a alcanzar la obra individual o la ficción unipersonal y bien podemos acomodarnos unos cuantos flojos del continuo, a la referencia, a la reseña, al comentario, a la columna.
En ese esfuerzo traigo a dos poetas masculinos inéditos, uno del año 1973 y otro nacido en 1979. Uno vive en Coyhaique, el otro en Valparaíso. Pero ¿qué es ser inédito INÉDITO? Dicen los sinónimos de Windows Vista: nuevo, fresco, reciente, estrenado, virgen, original, extraño, ajeno. Hago mi propia canasta y lo que traigo no es nuevo pero sí es fresco, no es reciente y sí estrenado, no es virgen pero sí original, y definitivamente, todo en ellos es un poco extraño y ajeno.
Eleodoro Sanhueza Ramírez: (Nehuentúe, 1973)
Leo Sanhueza -y aquí va una larga aclaración- es así como lo llamamos en Coyhaique harto antes de que leyéramos o supiéramos de Leonardo Sanhueza, poeta y columnista de Las Últimas Noticias, con quien hablé unos minutos hace un año en un bar de Providencia a propósito de un lanzamiento de poesía de David Bustos, sobre los diarios nacionales y sus tarifas por columnas y donde recuerdo se sentía muy cómodo en las Últimas…mientras yo le hablaba del LCD de la Nación como si fuera el Ñ, muy engrupida llegando a Santiago. Leo Sanhueza (el sureño que presento) es un poeta serio, y podría decirlo todo ya, (o tan tan) porque allá, en medio de la exótica champa de pasto que a algunas becarias vacas sureñas les ha dejado el INDAP o entre medio del descollante humo de la ciudad reserva de vida, no se ven muchos poetas serios, casi. Se ven hombres y mujeres atacados de poesía cada cierto tiempo, como la gripe ataca, se ven performateros de fondartes, se ven abogados con delirios de cuñada metafórica, todos “haciendo cultura”, pero poetas de oficio, con los dedos de una de mis manos. Leo Sanhueza es uno de esos dedos, a pesar de que no pocas veces entró en mí el vacilante beneficio de la duda. Ha leído y escrito mucho, no sólo poesía, sino que cuentos y un par de novelas inéditas, o al menos una que no termina de sacar a la luz, y que espero lo haga con o sin la venia de los evaluadores del Fondo del Libro, a los que los poetas aiseninos deben hacer mas menos que cara pálida para llamar la atención más allá de la distante y aparente academia que los tasa.
Leo es un diamante bruto, un arquetipo de la perplejidad cotidiana. Cito aquí los versos del V de la Lasanta Vivlia, únicos poemas que han sido editados -hasta ahora- en lo más parecido a un libro (Selección de Poesía 2005, Fundación Nueva Poesía, con un seductor prólogo de Zurita):
V
Así empecé este camino,
que era como un año acostado a los pies de un gran cerro
de preguntas,
muchos bosques de palabras le apuntaban, pero lo que era
más terrible aún,
era que los ríos de dinero sonaban, demasiado bullicio
entre sus aguas huidizas,
tanto que no dejaban dormir a este año que recién
comenzaba
y los hombres se entretenían tirándose piqueros.
Algunos salían con las manos llenas, otros se ahogaban en
el intento,
y hubo los que se quedaron por siempre en esas aguas,
que más parecían turbias que doradas,
día y noche los hombres allí, día y noche.
A lo lejos se escuchaban sollozos entre el silencio
espontáneo,
todavía se escuchan insinuaciones de sexo pletórico y
albúminas colmadas de metáforas,
que nutrirán a los nuevos poetas, para que llenen los mares
con saliva de signos irreconocibles,
y de los libros -dicen- saldrán canciones que harán despertar
a los muertos,
para que amamanten de los pechos de sus amadas,
para que las muerdan con dulzura y deseo
y las amadas gemirán y llorarán de placer y sus orgasmos
serán estampidas de ideas
que llegarán al cielo,
para formar una nueva vía láctea.
Y por la tarde,
cuando el sol ya esconda su amarilla mercancía
y el viento delicado distraiga un poco el cansancio del
trabajo,
se verán alucinaciones perdiendo peso,
como en los comerciales de píldoras adelgazantes,
porque la sola idea de ver lo que son las cosas,
permitirá soñar despierto y en cuclillas,
a la realidad.
Iván Parés Fuentes (Rancagua, 1979)
Iván es un poeta al que -considerando que vive en el centro del país, trabaja en una famosa librería del puerto principal y es conocido y amigo de muchos escritores, le cuelga bien el cártel de inédito con extrañeza y poco estrenado. A propósito de la última versión de la Feria del Libro de Viña del Mar, un par de esos amigos le ha publicado Nocturna Escribanía, con un tiraje mínimo, como sus páginas y sus versos. Al leer los versos parecen desordenarse y se cruzan de pies y de páginas señalando que no importa mucho de donde partas, te aseguran un mismo espacio y tiempo de neblina y soledad, la visión de una humanidad vista sin la cabeza, pues la ha dejado en el velador, junto a los lentes, y ha salido a recorrer la sombra y ese vaho porteño o la eterna emanación de sí mismo con su alma tirada a la garúa, a las gaviotas, al horizonte vertical de un hombre sin compañera:
El origen de la Luz
La luz, para iluminar, primero esparce sombras.
Paisaje
Despierta en un recinto sin contornos, en el ensueño más ignoto de la luz. Se duerme de inmediato, no encuentra lenguaje para nombrar lo que yace inmaculado.
Fuga Mística
Se encerró en la oscuridad: no permitió que la luz del sol mancillara la luz de su celda.
Fuga Bucólica
El pájaro canta porque está extraviado, en su música asciende por las cuerdas invisibles del silencio.
El hombre lo escucha porque está triste, su angustia desciende por las cuerdas invisibles de la muerte.
Arena
Se sienta a escuchar cómo el reloj de arena narra la cantidad de movimiento que le va quedando.
Fuego
El fuego enciende su casa, pero a él no le importa. El fuego rodea su habitación, no le importa. El fuego envuelve su cama, no le importa. “Qué más da”, piensa, “una cama sin entrañas”. El fuego arde en su cuerpo. “No importa, no importa que el fuego arda en este cuerpo sin pasión”.