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La Tragedia Obrera de Bajo Pisagua en Caleta Tortel. La más reciente y completa investigación
a 110 años de los sucesos

Por Carmen Gloria Parés Fuentes
para letras.s5.com

 




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Mauricio Osorio Pefaur (Santiago, Marzo 1971) no es primera vez que aborda un trabajo en torno a la temática de cementerio; todo lo previo en su proyecto antropológico titulado Cementerios, Tumbas y Animitas, aplicado en las provincias de Coyhaique, General Carrera y Capitán Prat, en la región aisenina durante el verano del año 2005, fue  materia prima para su última entrega, una gran investigación sobre el origen del Cementerio más famoso de la región, instalado hace más de un siglo en la Isla de los Muertos, cercana a Caleta Tortel.

No es casual este nombre para una isla de atractivo turístico patrimonial, además de ser en sí muy bonita y de exuberante vegetación, donde abunda el Canelo, como no es casual su por qué. Una tenebrosa y tupida historia contada y recreada muchas veces en distintos registros (desde crónica, libreto, poesía, novela gráfica, radio teatro, notas de prensa, etc.) y dibujada por cada uno de sus autores y autoras -hasta antes del libro de Osorio era Danka Ivanoff Welmann quien tenía la investigación más detallada- a lo largo de décadas que ya suman un siglo, y que hoy son no materia prima pero sí referencia de hechos para la compleja elaboración de Osorio Pefaur.




Portadas de trabajos en años anteriores


Quizá para muchos connacionales sea éste el inicio de un autor, pero para quienes le hemos visto dando contoneos entre la poesía y la antropología,  pensamos (pienso) que es una consagración autoral. El libro que convoca se titula así: La Tragedia Obrera de Bajo Pisagua. Río Baker, 1906. Origen del Cementerio Isla de los Muertos, comuna de Tortel, Patagonia Occidental. Ñire Negro Ediciones, 2015.


Vamos a tratar de caminar por una enmadejada ruta con salidas laterales para presentar a un libro y a un autor, que el trabajo imperante y profundo están haciéndolo esencial para escribir Aisén desde Aisén. O Aysén, como escribe la mayoría por los pagos.

Celebro el que hace años instalásemos el concepto de Editorial en la región. Más que el concepto, su urgencia, su prioridad. Porque ahí donde hay trabajo editorial, instinto editorial, tensión hacia la formación de un catálogo y de biblioteca, comienzan a destacarse y consagrarse las historias y sus autores y autoras. Lo importante es saber contar ese puñado de buenas historias que tiene todo lugar. Si equivocas el género, si tambaleas en la duda eso se palpa todo tal cual en la lectura, que es (lo que algunos estudiosos declaran) lo que completa la obra. La lectura de la obra completa la obra, y quizá, siguiendo ahora a Bloom, sea esto, la legión de lectores y lectoras, la que ingresa en el canon a los autores respetados por su comunidad, sea cual sea ésta en el tiempo y en el espacio.



. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . Fotografía de Ivonne Coñuecar A.

Entrevista al Autor
Después de épocas clásicas de indagación y narrativa histórica, Positivismo, Anales, Escuela Marxista, viene a incorporarse la microhistoria, desde Ginszbug en adelante, lo que amplió el espectro de investigaciones posibles, o sea amplió y diversificó los “temas de interés”. Los últimos años se ha visto un movimiento bibliográfico importante en torno a historias más pequeñas, paralelas, locales y que no entran en el relato oficial que parece hablar  siempre  desde el contexto general, cuando no lo es. Recientemente además se redescubre la historia  oficial  o se desoficializa a través de relatos como el de Jorge Baradit y Francisco Ortega, en Historia Secreta de Chile y Logia, respectivamente…las investigaciones hechas por CIPER y que algunas han terminado en libros, etc.



A la luz de estas referencias ¿dónde enmarcas tu investigación y el relato histórico que estás construyendo a partir de ella, no sólo a nivel regional si no en este contexto nacional?...
No sé si pueda enmarcarla, más bien busco desmarcarla dentro de la región, de un registro historiográfico local que ha tendido desde hace tiempo a la repetición, como un mantra que busca dar cuerpo a la identidad histórica de la región. Pienso que debemos hacer un quiebre del mantra, para de este modo y con un nuevo ritmo en la respiración del devenir histórico de Aysén, reflexionar sobre cómo hemos venido relatando (nos) la historia regional… bueno, varios quiebres, en todas las temáticas. Puede ser revisionismo, denominarse revisionismo; puede también ser una nueva propuesta para re-hacer la historia aysenina, una propuesta desde las historias locales. El punto, en mi caso, es que esas historias locales o incluso hechos particulares dentro de historias locales deben analizarse como un todo, un acontecimiento o conjunto de acontecimientos cuyas relaciones en el espacio y el tiempo permiten comprehenderlos y comprenderlos. Debemos desechar creo yo, la idea de una historia aysenina “aislada” porque Aysén fue un territorio “aislado”. Eso es una construcción historiográfica muy funcional a la idea de una pobre y débil región dejada de la mano… del Estado en este caso. No quiero decir con esto que no haya una suerte de “abandono” al territorio y sus habitantes (muy intencionado e intencional por lo demás), quiero acentuar el punto que naturaliza aquello, como una condición previa al devenir histórico. A mi juicio, todo lo que ha ocurrido y lo que no ha ocurrido en Aysén está de alguna manera relacionado con el resto del país y en no pocos casos con otros puntos del planeta. Y esto puede parecer una obviedad, pero es que la naturalización de la “historia aislada y particular de Aysén” ha impedido ver esta obviedad, creo yo.

Volviendo a tu pregunta, me sitúo en una “nueva historia aysenina” si así pudiese llamarse esto, un momentum que comparto con otros autores y autoras que desde dentro y fuera de la región van aportando a esta nueva mirada de Aysén, una mirada que valora y pone en circulación las fuentes, que invita a conocer las preguntas más que las certezas, las dudas más que las constataciones totalizantes de lo que ha sido la historia de Aysén.

Este es un libro que pasa por la Isla de los Muertos y por los Archivos reales y constantes que conservan toda o gran parte de la documentación vinculada a este hecho, barriendo el lugar de la hojarasca, en este caso vale más decir del espeso barro que cubre o cubría esta historia, desmitificando por una parte ciertos puntos no cuestionados, precisando nombres e instalándolos como responsables, ampliando la cobertura del suceso más allá del mismo al contextualizar la información de algunos oligarcas especialistas en negocios en el sur y de algunos obreros chilotes -especialistas en trabajar la madera- ligando esto con información rescatada en Notarías, en la Prensa y Archivos de la Marina, entre familiares descendientes de los trabajadores afectados y la gente de Tortel hoy y el resto del país a través del libro.



¿Cómo te hace sentir esto como autor? ¿Cómo antropólogo?
Debo decir que me he sentido muy a gusto en este ámbito de la investigación histórico-antropológica, una suerte de hibridación de la disciplina en que me formé y una disciplina que admiro y estoy ejerciendo tal vez sin todas las herramientas, pero básicamente aplicando aquellas que aprehendí en mi paso por Antropología en la Chile. El proceso de investigación es una experiencia en sí misma: yo aplico la antropología en pleno a los documentos que hablan del pasado: les hago preguntas, intento interpretaciones a las posibles respuestas que esos documentos puedan darme. Siempre las respuestas llevan a otros documentos y a la posibilidad de imaginar el contexto de su producción: entonces viajo como si fuese un viaje etnográfico, a los contextos sociales que produjeron los documentos que analizo: por dependencias burocráticas, reuniones donde se zanjaban permisos de ocupación, invitaciones a ingenieros que trabajaron en las comisiones de límites a relatar sus aventuras y opiniones sobre esas tierras: para qué servían, si era fácil su ocupación. Cartas que se escribían a potenciales accionistas. Y del otro lado: el boca a boca sobre una posible empresa que contrataría mucha gente en la primavera y que tal vez esa sería la posibilidad de mejorar a la familia o por último un mejor ingreso para pasar el resto del año…

El libro es una parte de los resultados de esta investigación, una parte que intenta sistematizar el conjunto de datos –los hallazgos, los datos anteriores, los datos erróneos, etc.- en un relato global y relacional. Pero hay otras esferas de resultado: el encuentro con familiares descendientes, la colaboración investigativa, las nuevas rutas de investigación que se han abierto… y las murallas por ahora poco visibles que están allí, listas para el cabezazo con ellas, las murallas ultramontanas de la historia regional tradicional.

 



http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-73562004000300016&script=sci_arttext

¿Te gusta ser un autor que pudiera consagrar un trabajo de no ficción, dejando los intentos poéticos, o no serán excluyentes en ti los géneros,  las identidades?
No he pensado en la consagración como horizonte único, no te niego que a uno se le aparece eso, pero no es el tema central. Tampoco he pensado en dejar la poesía, ni siquiera la narrativa. Me pasa que la investigación histórico antropológica de Aysén es un territorio que me fascina y por ello seguiré en él, tengo varios proyectos de investigación en mente. Pero el proceso mismo de investigación y reflexión lo hago acompañado de poesía, porque es una forma de pensar las realidades que investigo, me ayuda a pensarlas, a estar emocionalmente conectado con ellas.

¿Cómo le está yendo al libro, hecha ya la investigación, parido el libro ahora camina solo, cómo sientes que va esto, ha sido mejor o menor que tus expectativas?
Las ventas han andado muy bien estos 3 meses. Pero también ha despertado mucho interés la investigación misma. Me sorprendió por ejemplo que una periodista que conduce un programa de historia en Radio USACH, me contactara para invitarme a su programa y conversar de la investigación. Igual tengo cierta ansiedad por conocer la opinión de otros historiadores de la Patagonia, pero creo que esa opinión no se dará mucho en la región, más bien fuera de ella. En la región la opinión se tiñe de harto silencio como tú ya sabes…

Mauricio Osorio además lleva adelante junto a su socio Miguel Muñoz, Profesor con  experiencia en Teatro, escritor y creador de cuentos y personajes infantiles (Los Comebasura), más un afiatado equipo de gente, la Editorial y Productora Ñire Negro, la que cuenta en pocos años con 15 títulos en su catálogo después de un arduo trabajo en esa dirección. Hace pocos meses y en esta misma página lo reseñamos a propósito de FILSA 2015, lanzaron al inédito espacio aisenino una muy bien cuidada colección de 8 obras infantiles bajo el título de Cuentos del Ñire. Entonces en su doble, triple o múltiple militancia de autor, editor, antropólogo, además de artesano textil,  padre y esposo, quizá no logre él u otras personas ver en qué nivel se mueve y responde por tal o cual cosa. O puede que no sea capaz de dimensionar las consecuencias de su última entrega. Previamente Mauricio ha publicado Antiguas Historias del Valle Simpson, Crónica histórica, Quemar las Alas, Poesía, Una Guanaca Roja, Cuento Infantil, todo en propia editorial, más la coautoría en varios libros, investigaciones y proyectos culturales. El hombre se las trae en las tareas, es un laborioso gestor de la Aisenmanía.

Una investigación bien ardua por la envergadura de información pesquisada, consultada en archivos especialmente, de distinto tipo y formato. ¿Con cuánta gente te apoyaste para trabajar estos dos años de investigación?
La investigación misma la hice solo, en términos prácticos, pero siempre conté con el apoyo y la paciencia del profesor Enrique Martínez, al que llamaba cada vez que encontraba un antecedente dramático como la lista de obreros fallecidos o ciertos datos que venían a poner confusión antes que claridad a los acontecimientos. Recuerdo por ejemplo el momento en que encontré la extraña nota sobre una pelea producida en la cubierta del vapor Chile en abril de 1906, entre un trabajador y un tripulante. El periódico consignó el nombre del trabajador y yo no podía creer que fuese el mismo que uno de los que ese mismo medio informó era del grupo de obreros de Puerto Montt que se salvaron. Ese tipo de piezas en el puzzle, hacían que llamara a don Enrique.

También compartí reflexiones y especulaciones con Francisco Mena, arqueólogo que excavó una tumba en Isla de los Muertos en 1998. Pancho me animaba en el trabajo, pero creo que sin creer que lograra avanzar mucho más, sobre todo en lo que respecta a la tesis del envenenamiento. Y en esto no se equivocó, pues no encontré información consistente que permitiera comprobar o refutar esa tesis. Es por ello que considero no puede descartarse como posible causa de la tragedia. Yo no logré avanzar en esta línea y por ello casi no la toco en el libro, pero no es que la descarte, eso me interesa dejarlo muy claro.

En la entrevista que mencionaste La Hora del Museo en Radio USACH en Febrero pasado, dices al final que ha sido muy fuerte encontrarse después de más de 100 años con que los nombres de los obreros fallecidos estuviesen siempre ahí, publicados en la Prensa que tu investigaste y que al parecer nadie más lo habría hecho antes. ¿Qué es lo fuerte de ello? Puedes explayarte en esta expresión…
Cuando inicié la búsqueda en la prensa, mis expectativas eran a lo más encontrar una nota perdida en uno de los medios, muy vaga y difusa. Con esa idea me metí a buscar, una idea que tenía en función de no haber encontrado en ningún trabajo anterior algún indicio respecto a que el hecho hubiese sido difundido por medio alguno, en su condición de noticia de crónica roja o de tragedia. Entonces, cuando encontré la primera referencia (en el periódico La Cruz del Sur), me sorprendí mucho, porque esa primera crónica remitía a documentos y comunicaciones previas “Han llegado a nuestra mesa de redacción diversos denuncios…” “El señor Gobernador de Quinchao ha informado…”. No era una crónica aislada, había más y había que encontrar eso de más que había. Cuando llego a la edición de la Alianza Liberal del 11 de octubre, la sensación fue muy extraña, estupefacción puede ser el mejor adjetivo para describirme en ese momento: incredulidad, sorpresa, rabia, tristeza, todo junto. ¡Cómo era posible que esa información hubiese estado ahí desde siempre y nadie la hubiese encontrado o buscado! Al ver los nombres una y otra vez, intentaba dar con alguna explicación respecto al anonimato forzado de las cruces del cementerio, entonces se vino la imagen del “grito silencioso de Melchor Navarro”, se vino la poesía, el nombre de Melchor estuvo allí, perduró en el cementerio, para recordarnos siempre que no eran anónimos sus compañeros, que así como su propio nombre fue inscrito por alguien ahí, los de los demás también debían acompañarle. Y luego la otra pregunta: ¿Habrán estado alguna vez todos los nombres? Si así fue, entonces hay dos posibilidades: que hayan sido inscritos el mismo año en que murieron o que años después otra u otras personas hayan encontrado esta lista y con ella hayan escrito epitafios en cada una de las cruces. Entonces existe igualmente la posibilidad que alguien antes haya encontrado esta información, pero el velo de misterio nuevamente la ocultó de tal modo que recién 110 años después logra salir a la luz.



Hermosa caligrafía a la que se hace mención en el libro
Fotos en: http://www.gobernacioncapitanprat.gov.cl/info_turismo/

Cuál es para ti la función de este libro, como autor, como editor, como antropólogo, que es lo vital, lo más importante de este trabajo en tus palabras…
Derribar el mito de un cementerio anónimo. Derribar la para mí clara intencionalidad de ocultar lo sucedido en 1906 en el Baker. Y reivindicar a los trabajadores que murieron por un criminal abandono que a mi juicio tiene responsables con nombre y apellido también.

Además quiero creer que este libro sí puede ser entendido por cualquier lector interesado en historia de Chile. Lo escribí pensando siempre en la tensión público lector especialista vs público lector general, creo haberme esforzado por abrir el relato hacia el público general, pese a que tal vez la profusión de notas al pie, produzca cierto malestar o confusión en quienes no acostumbran a ver estos elementos en una obra que hable de historia en clave coloquial. Pero me parecía muy importante revelar toda esta información, tal vez buscando demostrar que es clave visibilizar las fuentes y con ello dejar a un lado la idea que creo arraigada sobre la precariedad de las fuentes para reconstruir la o las historias ayseninas.

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Para quienes por primera vez se acercan a esta historia, por muchos años ha sido un misterio un conjunto de cruces en medio de una isla, Bajo Pisagua en las cercanías de Caleta Tortel, al sur de la región aysenina, casi llegando al delta del Río Baker. Muchas hipótesis han nutrido las tardes patagónicas con relatos orales y escritos, y no poca gente se ha dado a la tarea de escribir sobre este hecho ocurrido en 1906 y del que el Estado apenas tomo nota.  Algunos-as lo han querido investigar a conciencia sobre todo en los últimos años, y a juicio personal, esta es la investigación más completa en todos los sentidos de la que se tenga resultados concretos.
Para acceder a este libro y saber dónde se ofrece escribir a: nirenegro@gmail.com
Para acceder a mayor información de la Isla: http://isladelosmuertos.blogspot.cl/



 



 

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Por Carmen Gloria Parés Fuentes
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