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Voces críticas y disonantes de Carlos Pezoa Véliz

Mauricio Rojas Hess



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Carlos Pezoa Véliz (1879-1908) escribe hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX. Determinante es la incorporación de sus matrices liricas a la poesía popular urbana, donde narra y comenta los sucesos noticiosos del día.

De la impronta y relevancia de este autor chileno, Oscar Hahn en El Pintor pereza sintetiza acertadamente que es el primer poeta que consigue establecer una voz propia de fisonomía inconfundible[1].

Contextualización Histórico Cultural hacia 1900

Hacia inicios del siglo XX en el país existe una grave crisis social y económica que atravesaba todo el ancho y largo territorio. Sin embargo las autoridades consideraron de interés relevante llevar a cabo la celebración de la primera centuria nacional; que finalmente quedo en la historia patria como uno de los eventos más importantes del siglo.

Por entonces, emerge la denominada Generación crítica del periodo del centenario (1910), son voces que representan  una abierta disonancia al pensamiento oficial de las autoridades políticas, que conmemoraron los acontecimientos realizados por Chile como Estado independiente.

El festejo de los cien años de vida independiente consideró magnas obras de inauguración, e importantes edificios emblemáticos como el Museo de Bellas Artes, la Estación de trenes Mapocho y la Biblioteca Nacional, fueron símbolos de aquella celebración; donde además se programaron diversas fiestas que pretendían reflejar el “relativo” progreso del país.

En contraste a esta bonanza económica  de la alta burguesía, que acumulaba grandes réditos en los negocios del salitre, y las relaciones internacionales favorables  al Estado chileno, otro es el contexto que viven las capas populares. Tal es el caso  del hacinamiento,  la insalubridad, la sordidez de los conventillos y la crisis moral por la que atravesaba toda la sociedad de la época.

Una de las voces que alerta la gran distancia de estas dos acentuadas realidades de los ciudadanos chilenos fue esbozada por Enrique Mac Iver (1845-1922) en su Discurso Sobre la Crisis Moral de la República. En esta alocución  se enfrenta a la aristocracia y afirma que Chile vivía, no solo una crisis económica sino una crisis integral.

Mac-Iver considera que se han dejado de lados preceptos relevantes como la instrucción de sus ciudadanos: Pienso que no hay negocio público en Chile más trascendental que la educación de las masas populares. Es redimirlas de los vicios que la degradan y debilitan y de la pobreza que las esclaviza[2]. Otro carácter que plantea es que se debe integrar a todos sus ciudadanos en el proyecto de sociedad de país, por cuanto en el desarrollo humano el adelanto de cada pueblo se mide por el de los demás; quien pierde su lugar en el camino del progreso retrocede y decae [3].

El malestar aludido, no era propio de una región o ciudad acotada del país o de un determinado grupo social; sino en todo el territorio nacional. El fundamental motivo que se constata en el discurso de la crisis moral de la República, es la falta de moralidad pública, sí, la falta de moralidad pública que otros podían llamar la inmoralidad pública[4].

Otra de las voces críticas que por entonces releva la importancia de la educación instruida a sus ciudadanos es Enrique Molina Garmendia (1871-1964), pedagogo y filosofo. La labor y reflexión de Molina se centraron en promover la educación integral de los estudiantes, por cuanto cada alumno debía poseer un sólido cuerpo de valores humanistas, y no solo destrezas de formación científica. Criticó las deficiencias  de formación educacional la que de acuerdo a su juicio, debía formar personas  capaces de integrarse y vincularse con la realidad del país, y poner sus aptitudes y facultades al servicio del bien común.


Voces críticas de Pezoa Véliz

La publicación de los primeros versos de Pezoa Véliz, es en 1898. A finales del siglo 19 e inicios del 20 este autor desarrolla su obra lirica y prosaica, momentos fundamentales en el desarrollo de la poesía moderna. Chile y su ruptura por la Guerra civil de 1891 produjo cortes y fisuras en la dimensión político-social; pero también en el sistema cultural, que vio interrumpidas sus producciones y actividades.

Hacia fines del siglo 19 emergen importantes revistas que acogen la producción de  poetas y escritores nacionales. Muchos de esto medios ligados al naciente modernismo. Tal es el caso de la revista Liras y campanudas (1897), La lira chilena (1898), La revista de Chile (1898), Revista de Santiago (1899), Pluma y lápiz (1900), Luz y sombra (1900), entre otras.

¿Qué es, pues, lo que caracteriza la originalidad de este poeta? Se pregunta Ernesto Montenegro, el primer compilador de alguno de los textos pezoavelezianos. Se responde   que es la franqueza a veces cruel, a veces brutal, de los sentimientos que expresa[5].

En efecto la veta lirica de Pezoa Véliz, funda sus observaciones críticas en los ciudadanos chilenos,  habitantes de una época donde la moral de las autoridades está en entredicho y la realidad de las capas populares dista mucho de la que ostenta la alta burguesía, y los políticos mediante.

En Epístola de actualidad al intendente de la provincia, el poeta diferencia la condición social del “roto” chileno, que sobrevive apenas y el dinero percibido no le alcanza para poder alimentarse con comidas variadas:

Que en Santiago estén los rotos más que ahítos de porotos,
que se trencen en rencillas o se rompan las costillas
por comerse un costillar,  no me choca,
¡qué diantres me ha de chocar!

La alimentación de las capas populares, debido al exiguo salario les impide adquirir carne para su manutención y las legumbres son el principal plato que deben comer a diario:

Los chilenos, hecha pura agua la boca, suspiran quien más, quien menos
(ya con el seso perdido), por unos sesos rellenos. Dado el precio extraordinario
de ese artículo primero, hoy no basta al proletario su salario para llenar el puchero;
y como la autoridad no hace nada, surge la necesidad de que sepa la verdad
descarnada

Los versos corrosivos del poeta dirigidos a la autoridad política que obvia el acontecer de las capas bajas del país. La lirica de Pezoa viene a narrar esta condición existencial, para que se sepa la verdad descarnada.  

Señor Fernández ¿no ve que esto ya no puede seguir (ni usté)
por el camino que va?  ¿No le da en el mismo corazón
el pensamiento siquiera, la fantástica visión de que, por mengua de
Chile, aquí mañana pudiera presenciar usté un desfile
de...esqueletos por la acera? ¿No teme la perspectiva
de que, tras gastar saliva, nos mate el hambre inclemente,
y sólo usted sobreviva probablemente?

En Chile existen realidades maximalistas en su configuración social. Hay clases privilegiadas que no pasan por circunstancias extremas como las de los “rotos” que carente de la posibilidad cotidiana de alimentación, deben pasar por  situaciones difíciles para conservar la vida.

La interpelación al poder político por la precariedad con que viven estos ciudadanos,  y que el intendente obvia; no importándole el peligro de inanición y la potencial muerte que acecha a sus habitantes. Por ello la demanda realizada a esta ceguera de la autoridad, que sin importar este suceder, se mantienen impávidos en sus privilegios.

Los versos sarcásticos del poeta insertan a la crítica una tonalidad de humor. La alegoría de la carne es incorporada para establecer primeramente las condiciones de clase, donde el hecho de ser un robusto hombre contradice con las penurias ya descritas. Además esta simbolización de la carne, la utiliza como la otra dualidad cultural establecida por el ideario cristiano de cuerpo y alma. 

Si no tiene telarañas en los ojos, dénos muestras
de que también tiene entrañas, cuidándose de las nuestras.
¿Qué es un enemigo del alma la carne?...Así hay que creerlo;
pero piénselo con calma: ¿Por qué del cuerpo ha de serlo?
¿No teme que, en un exceso  de apetito, el más santo pierda el seso
ante un ciudadano grueso, y se lo coma enterito sin dejar un solo hueso
de tal cuerpo...del delito?

La carne no debiese ser un artículo de privilegio, sino más bien un elemento de nutrición básico para la subsistencia, y que por lo costoso de su valor, y el bajo salario de pobreza no les alcanza para su adquisición. 

Como funcionario fiel haga su deber estricto,
pues en conflicto tan cruel o sucumbe a usté el conflicto
o lo sucumbimos a él! Usted ¡claro! No se cuida
del que ayuna en la indigencia, porque ve gorda y lucida
la vaca de la Intendencia; más para el pueblo ¡oh intendente!
la cuestión es diferente: faltos de carne de vaca,  gorda o flaca,
como es justo que vivamos, ¿qué vamos a hacer nosotros
puestos del hambre a merced?... ¡Comernos unos a otros,
empezando por usted!

El sarcasmo empleado en el texto contra el funcionario público inscribe la potencial muerte del intendente Fernández; sino contribuye a un cambio real de las circunstancias del individuo popular.

Otro de los poemas donde el autor desarrolla un pensar crítico desde el sarcasmo, es en Menú parlamentario. La alegoría del ratón es incorporada para definir a los políticos, a quienes define como seres desprovistos de moralidad y que únicamente piensan en su bienestar, y no en el bienestar social al que se deben por ostentar un alto cargo público.

Nadie con gustos se iguala a los ratones que viven en la sala
de comisiones: Vegetan allí honestos, en sociedad,
sin asuntos molestos de vecindad.
Hace poco vi a cuatro de esos bribones
conversando en el teatro de operaciones:

La clase política utiliza el congreso para beneficiarse de leyes y de un óptimo salario que les posibilite tener y cubrir todas las necesidades para vivir, en tanto que los estratos pobres sobreviven como pueden con menos de lo mínimo.

Hablaba uno de breve bigote hirsuto,
que sin duda  ser debe el más astuto.
Y sonriendo decía sabio y prolijo,
las cosas que tenía en su escondrijo:
-Poseo cosas varias en prosa y verso,
todas las necesarias para un almuerzo;
tengo piezas repletas de golosinas,
fiambres, dulces, galletas y pastas finas.

La opulencia contrasta con las precariedades vividas en los conventillos de Santiago. Muy distante son las realidades de estos “dos países”. Y en congreso fabulan con leyes para acortar estas brechas sociales, que para la observación del sujeto lirico son solo fabulación carente de sentido real:

La ley de tribunales para elecciones, que curará estos males con inyecciones,

Ahora bien, cuando las autoridades se acuerdan que existen chilenos que padecen necesidades de alimentos. Y para hacer intensas curas del hambre, La ley de recompensas Mechada y fiambre.

Por un instante la autoridad política les concede a los desdichados un alimento diverso al que acostumbra a comer, como es el caso de los porotos.

Con ironía el hablante lirico se desplaza hacia la posición de ratón, queriendo ser uno de estos afortunados individuos provistos de todo tipo de comodidades y bienestar:

Ahora cuando pienso
En la cuestión,
Siento un deseo inmenso
De ser ratón;
¡al fin son los directos usufructuarios
De todos los proyectos Parlamentarios

En la obra de Pezoa Véliz destaca una de sus composiciones relevantes como es El organillo. Poema que narra el desplazamiento de un peón, que emigra de su región campestre a la ciudad:  

¡Pobre peón! En otros días la tierra era de los viejos;
de ellos el parrón, sus guías, las bestias, sus aparejos.
Cuando la tierra era buena: cuando no había patrones
que hicieran siembras de pena y vendimias de pulmones.
Cuando el amo aún no había echado su cuerpo sobre
la carne de la alquería o sobre la hija del pobre.

Son  circunstancias de desarraigo en las que se ha visto inserto el trabajador de la tierra, ahora, desplazado a la modernidad de la urbe. El enunciador es pesimista por cuanto las circunstancias, lo han empujado a tomar un camino no querido y un desgarro de añoranza le emerge de ese tiempo mejor, que ya es un pasado sin vertebras.

Luego el hablante, desde otra tonalidad anímica, algo más desafiante y violenta, narra las andanzas acaecidas en su nuevo contexto social:

¡Pobre peón! Más tarde vino
a la aldea. (¡Adiós, montaña!)
y fue ladrón y asesino
con gente de estirpe extraña.

El peón transmutado en delincuente relata sus nuevos cambios de comportamiento , al tener que desprenderse de su antigua faena , y ahora es un sujeto distinto capaz de realizar cualquier tipo de acto criminal con tal de sobrevivir a estos nuevos ritmos que la vida le ha impuesto.

En otros versos nos plantea el itinerante e incierto rumbo del hombre pobre, deambulante de la ciudad, y que carga con sus pesares:

Para el dolor de los vagos que hacen a gatas la vida,
bebiendo su vino en tragos de un sabor casi homicida,
También hay consuelo. El pobre suele encontrar quien le entienda
cuando echa su cuerpo sobre el jergón de la vivienda.
En los rezongos lejanos de algún organillo viejo
que masca versos indianos y polkas de estilo añejo.

Luis Hachim en referencia a ello constata el desajuste irremediable del hombre que abandono su pueblo para irse en pos de sueños mejores. En el sujeto de la enunciación es una reflexión consecuente con el proceso de inmigración  campo/ciudad, fenómeno de la modernidad[6].

Y hoy es un andrajo errante que en los quiebros de la vía.
Se echa sobre el caminante y lo mata a sangre fría.
¡Pobre peón! De día cruza la calleja solitaria,
donde el hambre viste blusa y la blasfemia es plegaria.

El organillo delinea la perdida de la identidad. Es un discurso que nos lleva al pasado, a ese tiempo de las tradiciones de la cultura popular y que ya no es posible de vivir por parte del peón. En estos versos hay una crítica a la precariedad  de la pobreza y a al sinsentido de la humanidad, que impide vivir en su territorio, y en lo propio por los avatares de la construcción social de la modernidad.

El perro vagabundo, es otra composición relevante del autor. Publicada en noviembre de 1901 en Instantáneas de luz y sombra. El sujeto enunciativo asume el texto como historia, y esa variante narrativa es la que se lee en el primer cuarteto endecasílabo:

Flaco, lanudo y sucio. Con febriles
ansias roe y escarba la basura;
a pesar de sus años juveniles,
despide cierto olor a sepultura.

El perro pulula por las calles, al encuentro de algún rastro o sobra de alimento con que saciar su hambre. Las condicionantes de su vivir, con diversas carencias, hacen que el hablante proyecte  en este animal, una proximidad  a la muerte; o al menos el olor le acecha, le ronda.

La acentuación de miserias por las que ha de pasar El Perro Vagabundo quedan  expresadas en los versos que siguen:

Es una larga historia de perezas,
días sin pan y noches sin guarida.
Hay aglomeraciones de tristezas
en sus ojos vidriosos y sin vida.

Y otra visión al pobre no se ofrece
que la que suelen ver sus ojos zarcos;
la estrella compasiva que aparece
en la luz miserable de los charcos.

En ese incesante transito del infortunado animal, donde hay días en que no tiene cobijo para arrimar sus huesos, ni pan para llevar algo de energía a ese cuerpo desfalleciente que camina y camina en su incesante búsqueda de hallar una óptima vida.

Es un perro pobre que procura tener la ventura de días de bonanza, que no llegan, por cuanto los días se suceden en sus infortunados pasos de manera constante:

Cuando a roer mendrugos corrompidos
asoma su miseria, por las casas,
escapa con sus lúgubres aullidos
entre una doble fila de amenazas.

Allá va. Lleva encima algo de abyecto.
Le persigue de insectos un enjambre,
y va su pobre y repugnante aspecto
cantando triste la canción del hambre.

Al pasar por diversas calles, las hostilidades del vivir se suceden, y el perro vagabundo  al fin consigue una tregua al destino, y aquello ocurre al pasar por una vía de fiestas:

Cerca de los lugares donde hay fiestas
suele robar un hueso a otros lebreles,
y gruñir sordamente una protesta
cuando pasa un bull-dog con cascabeles.

En las calles que cruza a paso lento,
buscan sus ojos sin fulgor ni brillo
el rastro de un mendigo macilento
a quien piensa servir de lazarillo.

Tras roer con ahincó el hueso  procura seguir con fortuna y encontrar algún vagabundo humano al que pueda tener de compañía, incluso le “sirve” un mendigo desvaído igual que él.

Voces críticas y disonantes de Pezoa Véliz, muestran algunos rasgos de la lírica de este autor relevante de la literatura chilena. Su postura crítica ante las desigualdades sociales, los privilegios de la burguesía y sus políticos “ratas”, que solo buscan beneficios en sus cargos públicos, son matrices de una lirica destacada en las letras nacionales.  Se agrega a ello, los exiguos salarios del proletario y las miserias humanas que deben padecer mientras la opulencia de otros ciudadanos chilenos es abismante en comparación a la vida de los “rotos” o pobres.

El poeta construye procesos de enunciación donde delinea el andamiaje de un discurso provocador. Con carácter predominantemente de resistencia como proyecto popular y que funda en la situación de degradación social , económica y política de la modernidad; dando de ese modo un sello de subversión , al sólido discurso de los excluidos y marginales sin voz.

De acuerdo al parecer de muchos críticos, Carlos Pezoa Véliz es un poeta imprescindible, que se planteo desde los inicios de nuestro proceso moderno como un crítico de la caricia melódica y musical del modernismo dariano, con su canto estridente, burlón, irónico y popular[7].

Nicomedes Guzmán releva  la impronta de la gran poesía pezoaveliziana que se afinca en un sentimiento de protesta y de redención, señalando en su instinto de esteta que va más allá de lo simplista, exactamente porque, como poeta, de lo elemental y simplista, él sabe arrancar el rasgo de lo trascendental[8]

 

 

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Notas

  Óscar Hahn: Prólogo al Pintor pereza. Santiago: Lom ediciones, 1998:5. 

Enrique Mac-Iver. Discurso sobre la crisis moral de la República. Santiago: Imprenta moderna, 1900:9

Op cit, 12.

Op cit, 15.

  Ernesto Montenegro: Prólogo a Alma Chilena.  Valparaíso: Biblioteca chilena moderna, 1912: 9.

Luis Hachim. Carlos Pezoa Véliz. Alma chilena de la poesía. Valparaíso: Ediciones universitarias de Valparaíso, 2005: 177.

Naín Nómez. Presentación de Alma chilena . Santiago: Lom Ediciones,2008: 9.

Nicomedes Guzmán. Carlos Pezoa Véliz, escritor permanente y esencial de Chile. Prólogo a antología de Carlos Pezoa Véliz. Santiago: Editorial Zig-Zag: 27.

 

 

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Referencias

-Guzmán, Nicomedes. 1957. Carlos Pezoa Véliz, escritor permanente y esencial de Chile. Prólogo a antología de Carlos Pezoa Véliz. Santiago: Editorial Zig-Zag.
- Hachim, Luis. 2005. Carlos Pezoa Véliz. Alma chilena de la poesía. Valparaíso: Ediciones universitarias de Valparaíso.
- Hahn, Óscar .1998. El Pintor pereza. Santiago: Lom ediciones.
- Mac-Iver, Enrique. 1900. Discurso sobre la crisis moral de la República. Santiago: Imprenta moderna
- Montenegro, Ernesto. 1912: Prólogo a Alma Chilena. Valparaíso: Biblioteca chilena moderna.
- Nómez, Naín.2008. Presentación a Alma chilena. Carlos Pezoa Véliz, obras completas.
- Silva Castro, Raúl. 2015. Carlos Pezoa Véliz. 1879-1908, Santiago, Ediciones Tácitas.


 

 

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