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Carlos Pezoa Véliz
Instantáneas para un cazador furtivo


Por Verónica Jiménez
Publicado en Revista Cuaderno N°69, julio de 2013


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Una breve nota del 22 de abril de 1908, escrita por un redactor de El Diario Ilustrado informaba, con torpe ingenio, sobre el funeral de Carlos Pezoa Véliz, fallecido el día anterior en el Hospital San Vicente de Paul, de Santiago: "Hoy sus íntimos llevarán el cadáver al cementerio. Mañana nadie se acordará de él".


El sarcasmo, amparado en los versos finales de su poema "Nada", inauguraba la nota discordante con la que el mundo intelectual burgués retrataría a este poeta, un sujeto sin credenciales de clase que se había inmiscuido en grupos literarios a punta de ironías y que moría a los 29 años, dejando una obra dispersa que contenía al menos una decena de poemas memorables.

"Es como poeta popular que nosotros apreciamos al autor de estos versos, sin dejar de reconocer por eso todo lo que habla en él de incoherente e incompleto", señalaba Ernesto Montenegro al prologar Alma chilena, la primera recopilación de sus textos, en 1911. El libro contenía, además, un artículo de Augusto D'Halmar, uno de los fundadores de Los Diez, fechado en la India. D'Halmar entregaba una semblanza de Pezoa Véliz, con énfasis en su origen popular y en contraste con su propia situación de intelectual cosmopolita. Según D'Halmar, Pezoa Véliz "no lograba vestirse sino apenas disfrazarse de joven decente". Señala que ejerció como periodista por un "sueldecillo", que "trepaba repechando desde muy abajo" y que, sin embargo, bajo su gabán se asomaba "su corteza plebeya".

Esta mirada clasista sobre quien fuera bautizado en el ambiente literario santiaguino como Lord Spleen (señor melancolía) se reproduciría en otros prólogos y artículos. Quienes lo conocieron contarían anécdotas sobre sus carencias económicas, sobre cómo murió en "cama numerada" y cómo tuvo un funeral "pobrísimo". Aún hoy se publican notas que nos refieren que era "pobre como una rata" y en el prólogo a la última antología del poeta, publicada en 2012, se nos dice que su imaginación literaria estaba poblada por "espectros sociales, guiñapos humanos, muertos de hambre".

"¿Quién de nosotros, el más íntimo, supo nunca de dónde venía? Nadie conocía su domicilio, ni había sido invitado a frecuentarle en familia. Vagamente se le había oído hablar de un padre y una madre", sostiene D'Halmar. Según información entregada a Antonio Undurraga, otro de los editores de su obra, por Leopoldo Moya Camus, el poeta era hijo de la modista Elvira Jaña y de un inmigrante español de apellido Moyano, pero fue adoptado por José María Pezoa, comerciante de carbón de la plaza Almagro, y por su esposa, Emerenciana Véliz. Montenegro agrega que su educación fue descuidada "como la de todos esos pobres seres que se recogen en la calle". Notas recientes sobre su biografía, como la de Nain Nómez y la de Luis Hachim, lo tildan sencillamente de "huacho".

Versos de contrabando

Carlos Pezoa Véliz nació en Santiago el 21 de julio de 1879 en la calle Lacunza, en el barrio San Diego, y realizó sus estudios primarios en la Escuela Pública N°3, frente a la plaza Almagro. A los 14 años ingresó al Liceo San Agustín, donde recibió la influencia del profesor Enrique Oportus, un bohemio de inmensa cultura y "charla sabrosísima", según Undurraga. Pasó también por el Instituto Superior de Comercio, aunque finalmente abandonó sus estudios regulares. Oportus lo preparó para rendir exámenes libres de bachillerato, pero debido a los conflictos limítrofes con Argentina, tuvo que enrolarse en la Guardia Nacional, en 1898, experiencia que plasmó en su diario de vida y en su poema "La pena de azotes". "Formado el batallón, rígido humilla / al pobre desertor aprehendido / que sobre el patio del cuartel tendido / siente el roce brutal de la varilla".

Tras abandonar la milicia, Pezoa Véliz se empleó como profesor auxiliar en la escuela San Fidel. Ya se manifestaban en esos días las angustias nerviosas a las que se refieren quienes lo conocieron. Una noche anotó en su diario: "Me acostaré pronto. Anoche tuve ataques en mi cama que me hicieron temer a la muerte. Parece que hoy se repetirán. Estoy bastante enfermo de mis pulmones". Despedido al poco tiempo de la escuela, consigue un puesto administrativo en el Escuadrón Escolta, cargo del que es dado de baja por su incompetencia para llevar documentación.

En el momento en el que Pezoa Véliz comienza a participar en el ambiente cultural santiaguino, el imaginario de la literatura chilena estaba ampliando su mirada más allá del "vecindario decente" que había dominado la escena del siglo XIX, como señala Bernardo Subercaseaux. El empeño por definir una identidad nacional más inclusiva llevó a los escritores a buscar en personajes periféricos, tales como el roto, el huaso o el araucano, tipos culturales representativos, aunque "permeados por una mirada afín a los sectores medios, y su necesidad de preservar la vida rural o indígena, pero también de 'educarla', o a la elite, que sentía nostalgia por el campo, por el vasallaje y por los antiguos valores de la sangre y de la tierra".

Pezoa Véliz, un sujeto popular advenedizo en el mundo de las letras, jugó a ser parte de ese proceso identitario, publicando décimas en la Lira popular que firmaba con el seudónimo de Mauro Bío-Bío, poeta araucano. Participó de ese ambiente, sus versos circularon en calles y mercados, pero, como lo haría otras veces, polemizó con algunos autores de ese grupo y los trató de "bardos infernales". Al poeta Daniel Meneses, poeta nortino, le enrostró en décimas que su poesía solo servía para mofas.

Al mismo tiempo que componía liras, Pezoa Véliz participaba de la poesía "culta", con composiciones que trascendían la estética del modernismo. Comenzaba a revelarse una de las características más apreciables de su literatura: la incorporación del habla popular y de los temas propios de ese ambiente sin una connotación "ideológica", vale decir, sin los prejuicios del mundo letrado. Su reconocimiento como poeta lo logra en una lectura en el Ateneo Obrero de Santiago, el 6 de agosto de 1899, donde leyó por primera vez "Hijo del pueblo" y "Libertaria". Estos poemas, según Jorge Edwards, provocaron su despido de la escuela San Fidel. Por esos días, fue secretario del Ateneo anarquista y comenzó a publicar en diarios y revistas de Santiago, tales como El Obrero, La Ley y La Campaña.

Sus contemporáneos lo describen como alto, rubio y de ojos azules. D'Halmar dice que, aunque "no bebía nunca, ofrecía todo el aspecto de un alcohólico" y que "en su boca sardónica brillaba inmoderadamente el oro de una tapadura". Montenegro repara en que, por contraste con la exquisitez de su gusto literario y la distinción de ciertos rasgos de su fisonomía, llamaba la atención "lo burdo de sus maneras y gustos personales".


"Águila del puerto"

En 1902, se traslada a Valparaíso, con la intención de aventurarse hasta Juan Fernández o bien emprender un viaje a Ecuador. Al llegar, entabla relación con poetas locales del Ateneo de Valparaíso. "Desde la altura de su vanidad santiaguina, aguijada por los primeros triunfos, Pezoa no disimuló su propensión a mirar un poco en menos a los demás", comentó en 1951 Juan Domingo Silva, en una entrevista con Raúl Silva Castro, otro de sus editores.

Hugo Silva rememoró su figura en 1927: "¡Pezoa! Lo estoy viendo aparecer con su nariz roja y sus pantalones aflautados en la calleja porteña de nuestro primer encuentro. Había dormido en cualquier parte y tenía hambre. (Él). Y un hermano mío, también poeta, le escoltaba hacia nuestra casa. Tenía Pezoa unos ojos acerados y una voz chillona, un dejo acerbo, como si siempre se quejara de algo (...) No era Pezoa un hombre para ser querido. Pero tenía un interés bárbaro. Uno aceptaba con gusto su superioridad, y por seguir los zigzags violentos de su imaginación pasaba por alto las reacciones de su carácter, ácido, intemperante, con ternuras inesperadas e ironías crueles".

Pezoa Véliz, haciendo gala de la mordacidad que le caracterizaba, bautizó a los de Valparaíso como "águilas del puerto" y se burló de ellos en una reunión leyendo coplas en las que destacaba sus defectos. "Cabeza de salchichón / pronta a emprender el vuelo, / parecida a la ocasión / en la carencia de pelo", le leyó a Ernesto Monge. Y prosiguió con los demás poetas. El grupo tuvo su revancha en la siguiente ocasión, con versos compuestos por Silva: "Pezoa, palabra sonsa, / mitad brinco mitad peonza, / mitad pezuña de establo".

En 1904, realiza una lectura pública en el Ateneo de Santiago, donde lee el poema "Pancho y Tomás". Es el mismo año en que Manuel Magallanes Moure se establece en la casona de San Bernardo, con la famosa colonia tolstoyana, y el año en que Baldomero Lillo publica su primer libro, Sub Terra. La lectura del poema incomoda a algunos de los asistentes: "Pancho, el hijo del labriego, / y su hermano el buen Tomás /llegarán a ancianos luego; /ni Pancho fue peón de riego / ni su hermano, capataz". En 1922, el crítico D'Halmar, señalará a propósito del poema: "Yo no sé, pero estas palabras vulgares combinadas yo no sé cómo, con una monotonía soñadora, me dan mejor el alma de mi tierra y de mi gente que los estudios más cumplidos".

Entre 1902 y 1906, tiene su etapa de mayor difusión literaria. En Valparaíso, colaboró en La Voz del Pueblo y fundó El Cenáculo del Sol, donde publicaba a poetas populares; fue profesor en el Instituto de Inglés en Viña del Mar, agente del diario El Chileno y articulista de La Comedia Humana, lo que le permitió vivir holgadamente. Para compensar su soledad en esa ciudad, donde, dice, no encuentra afinidades, se entrega a la disciplina laboral y a las rutinas. En carta a un amigo, detalla su jornada: "8 a 11 clases; 12.30 a 1.30 clases; 2 a 4 trabajo literario; 4 a 6 paseos, saludos, relaciones; 6 a 7.30 comida; 7.30 a 9.30 clases; 9.30 a 11 correspondencia por orden de fecha". Ricardo Latcham recordó alguna vez "dos de sus manías curiosas: la de sentirse tísico sin estarlo y la preocupación neurasténica del orden y el aseo llevados hasta la extravagante meticulosidad".

En 1905 parte en gira periodística a la pampa salitrera y escribe "El taita de la oficina", cuento en el que describe las condiciones de vida de los mineros. Ese año se afilia al Partido Liberal y, después de participar en la campaña presidencial de Pedro Montt es nombrado secretario municipal en Viña del Mar. Vive cerca del Estero Marga Marga, alejado de los poetas de Valparaíso, quienes lo llaman ahora "el viñatero". Es el período en el que, según Silva, "le gustaba hacer sonar las llaves en el bolsillo de los pantalones, con lo cual sugería que eran monedas de oro, que en esos años circulaban libremente. Se vestía bien, y para hacerlo notar decía 'corte inglés', acariciando las solapas del vestón o de la levita".

Mientras cae el agua mustia

El 16 de agosto de 1906, el terremoto de Valparaíso lo deja malherido. Mientras está internado en el Hospital Alemán recibe la visita de su madre biológica, a quien compara con una "nodriza de la muerte" y despide con un "adiós, señora". En ese lugar compone su célebre poema, con reminiscencias del poema "Nevicata", de la poeta italiana Ada Negri: "Tarde en el hospital". Su salud no mejora y debe viajar a Santiago, donde lo operan de apendicitis y se le declara una tuberculosis al peritoneo. El sacerdote Emilio Vaisse, quien firmaba como Omar Emeth, lo asiste como capellán. La enfermedad le quita la vida.

Personas de su familia encabezan su cortejo en el Cementerio Católico, donde es sepultado junto a sus padres adoptivos, quienes hablan fallecido cuatro años antes. Pedro Prado y Juan Francisco González asisten al funeral. Los diarios informan que nadie habla en el sepelio. Tres años más tarde, Montenegro publica parte del material entregado por Pezoa Véliz a Guillermo Labarca en el hospital, donde hay manuscritos y recortes de textos publicados en revistas y diarios como Instantáneas, Chile Ilustrado, Zigzag, El Búcaro Santiaguino, Pluma y Lápiz, Luz y Sombra.

En 1912, Samuel Lillo debe redactar una nota por petición de la familia de Pezoa Véliz, que se había quejado del tinte novelesco que se daba a su biografía: "como si esto pudiera agregarle algo a su indiscutible mérito como artista y como hombre". El mayor mérito, había acertado Montenegro, había sido entregar la "primera revelación del alma popular". Es esa misma "alma" que, parafraseando a Roberto Bolaño, quedó resonando en el tiempo y logró influir a Gabriela Mistral, a la poesía sin pureza de Pablo Neruda y, más notoriamente, a la antipoesía de Nicanor Parra.

 

 

 

EPÍSTOLA DE ACTUALIDAD AL INTENDENTE DE PROVINCIA

Que en Santiago estén los rotos
más que ahítos de porotos,
que se trencen en rencillas
o se rompan las costillas
por comerse un costillar,
no me choca,
¡qué diantres me ha de chocar!

Los chilenos
hecha pura agua la boca,
suspiran quién más, quién menos
(ya con el seso perdido),
por unos sesos rellenos.
Dado el precio extraordinario
de este artículo primero,
hoy no basta al proletario
su salario
para llenar el puchero;
y como la autoridad
no hace nada,
surge la necesidad
de que sepa la verdad
descarnada.

Señor Fernández ¿no ve
que esto ya
no puede seguir (ni usté)
por el camino que va?
¿No le da
en el mismo corazón
el pensamiento siquiera,
la fantástica visión
de que, por mengua de Chile,
aquí mañana pudiera
presenciar usté un desfile
de... esqueletos por la acera?
¿No teme la perspectiva
de que, tras gastar saliva,
nos mate el hambre inclemente,
y solo usted sobreviva
probablemente?

Si no tiene telarañas
en los ojos, denos muestras
de que también tiene entrañas,
cuidándose de las nuestras.

¿Qué es un enemigo del alma
la carne?... Así hay que creerlo;
¿no teme que, en un exceso
de apetito,
el más santo pierda el seso
ante un ciudadano grueso,
y se lo coma enterito
sin dejar un solo hueso
de tal cuerpo... del delito?

¿Verdad que no es atrayente,
queridísimo intendente,
el cuadro que le dibujo?
Pues fuerza es que así lo vea,
en tanto la carne sea
un articulo de lujo.

Como funcionario fiel
haga su deber estricto,
pues en conflicto tan cruel
o sucumbe a usté el conflicto
o lo sucumbimos a él!

Usted ¡claro!
no se cuida
del que ayuna en la indigencia,
porque ve gorda y lucida
la vaca de la intendencia;
más para el pueblo ¡oh intendente!
la cuestión es diferente:
faltos de carne de vaca,
gorda o flaca
como es justo que vivamos,
¿Qué vamos a hacer nosotros
puestos del hambre a merced?...
¡Comernos unos a otros,
empezando por usted!

 

 

INVITACIÓN

Fulano, que es poeta de inagotable meollo,
invita a sus amigas para asistir a un té
que en su casita agreste de poeta criollo
se efectuará esta noche.
Répondez s'il vous plait..."


 

 

 



 

 

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