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Muestra poética

Carlos Quenaya
(Arequipa, 1984)


 

 

.. .. .. .  

Alguien llama a la insegura piel del poema
toca la lisa supuración de estas alas
cabalga hacia mí
                        ¿Quién es él?
¿Quién es aquél que avanza
impávido en la bruma
ese otro que cabalga y no soy yo
sobre un río que instaura la noche?
Desconozco al que viene y dice esto
Falaz centinela del espejo
Caviloso pasajero que viaja
a la insegura piel
al temeroso poema que calla y crece en la sombra.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [llamada profunda]

 

 

 

 

¿Y si la entrada fuera esta puerta?
¿si una palabra fuese el umbral
y no la metáfora de la puerta?
                                   no ser
una sucesión de vocablos
un alegato contra lo fútil
no la página
en que se construye esta imagen
                                   transformar
un trasegado vuelo
en una limpia corona de agua

un enjambre de espejos
en la arena clarísima de los ojos

transformar lentamente esta escritura
en una puerta más ancha
en una puerta más larga
como una vereda hacia el mar.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [la puerta]

 

 

 

 

Todo lo que escribo es mentira
esta mano,
su impostergable designio
me acecha.

La soledad yace aquí bajo mi mano
vuelve ajena la vacilación del espejo.

Todo lo que escribo es mentira,
cada paso
cada pensamiento borroneado por el lenguaje
alimenta este oscuro deseo.
Y esta hostil paradoja es la que explica mi ser.

Todo lo que escribo es mentira
Todo lo que quiero para mí
es una página donde descansar mi cabeza.

Todo lo que escribo es mentira que me inventa.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [ars poética]

 

 

 

 

Todavía necesito una contemplación más antigua
                                   un discurrir de aguas
anegando el albor que mis ojos ignoran.
                                   ¿Podré restañar
la silente sangre que recorre los suelos,
el fascinante fluido que desemboca
en el fuego dormido de la noche?

Yo no soy yo
            ni este mi aliento,

una radiante mixtura se prolonga
un rutilante tapiz
afirmado por la locura del espejo
por la estatura fatua de la esfinge

Yo no soy yo

una certeza inequívoca y clara
es la aciaga temeridad,
el solitario declive de una sombra que se proclama a sí misma.

Nada es la forma en que reposa el  pensamiento

Y todavía un atisbo vislumbrado en las palabras
es el precipicio creado en la penumbra.

Ah, si sólo pudiera derrumbar esta lengua
Ah, si sospecháramos la enamorada distancia que nos aleja,
ciegamente,
            de nosotros mismos...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [la búsqueda]

 

De Elogio de otra vana invención

 

 


*

 

 

 

El ojo táctil

Es la fábula del ojo no mirar, no admirar, no soñar con el ojo. Es la fábula del ojo las orejas, la narrativa del tiempo. Es la fábula del cuerpo tocar el cuerpo, y aporrear con dos dedos el teclado.

Es la fábula del ojo: ¿una visión de payasos en el auto?, ¿un dolor de huesos en el vaso?

Ver la música, la luz del tiempo, las banderillas (detrás de ti el poeta aporrea una extraña música). Es la fábula del ojo: si la olvidas, duele; si la obligas, duerme.

Ojos táctiles contarán su historia. He ahí su locura, he ahí su locura.

 

 

 

 

Una cáscara

Yo figuraba en las paredes como una primicia. Una cáscara naciendo del fondo de la basura. En el miedo la soledad es una puerta construida con las llaves más horrendas. Juega al fuego de la perdurabilidad y saldrás herido. Nada es como dormir sobre palomas unidas a tu pelo. En mi cráneo hay un placer que danza. Quisiera verte en la música y ahora mismo bailar sería tejer las líneas de tu cuerpo transfigurado. Deséame ser otra cosa y saldrás huyendo. Yo te redimo de mí para que vayas allí donde no podré tocarte. Amar es una extraña música. No recuerdo haber soñado esto que pasaba. Yo era un vidente loco acariciando tus cabellos y metiendo las manos debajo de tu falda. Tú una luz en la puerta, un golpe de alas, unos senos congelados en el tacto. Yo poseía una ceguera que no podrías proteger.

Ven a mí y despídeme un poco para que llueva y la fuerza de mil huracanes roncos invada el patio.

 

 

 

 

Rueda el vacío

Se arrancaba el pelo con profundos cortes. Más allá de la piel, su voz le decía para continuar. Y se arrancaba el pelo para terminar. El pelo crecía al interior del cráneo. Un cerebro con vellos. Una forma de conocerse es tomar las tijeras y gritar. Estoy aquí rompiendo algo. Al divisar la mesa donde hablo, al verme aquí respirar se sentó a mi lado. Rueda el vacío donde extraigo una inclinación de mi cabeza, que hace una venia y te saluda, mientras giras y caminas sin prisa. Y ahora pasas a través de mis pupilas, y mis pestañas te siguen, y oyes mis saludos en el agua. En el vaso que bebo ingresas en el reflejo. Yo me marcho y me pongo el sombrero y mi cabeza te busca y mi estómago permanece de pie.

Estoy quieto, ligeramente loco por probar con la lengua el charquito que cae de tu pierna.

 

 

 

 

Papeles imaginados

Imagina a un hombre escribiendo una carta, imagínalo escribir palabras de un idioma que no conoce, de una lengua no inventada todavía. Y, sin embargo, la carta existe, el hombre existe, las palabras fluyen sobre el papel como si la carta ya estuviera escrita mañana.

El hombre arroja la carta o deja volar el papel sobre la ciudad, como una cometa abandonada por un niño. Y el niño sueña con la cometa que vuela sobre la ciudad y no regresa. Algo se ha ido, algo viaja para siempre y no lo vemos.

El hombre escribe la carta o la carta se escribe sola, abandonando al niño y al hombre que repentinamente se miran y ya no saben las palabras que dicen, y no dirán tampoco, el niño y el hombre.

 

De Los discutibles cuadernos

 

* * *

 

Carlos Quenaya (Arequipa, 1984). Realizó estudios de Filosofía en la Universidad Nacional de San Agustín y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En el 2008 publicó Elogio de otra vana invención (poesía). En coedición con Tribal y Paracaídas Editores apareció en el 2012 su segundo poemario, Los discutibles cuadernos. Poemas y artículos suyos han sido publicados en medios físicos y electrónicos. Se dedica a la docencia universitaria.



 

 

 

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Muestra poética.
Carlos Quenaya.
(Arequipa, 1984)