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Lo nomádico y recursivo.
Inmuebles, Obra Reunida (2001-2010) de Gustavo Barrera Calderón. Das Kapital, 2015.

Por Carolina Reyes Torres
Publicado en https://poesiaycritica.wordpress.com/ 20 de Diciembre de 2016


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Analizar una antología de cualquier género siempre parecerá algo un poco más complejo de lo normal. A pesar de mencionar esta dificultad, se debe decir que Inmuebles de Gustavo Barrera (Santiago, 1975) publicado por Das Kapital nos sumerge en distintos momentos de su trabajo durante gran parte de la primera década de los 2000. El texto se estructura en pequeñas partes o poemarios si se prefiere. Los temas que van tomándose esta obra reunida rápidamente aparecen en escena: ahí está el siempre fructífero e inagotable personaje de Alicia, también aparece el teórico Adorno, el género, la pornografía, los vidrios y el juego de espejos, instrucciones de magia, entre otras cosas, además de incorporar dentro del  libro algunas fotografías e imágenes que complementan el mensaje verbal entregado por el poeta.

Barrera hace la operación de deconstruir gran parte de las cosas que damos por seguras: la idea de mujer, la relación madre e hijo, la idea de teoría, la pornografía, el deseo, el arte, y por sobre todo tensiona el lenguaje. Nos sumerge en un mundo de completa extrañeza donde lo que entendemos por seguro está fuera de su eje, desenfocado, corrido fuera de su órbita habitual. Dejándonos en un descampado interpretativo, debemos ser capaces de tomarnos del propio lenguaje, la propia voz poética que el escritor plantea para adentrarnos a la experiencia de lectura.

La extrañeza, como ya mencioné, se apodera de la escena: “Durante el almuerzo nadie debe inquietarse / si la persona a su lado pierde una mano / o simplemente muere producto de la gangrena” (10). El universo familiar es rápidamente transformado en un laboratorio de nuevas posibilidades estéticas, verbales y de imágenes absolutamente alejadas de lo clásico al respecto.

Alicia y Adorno también son parte de esta reunión de materiales. Alicia porque es la concreción de varias cosas que interesan al escritor, entre ellas la mujer y el espejo y lo que hace engarzar con su meditación acerca de la pornografía: “Alicia no ha podido determinar / que el rasgo característico de la pornografía / es que no tiene ni principio ni final” (51). El loop eterno de la escena porno, así como la imagen latente de Alicia entrando al país de las maravillas, a través de ese espejo, son movimientos que confluyen generando un nomadismo, una errancia que se puede percibir en gran parte de los poemas. Todo se desarma y fluye por un caudal de lenguaje que Barrera propone.

Barrera en este movimiento descentrado nos lleva a otras latitudes. Resalta el caso de Japón y su monte Fuji en la sección llamada “Mari Mori monogatari”. Claro que, siguiendo la tónica, no son imágenes sencillas, como en gran parte de esta Obra Reunida. Es una mezcla entre un Nipón ancestral centrado en su monte más famoso versus un abajo que vive una vertiginosidad post electrónica y donde una posibilidad de anclaje es la escritura: “Escribo con una daga de hielo / o con la esperma de una vela / que imita la forma de un falo” (298). O en el caso de la parte llamada “Ampliación del destino tropical”, donde la voz poética nos sumerge en un resort de finales de la década del sesenta: “Voy en un recorrido helicoidal, / sigo la forma de la piscina de pez / cientos de hombres y mujeres / venidos por tiempos determinados / […] bañan / la dureza de sus cuerpos en el agua” (200). Nuevamente lo desenfocado de los lugares, el extrañamiento que nos provocan, Barrera presiona esa tecla como una constante en gran parte de su trabajo.

Podríamos pensar que el mundo que construye Barrera pertenece a toda la distopía post apocalíptica en la que estamos todos –poco más o menos– inmersos.  Pero la gran respuesta que nos sugiere Barrera más allá de las formas de su poesía, sigue siendo en lenguaje. Si el poeta tiene una cuota de esperanza o la inercia de continuar es justamente por la escritura, por el crear estos perturbadores lugares. A diferencia de lo que piensa el poeta Harris en su postfacio en donde nos dice que la poesía de Barrera es “un “inmueble”  es decir un espacio habitable pero vacuo” (383). Creo que estos inmuebles más allá de lo inquietantes que pueden ser, sí están pletóricos de palabras, las cuales son el amarre en donde se sujeta todo el libro, la gran ancla por donde pasa este ejercicio poético descentrado e itinerante. Pero esta trashumancia contiene también lo recursivo, el círculo que vuelve al inicio, que después de todo el maremágnum y la sedimentación que atravesamos llegamos al claro para nuevamente volver al comienzo, así como ya lo expresa en el poema que abre esta obra reunida: “La planta se seca se quiebra. En su centro  se / observa un fruto: es una semilla. La arveja / ha vuelto a ser una arveja” (9). Entendemos esta misma metáfora para la poética de Barrera, en donde la palabra es tensionada hasta casi su destrucción, para que a partir de esa aniquilación, vuelva a aparecer ella misma otra vez nueva, para comenzar otro ciclo poético y de creación.



 

 

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Publicado en https://poesiaycritica.wordpress.com/ 20 de Diciembre de 2016