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La bruma atemporal de un apocalipsis. 
Los Celacantos y otros hechos extraordinarios, de Marcelo Guajardo Thomas
        Overol, 2015
        Por Carolina Reyes 
 
          Publicado en https://poesiaycritica.wordpress.com/  1 de mayo de 2016 
          
          
        
        
          
            
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          El poemario Los Celacantos y otros hechos  extraordinarios de Marcelo Guajardo Thomas (1977) sacado a la luz por la  joven Overol ediciones, es una travesía onírica por un vasto territorio. El  viaje que desarrollan estos animales, que en una primera instancia nos dan la  impresión de que son unos enormes pájaros, es una especie de gran viaje  migratorio por diversos territorios. Luego al googlear el primer   nombre del poemario, para chequear lo que teníamos en mente por los celacantos,  caemos en la pasmosa cuenta de que no, no son aves, sino peces. Unos peces que  se creían extintos, pero que de manera obstinada han permanecido  vivientes  hasta la actualidad. El desconcierto nos embarga entonces, no sabemos si la  travesía es por aire, por agua o si es temporal, desde un pasado lejanísimo y  lento hasta nuestra alocada realidad.
vivientes  hasta la actualidad. El desconcierto nos embarga entonces, no sabemos si la  travesía es por aire, por agua o si es temporal, desde un pasado lejanísimo y  lento hasta nuestra alocada realidad.
         El libro está estructurado en nueve poemas que van  acompañados por dibujos y diagramaciones, todo en una bella y prolija tonalidad  azul; tanto los dibujos y como la tipografía de los poemas. Por lo tanto  debemos decir también que tiene una cierta vocación de libro objeto. El  poemario empieza con “Escampa”, un pequeño texto de prosa poética que nos sitúa  en un lugar costero donde un grupo de personas-algo así como una tribu- espera  la llegada de estos peces, al parecer para su captura: “Aprendimos a  utilizarlos a curtir el cuero / a fabricar vasijas y arpones. Para la batalla o  la cacería. La amenaza / de los Celacantos, aquello, los únicos habitantes de  este limo” (7).
         Ya en “Llovizna” aparecen estos animales en  manadas, pero la perspectiva que da Guajardo del poema es como de una cámara  cenital o empotrada en un dron y vemos en perspectiva la travesía de  esta singular especie: “En manadas hacia los valles / con pequeños pero  sostenidos pasos / en manadas hacia los valles / sin dientes aun, en manadas  hacia los valles / por los acantilados” (9).
         En “Templanza” figura nuevamente esta tribu que  al parecer es la que debe vivir el acontecimiento de que los Celacantos  comiencen a invadir la tierra: “Cantamos al bien de los que aman, al estuario  fuimos / los pocos que quedamos, la tribu de los andrajosos descreídos”  (19).  A su vez, otras especies como los pájaros comienzan a huir de esos  lugares. Nos imaginamos un enorme desplazamiento de animales y personas,  mientras otros tratan de darle cacería a estos monstruosos especímenes:  “Volvimos a la cacería / como quien vuelve a la carne, como quien rompe los  tejidos y nace a la luz” (29).
         Pero los Celacantos hacen un trayecto que va  desde el mar hacia la cordillera, nunca sabemos por qué o por cuáles fines  ellos avanzan. Sí percibimos la constancia del movimiento y esa visión  panorámica de todos los lugares por donde  pasan. Incluidas las ciudades:  “Muy breve es el tránsito por las capitales, hacia su vagabundeo de la  multitud” (39). Pero esta tribu que padece la invasión de los Celacantos, tiene  una especie de anticlímax en las páginas finales.  En “Víspera” se habla  del vital elemento para la subsistencia del grupo y en “Escampa”, al parecer la  gran invasión a terminado regalándonos como última imagen los sobrevivientes de  estos animales tan extraños en su contumacia: “hacia las nuevas comarcas / una  pequeña tribu avanza / luego de la tempestad” (43), dejándonos con la  incertidumbre de que pasara desde ese nuevo punto de inicio.
         El breve poemario siempre esta permeado por una  bruma atemporal, no sabemos si todas las imágenes se desarrollan dentro de un  gran sueño, si es un pasado muy lejano viendo el inicio de una edad otra, o  quizá es un futuro distópico en donde todo está carcomido por una modernidad  que arrasó íntegramente al mundo, y como guinda final de este magma destructor  aparecen los Celacantos como en una última etapa apocalíptica de la humanidad.  De esta forma la destrucción es un tópico que ronda por las hojas de Los  Celacantos y otros hechos extraordinarios, ofreciéndonos un  perturbador viaje entrópico hacia el centro de las fuerzas de la naturaleza.