REWIND 
            Siendo apenas un chicuelo  
              fui instruido en la vulgaridad de las reformas  
              en el desprecio por la revolución.  
               
              En el Kindergarten había tipos que se burlaban de mí  
              porque no tenía cartuchera de cuero  
              sino un canastillo de plástico rojo  
              para transportar mi sanguche de muss con nata fresca.  
              Uno de esos forajidos es ahora alcalde de la ciudad.  
               
              O.K. muchachos vengan a bailar.  
               
              Sufrí crisis asmáticas hasta la edad de seis.  
              Diez años más tarde me pescó una tebecé.  
              Trastornos psicosomáticos al llegar la primavera.  
              En diciembre debuté en la cama de una chica.  
              A los veinte me pusieron corriente en los cocos.  
               
              O.K. muchachos vengan a bailar.  
               
              Contemplemos reunidos los hermosos amaneceres  
              que en televisión han preparado para nosotros.  
              Si cada mañana me levanto es porque estoy cierto  
              que la vida me adeuda los días más felices.  
              Y si acaso no fuese de ese modo mi destino  
              me levantaría lo mismo de todas maneras. 
             
             
            ME  LA PUSIERON FOME POR DELANTE 
            Me la pusieron fome y dura sobre el pupitre  
              con cruces ahogada bajo una capa de barniz amarillento.  
              En la mesa había un orificio hacia el noreste  
              por donde huía, enflautada, la paciencia  
              llevándose a rastra a aquellas reinas  
              de cabello seco y boca dolorida, ensoledada.  
              Me la entraron en pesadillas  
              dirigiendo corros de huérfanas  
              en las afueras de las cámaras de gases.  
              Con sentimiento de culpa me la escribieron  
              y nos la premiaron de puro avergonzados.  
              ¡Ay Lucila, por qué te engabrielaste!  
              ¿Por qué, en Chile, son tan pocos  
              los qué se quieren como los nacen?  
              Me la impusieron profesora y no poeta, ovalada  
              en estampitas, con su Pentateuco y sus tacones  
              hundiéndose de a poco en lodos meridionales.  
              ¡Cuán áspera y fea me la leyeron!  
              Nunca pudo viajar conmigo su equipaje.  
              Capitán de ríos turbios, buceador de oscuros  
              lagos, vagabundo en Mehuín o Carelmapu  
              nunca vi su rostro en la espuma de los mares,  
              ni sus sonetos en la arena de la tarde.  
              Me la ensonetaron de obituario y no la soltaron  
              potranca golondrina bajo la lluvia de alas rumorosas. 
             
             
            ZULEMA  EN GRIS 
            La ventana  
              de mi pieza en Valparaíso  
              no daba al mar; nunca vi las caracolas  
              caer de rodillas en la playa  
              expulsadas por el mar, ni produje  
              sombra con mi mano para ver al tope  
              las banderas de los barcos que traían automóviles.  
               
              Chocaban con mi ojo otras ventanas  
              que enrojecían al anochecer y que  
              como flores mustias, por las mañanas se abrían  
              mostrándome los pechos de unas señoritas  
              que arrojaban orines sobre los gatos matinales  
              de Valparaíso.  
               
              Esos pechos eran para mí  
              como toda la paciencia del mundo  
              acumulada en los volcanes, un beso  
              que la vida a diario me traía, más  
              azules que el océano, más intensas  
              que todas las batallas de la guerra  
              y yo amaba esos botones a partir de  
              las 10 A.M.  
               
              Porque esa era toda la sal que yo tenía,  
              el agua inmensa que aún ahora necesito. 
             
             
            LA CASA DE ZULEMA
            Nunca pude entrar en la casa de Zulema. 
              Tenía miedo de encontrarme allí 
              en mitad de un fatal merequetengue 
              con los huesudos talones de mi padre  
              o de salir al patio para orinar 
              codo a codo con el fiscal de la Corte. 
              Una mañana vi parado en el umbral 
                                                  a mi profesor-jefe.
            Lentas  nubes plomas interferían  
              el libre acceso a aquella puerta.
            Cierta  vez, echando mano de todos mis ahorros, 
              con viriles zancadas me dirigí a casa de Zulema: 
                 Golpeé, 
              con las cañuelas tiritando.
            Tras  la puerta, espada en ristre 
              Gabriel Arcángel 
              -“Entra. Te esperábamos.”
             
             
            LOS CABROS CANTARON QUÉ PENA SIENTE EL ALMA 
              Y DESPUÉS NO SE ESCUCHARON MÁS CANTOS
            Qué pena siente el alma cantaban los amigos
              mientras dábamos vueltas por el patio
              recordando los días del pasado.
              A veces podíamos mirar sus cabezas rapadas
              subir bajar detrás de los barrotes
              sus manos tratando de comunicarnos un mensaje.
              Otros días no se oía no se veía nada.
              Las ventanas eran como televisores apagados
              mientras dábamos vueltas por el patio.
              Un lunes nos dejaron ver “Sábados Gigantes”:
              Don Francisco sentaba a unos tipos en la silla
              eléctrica. En nuestro grupo se oían sollozos
              cuando el hombre gordo se reía.
              Una tarde –me acuerdo- cuando las nubes se 
              pusieron rojas, los cabros cantaron “Qué pena 
              siente el alma” y después ya no se escucharon  mas cantos.
             
             
            EL HOMBRE DE LEIPZIG
            El padre del padre de mi padre 
              traía todo el mar en sus mejillas. 
              No trajo papeles ni osamentas. 
              Le quitaron su historia en las aduanas 
              y venía de lejos. 
            Al llegar, sólo la niebla, 
              pañal de maíz para envolver 
              los viejos barcos de madera: 
              la “Steinward”, el “Hermann”, 
              el bergantín “Susanne” y el “Alfred”. 
              Todos buscando el paraíso. 
              Para todos, desengaño y selva. 
            (El daguerrotipo muestra a unas 
              familias apiñadas y sin saber 
              a qué atenerse. Allí dormitan en el 
              suelo el hacedor de calamorros 
              y la mujer del peluquero. 
              También, un niño con paperas) 
            ¡Oh viejos barcos de madera! 
              ¡Oh germánicos famélicos! 
              Les prometieron la tierra 
              pero la tierra tenía dueños falsos. 
              Falsas estacas de papel 
              y no auténticos rewes milenarios. 
            El padre del padre de mi padre 
              hubo de hablar en otra lengua, 
              gotear, de nuevo, el semen 
              de la aurora. A fundar cosas 
              es que vino el hombre de tan lejos. 
            Corral, después de un siglo 
              pronuncio tu nombre en la mañana. 
              Estoy de pie sobre una lancha 
              arrojando trozos de carne podrida 
              a las gaviotas. 
            Por aquí entró en América 
              el perseguido, uno que no fue 
              rico ni famoso, sino bello. Porque 
              bello es todo cuanto sigue siendo, 
              a pesar de la muerte, el deterioro 
              y el olvido. 
            El hombre de Leipzig, el carpintero, 
              me trajo a tierra en el lápiz de su oreja, 
              de donde he bajado 
              para organizar el mundo 
              con palabras.
             
             
            EL  POETA HABLA DE SÍ MISMO
            Si yo apareciera  
              detrás de la puerta 
              y me saludara 
              sentiría miedo  
              de enfrentar 
              mis propios ojos 
              con los ojos del que entra 
              y no reconocerle. 
            Comprendería  
              lo que ven 
              aquellos a los cuales  
              no amo 
              cuando los miro  
              con los ojos 
              del que aparece  
              detrás de la puerta 
              sin sonreír.
             
             
            MARATHON
            Yo soy el atleta consumado,
              mi  porvenir es brillante.
              Los cronistas dicen que llegaré lejos,
              mas –yo lo sé- no he de arribar 
              a meta alguna.
              Vengo de la estación de policía,
              de regreso al cementerio general.
              Yo soy el corredor descalzo.
              La ruta sembrada de cadáveres famosos.
              Tras de mí, los vivos, atletas iracundos,
              Desean procurarse –a mis costillas-
              la victoria. Ellos quieren verme tropezar,
              caer, escupir sangre; arrojan vidrio molido 
              sobre el asfalto, tachuelas, 
              ratas comedoras de uñas.
              ¡Rumas de periódicos y libros!
              Pero no pueden matarme.
              Pero no pueden matarme.
              Porque no pueden matarme dos veces…
             
             
            TE MIRAN EL CULO DESDE ARRIBA
            Cuídate, Rodríguez,
              que te pueden insertar micrófonos
              del tamaño de una lenteja en las murallas, 
              en tu máquina de escribir, teléfonos,
              citófonos, en tus propios slips, 
              camarada.
              (Dispositivos colocados en máquinas de escribir 
              eléctricas transmiten las señales emitidas 
              por las teclas a un equipo decodificador 
              ubicado fuera de tu casa ((como quien dice 
              “in-put & out-put” al servicio de las fuerzas 
              del mal)) ¿Cachai?)
            En serio, Rodríguez, 
              sin ánimo de bromear, los mensajes 
              de tu minicomputador pueden ser leídos  
              por unos ojitos como de mina copuchenta ocultos 
              en su interior o por sistemas de intercepción 
              estacionados a + de 1 kilómetro del lugar,
              los que recogen sus ondas radiales sin hacerse 
              el menor problema (es que se trata de 
              equipos buena onda, loco).
            Te pueden emitir rayos láser 
              focalizándolo en las ventanas 
              para leerte las palabras a partir de las 
              vibraciones que tu voz ocasiona en los cristales.
              Micro-ondas dirigidas a las paredes pueden 
              capturar reverberaciones de casi todo lo que está 
              sucediendo adentro, para que una computadora 
              (no la tuya) las analice.
            Ojo con las fotocopiadoras: cámaras
              –que miran como la Anouk Aimée en “La Cortina
                Carmesí- instaladas dentro de ellas 
                pueden fotografiarte documentos que ingresan 
                suave silenciosamente a esas máquinas 
                maravillosas…
            También, Rodríguez 
              –me duele decírtelo- satélites espías 
                te televisan el culo mientras fornicas, 
                efectúan acercamientos con sus zooms 
                para hacerte arte rupturista de retaguardia 
                con tus lunares, tus espinillas 
                y cicatrices desde el espacio.
             
             
            AL TOQUE DE GONG
            Ésta es una transmisión desde 
              SANTIAGO ES CHILE. 
              Todos conectados –los hispanos- a sus 
              weltanschaaung de pordioseros. 
              Al toque de gong, sírvanse encadenar. 
              OK? 
              (amén) 
            Happy togheter y sin hacer perro  muerto. 
              Inmersos todos en el potpurri eterno 
              de los dioses pornógrafos y las misses 
              universales. 
            Encadenados a sus sueños estándar,  a sus 
              opiniones estándar, sobre horizontes 
              estándar, pugnan –los spanish- por un 
              trato preferencial en las colas de acceso 
              a la modernidad, 
              OK? 
              (amén)
             
             
            LA ESPECULACIÓN DE LO PRETÉRITO 
               
              Seguid viniendo a Santiago es Chile 
              la capital de moda en SUDA América. 
              Traed vuestros bártulos a cuestas. 
              Instalaos en las periferias del sur. 
              Que el párroco belga del lugar 
              bautice a los nuevos retoños. 
               
              Venid y resarcíos en los vertederos venenosos. 
              Inhalad a pleno pulmón el gas 
              que salvará la fruta para Miami i os 
              matará como moscas. Aniquilad 
              las pulgas del tigre tuerto, sordo i mudo 
              que ingresa al zoológico de Wall Street. 
               
              Venid, venid a los cómodos hipermercados 
              a empujar como podáis el carro de la vida. 
              Abandonad vuestras ciudadelas aguachentas 
              donde la conquista de SUDA América 
              aún no se ha consumado. 
               
              Traed, para el viaje, una gallina muerta. 
              Un guatero para preparar el té. Venid 
              a fenecer entre el gentío anónimo 
              que trepa los escaños sin mover los pies. 
              Mejorad vuestra calidad de vida.  
              Sed del montón que se consume en los 
              centros comerciales sin saciar jamás 
              sus ansias de felicidad. 
               
              Continuad viniendo al gran Santiago: 
              Os aguardan con las fosas abiertas.