Proyecto Patrimonio - 2017 | index | Cynthia Rimsky | Autores |
Descubriendo otra vida o la vida otra: una lectura de Poste restante de Cynthia Rimsky
Por Chiara Bolognese
Universidad Autónoma de Barcelona
Publicado en revista Escritural, N°7 Diciembre de 2013
.. .. .. .. ..
Escribir sobre Cynthia Rimsky significa dedicarse a una escritora, una viajera, una investigadora del “arte de viajar” y, además, a una amiga, que, a través de sus escritos, me llevó a reflexionar mucho sobre el tema del viaje, de mi viaje a Chile, en particular. Y no sólo eso, sino que también Cynthia hizo que me viera reflejada en los episodios que cuenta, y me acompañó a conocer una parte de Santiago que descubrí primero a través de esta novela y, posteriormente, pude recorrer con ella. Por eso el título de estas reflexiones hace referencia al aspecto del “descubrimiento”: en este libro se narra el hallazgo (los hallazgos) que hace la autora, al tiempo que se nos acompaña en nuestro propio descubrimiento en cuanto lectores: leyendo vemos que muchos episodios que ella cuenta forman parte de nuestra propia maleta, de nuestra experiencia de viajeros.
Esta historia, así como todas las demás de Rimsky, hasta la última, Ramal, es el fruto de un viaje y de una intensa labor de investigación. La escritora es también, y sobre todo, una viajera investigadora, o una investigadora viajera. Y aquí, la historia de viaje se convierte en una experiencia vital, en una práctica rememorante, en un encuentro con el otro.
La historia
El texto empieza con la descripción del hallazgo por parte de la viajera —así la autora define a la protagonista, cuyo nombre es Cynthia— de un álbum de fotos en un mercado persa de Santiago. El objeto despierta su curiosidad porque en su primera página lleva escritas algunas palabras en una lengua eslava para ella incomprensible, entre las cuales está “rimski”, un término que se diferencia de su apellido sólo por la última letra. La protagonista, de origen judío, y que ya tenía planeado visitar Europa del Este, parte entonces en busca del origen de las fotos del álbum. El relato de este viaje vertebra el libro, que está dividido en breves capítulos, cuyos títulos se revelan fundamentales para que podamos movernos por sus páginas: álbum de familia, equipaje, estaciones, escaparates, puertas… Rimsky no descuida nada para que su viaje sea también el nuestro.
La viajera protagonista va rumbo a Europa del Este, en particular a los países ex comunistas, en los que la caída de las utopías fue más fuerte; y, paralelamente, asistimos al derrumbe de sus propias utopías, justamente para ella, que siempre había escuchado hablar de esas zonas con tonos nostálgicos e idealizantes. De este desplazamiento se desprende también la reflexión sobre el problema o la necesidad de replantearse vidas y roles con el paso al sistema capitalista (166), el tema de las guerras y de los conflictos socio-políticos, de la pobreza, entre otros. Y uno de los aspectos más originales del enfoque de Rimsky reside en el hecho de que ella logra mostrar cómo estos “grandes temas” llegan a fusionarse con los asuntos más cotidianos.
La amplitud de su mirada da razón de sus múltiples intereses y de su empatía muy fuerte con la alteridad: la marginación de algunos grupos sociales, la migración y el problema de conseguir los papeles en una sociedad en la que casarse con una “mujer de California es el futuro” (147). Se trata de una reflexión sobre los inmigrantes, muy original por su punto de vista, ya que la protagonista es viajera no inmigrante, lo que permite que, por un lado, ella participe, se mezcle, se acerque a ellos; y por otro, que siga manteniendo su mirada desde fuera. El texto se basa en paralelismos, para lograr mostrar que deseos, aspiraciones, y en cierto sentido las vidas de los propios protagonistas, no son tan diferentes las unas de las otras: Rimsky medita sobre la extranjería de su viajera, mientras subraya las afinidades entre extranjeros, entre pueblos: “Kilburn. A las diez de la noche del 24 de diciembre de 1998 por el subsuelo de Londres se desplazan un pakistaní, dos africanos, un asiático, dos colombianos, y una chilena. En algún lugar de la superficie la familia real abre sus regalos” (18). Análogamente, reflexiona sobre el tema de la lengua extranjera: “Aeropuerto. Heathrow. Londres. Escucho las primeras palabras que nombran en otro idioma los objetos familiares” (13). La cuestión de los problemas debidos a las lenguas desconocidas es importante desde el principio y es tratada con claro conocimiento de causa. Recordemos que la propia historia surge de una equivocación lingüística.
El viaje de la escritora Cynthia Rimsky
El texto, ya desde su íncipit, presenta fuertes rasgos autobiográficos, ya que Rimsky, en efecto, encontró un álbum de fotos con la inscripción que se menciona en la novela, y, en parte a raíz de eso, viajó a Europa del Este. El lector no sabe, ni necesita saberlo, dónde termina la realidad personal de la escritora y empieza la ficción. Autora, narradora y “narrada” se sobreponen, en un constante juego entre primera y tercera persona. Poste restante se revela además como una obra experimental desde otro punto de vista: la autora inserta entre sus páginas los materiales que usó antes y durante su viaje: las imágenes de las páginas con los apuntes que la protagonista toma durante el viaje, las fotos de los sobres de algunas cartas enviadas desde Chile, las imágenes de los mapas de las diferentes ciudades, y la foto del álbum que da origen a toda la historia. Asimismo, la viajera anota las citas de las obras que han marcado su vida, las referencias literarias, los gastos del viaje, la comida, los encuentros, etc. Todo esto hace que el libro presente también algunos rasgos propios de un diario y de una recolección de apuntes.
Se trata, además, del relato de un viaje cargado de introspección: “¿Hay un camino acertado y uno equivocado?” (29), se pregunta cuando va descubriendo la zona del Golan. Creo que la lectura de la novela sugiere que ningún camino es equivocado. Se trata de un viaje real, pero también de uno interior, que refleja el periplo físico y existencial de la autora y adelanta el del lector.
Viajar para conocer y conocerse
A lo largo de toda la narración, hay varias vidas que se cruzan en la de la protagonista: la vida que lleva y la que no lleva, y que tampoco es la que le gustaría llevar: “evocaré la vida que no llevo en Salvador, Los Héroes, Cal y Canto…” (13), dice la santiaguina. Su estar y no estar completamente en Chile, su (no) presencia en el país son los elementos de sus primeras reflexiones: lo que es Chile y lo que no es, la realidad y los sueños son unas constantes. Este viaje le da a la protagonista la posibilidad de conocer la vida otra, la vida que no vivió, y que le hubiera tocado si sus antepasados se hubiesen quedado en Europa del Este y ella también hubiera nacido allí. La búsqueda de sus orígenes, más bien de las de sus familiares, le hace emprender una búsqueda dentro de sí misma: la mujer se redescubre. El cuestionamiento sobre el tema de la pertenencia es central, como lo demuestran algunas reflexiones y ciertos juegos de palabras en el texto: ¿está perdida o vive la pérdida?, parece preguntarse la protagonista (97). Ella misma se autodefine como la periodista —éste es su trabajo, aunque está en paro—, la viajera, la chilena, la turista: la suya es una identidad variable y múltiple al mismo tiempo.
Chile, descrito desde Chile, aparece sobre todo en las cartas que la autora intercala en el relato. A través de ellas, entendemos que allá muchos extrañan a la viajera, pero le dicen que no vuelva y le describen la falta de esperanza en el futuro, la imposibilidad de cambio que se da en el País, en tanto que la invitan a considerar como privilegiado su “estado de amnesia” (54) con respecto al País. Chile desde lejos de sus fronteras, en cambio, es tan desconocido que parece inexistente, y para la protagonista, sólo si se sale de allí “comienza la vida verdadera” (54). Así y todo, Chile está latente en cada página, la viajera siempre observa los sitios a los que acude con una mirada un poco chilena, a menudo los compara, sin revelar nunca cuál prefiere, y de nuevo dejando abierta la cuestión de la pertenencia (46). Esta meditación sobre su relación con la patria causa inquietud en la protagonista, que se tambalea entre el “desamparo y el deseo de vivir” que se diferencian muy poco (95), según declara. La mujer vive balanceándose continuamente entre los recuerdos de su tierra y de su gente, y sus deseos de proyectarse hacia lo desconocido, encarnando así la figura de quien es constantemente la extranjera, en todos los sitios y hasta en su ciudad: “Hablan del sentimiento de no pertenecer a ningún lugar” (46), “extranjeros para nosotros mismos” según sugería Kristeva en el homónimo libro.
El trabajo de observación de la protagonista es de “primera fuente” (53), y lo que relata es un gran aporte para quienes están fuera y la siguen a través de las cartas que intercambian (53) —más bien que no intercambian, ya que la mayoría de las veces éstas se quedan en Correos porque ella no alcanza (o no quiere, como en un “acto fallido”) recogerlas, de allí el título Poste restante—. Es importante subrayar este aspecto de las cartas porque son su único contacto con Chile, nosotros leemos las respuestas, que son muy intensas, lo que significa que ella también tenía necesidad de escribir y contar sus reflexiones más profundas; y sin embargo luego no va a buscar la respuesta. Es evidente que la comunicación con Chile y con sus seres queridos queda entrecortada porque ella misma así lo quiere. Cynthia, en esos momentos, ya no es chilena sino viajera. Su mirada y el recorrido que Rimsky presenta no son los del turista, sino los del observador, de quien se quiere integrar en el lugar al que llega, de quien pasa por un sitio y decide instalarse allí un tiempo, sin tener fecha para la nueva salida. Rimsky indaga el significado más profundo del viaje y sobre las trazas que dejan los viajeros en sus desplazamientos: “¿Cuál de los dos, la turista o el emigrante, persisten en la retícula de la ciudad?” (35), se interroga la narradora, recordándonos un poco la distinción que evidenciaba Bauman entre “vagabundo”, “migrante” y “turista” en la época posmoderna. Más tarde, es la propia viajera quien, de alguna forma, encuentra respuesta a la pregunta: se percata, pues, de que va perdiendo cosas, y comprende que así ella también deja traza de su paso (93). Este deseo de la protagonista de que alguna huella de su paso por esos lugares –tan lejanos y sin embargo desde siempre tan presentes en su vida– permanezca se relaciona con su profunda voluntad de meditar sobre su identidad y su pertenencia a Chile y al mundo hebreo. En el viaje de Cynthia, en efecto, es fundamental la indagación en el universo judío, la cual, a medida que avanza la historia, se amplía hacia cualquier universo: su desplazamiento se puede interpretar, así, como un vagabundeo por el mundo, en el que el peligro del fracaso está siempre al acecho. Se trata, en cierto momento, de la celebración de la errancia, la protagonista es un “sujeto itinerante” —como bien evidenció Rodrigo Cánovas— que se dirige hacia la conquista de la orfandad, interpretada como libertad de los fantasmas del pasado.
La reflexión de la viajera se centra en cómo su esencia chilena se junta con lo judío; la protagonista medita sobre la condición de la mujer judía. Rimsky habla del judaísmo desde la chilenidad y no al revés. La autora usa el judaísmo como campo de indagación, pero esto no es una reivindicación de su pertenencia ni de su cultura, sino que es un tema de estudio siempre abierto. Esta singular visión del asunto queda patente en la actitud de la protagonista, que comprende que su identidad judía es más algo por descubrir que una realidad que le proporciona la sensación de pertenencia a un grupo o que la ampara. Cynthia conoce y recuerda la cultura judía, profesando también gran respeto y admiración hacia sus padres y abuelos que la educaron dentro de esa visión, de la cual, luego, decidió apartarse. Sus familiares, la primera generación llegada a Chile a principios del siglo XX, y la segunda generación, la de sus padres, soñaron siempre con la vuelta, pero cuando se dio posible, no quisieron regresar al país de origen ni visitar Israel, tal vez por miedo a quedar decepcionados: ella hace el viaje que su padre no se atrevió a hacer, y cierra así el círculo familiar. Este periplo la ayuda, además, a entender mejor algunas actuaciones y costumbres de su familia, la lleva a descubrir otra vida. El viaje desempeña, pues, una doble función en la existencia de la protagonista: desmitificar el país que se crearon sus padres y abuelos a través de la imagen confusa del recuerdo; y conocer algo más de su cultura de origen.
El mito de la tierra de origen se va destruyendo, pero esto no tiene una connotación negativa, ya que se trata de la pérdida de un territorio mítico al tiempo que de la adquisición de un territorio entrañable y más real: la viajera, suponemos, volverá distinta a su tierra chilena. Y si es innegable que el viaje aleja, ya que se abandona el lugar de origen, también es verdad que en cierto sentido acerca, ya que quita barreras, elimina prejuicios, proporciona nuevos conocimientos, y estimula la reflexión especialmente acerca del otro.
Los encuentros y la otredad
Este texto se transforma entonces una novela de encuentros, es el relato de vidas que se cruzan de forma aparentemente casual. Pero es justo a través de la descripción de estos encuentros que Cynthia Rimsky nos propone su interesantísima visión del otro. La suya no es una reflexión abstracta, sino que está muy bien insertada en la cotidianidad del viaje de la protagonista, quien vive y estudia el contacto con el otro constantemente.
Los individuos que la viajera encuentra se parecen más a siluetas, y ella es una visitante que no quiere molestar en los lugares en donde se para: sólo observa, medita e intenta relacionarse con los habitantes de los distintos sitios. En esta línea de propuesta, es de destacar el respeto por los demás: una “especie de timidez, mezclada con respeto, impide prolongar la observación el tiempo necesario” (21). La protagonista entra realmente y nos lleva de la mano a las casas de las personas que encuentra. Lo observa todo, nos informa acerca de los aspectos que normalmente no se llegan a conocer, habla de olores, sabores, calles, todos los elementos que en la realidad conforman un lugar pero que también se le suelen escapar al viajero. La escritora es muy hábil porque consigue dar vida a un hogar en movimiento, ya que a pesar de estar siempre desplazándose, su viajera tiene encuentros muy íntimos. Y es de destacar, por su novedad y amenidad, cómo Rimsky nos muestra lo íntimo, lo sencillo y lo cotidiano, de los grandes temas actuales, logrando una original fusión de ámbitos. Se trata de consideraciones sobre el otro, el diferente, lo desconocido, sin prejuicio en la mirada y con mucha curiosidad y deseo de aprender y comprender. Un deseo de aprender y una curiosidad que también se dan de parte de quienes la reciben: los lugareños a través de ella aprenden: “Dice que al hablar conmigo miró a través de una ventana” (66), nos cuenta la viajera, que se convierte también en una ventana abierta sobre el mundo para la gente que encuentra.
En su observación del otro, su mirada se concentra, en particular, en los hebreos practicantes, un grupo social que quiere descubrir y comprender, y que, en los países de Europa del Este, se cruza con frecuencia con el universo musulmán. Rimsky propone en este sentido, de nuevo, una lectura de vidas paralelas, como evidencia la bella página titulada “Fieles”, en la que relata que unos van a la mezquita y otros al Muro, en un día en que el Shabbat cae cuando termina el Ramadán (82). La autora muestra cómo las dos religiones coexisten, a veces de forma pacífica, otras con más conflictos. Y es interesante ver cómo el viaje le da a Cynthia la posibilidad de observar realidades muy conflictivas y en estricto contacto: “Frontera entre Israel y Egipto. Camina de madrugada por el corredor que separa ambos países. Atrás quedan las luces de Aquaba, Elat y Arabia Saudita: están tan cerca unos de otros que hacen pensar en la intimidad de los enemigos” (44). A propósito de esto, la postura de la protagonista es notable porque no toma partido.
Las experiencias del acercamiento a los habitantes locales lleva a la protagonista a reflexionar sobre el sentido último de su viaje. Su lectura de la realidad cambia: su actitud hacia al desplazamiento, así como el significado de éste, se van modificando a medida que ella se desplaza: “ha dejado de preocuparle la seguridad, el dinero, la máquina fotográfica. Ha comenzado a olvidar que es una periodista chilena y que vino aquí a escribir un reportaje” (47). Poco a poco deja de lado la parte profesional y entra en la atmósfera y las ciudades del viaje.
Para terminar y empezar…
Durante toda la obra, la escritora, con gran capacidad, mantiene al lector en tensión constante, estamos siempre a la espera de que en el viaje de Cynthia se produzca un evento catártico. El lector, al final, se encuentra con que su percepción del viaje y de la existencia se queda socavada, pero también ha aprendido algo más sobre el valor más profundo del viaje: desplazarse se ha ido transformando en un arte, en una actividad que hay que aprender y perfeccionar, en una experiencia de conocimiento y maduración. Descubrimos que el viaje auténtico nunca termina, como lo pone de manifiesto la experiencia de Cynthia, quien emprende la marcha en busca de algo (un pasado, un futuro, una idea, un sueño), luego este algo se modifica, pero su búsqueda sigue, y sucesivamente ésta también se difumina, pero ella sigue viajando.
A medida que la trama se desarrolla, comprendemos que la búsqueda del origen de las fotos del álbum y la investigación sobre sus orígenes son pretextos para la viajera para poder emprender un viaje existencial y de conocimiento en sentido más amplio.
Poste restante suscita muchas preguntas y es una historia abierta a múltiples interpretaciones. Su sentido se completa con nuestro caminar con la autora, la viajera, la periodista chilena cesante. A medida que vamos conociendo las distintas identidades de la protagonista, descubrimos también algo de nosotros, de nuestra manera de viajar, y de nuestra percepción del otro. Éste es un viaje durante el cual el lector aprende, reflexiona, madura, se cuestiona, disfruta, se ríe, un viaje en el que la mano (¿o la pluma?) sabia de Cynthia Rimsky no nos abandona.