Si se trata de hablar de gente que esté en la onda, por lo menos en la onda de las letras, entonces vamos a hablar esta semana de lo que sucedió, se dijo y se pensó en el ciclo de tres foros donde se enjuició a nuestra novela.
El miércoles 19 de julio, a las 7 de la tarde, la pequeña Sala Mozart, que queda al lado del cine El Golf, se repletó del más heterogéneo de los públicos: ancianos friolentos, adolescentes a la última moda, escritores, seudo escritores, jóvenes de largas bufandas y niñas con medias modernas "que le ponían color" a la polémica.
ENTRADA TRIUNFAL DEL PRIMER GRUPO
El primer miércoles subieron al proscenio, Mercedes Valdivieso (única escritora) y los críticos Martín Cerda, Raúl Silva Castro, Luis Sánchez Latorre (Filebo), Alfonso Calderón y Hernán Loyola, todos ellos aparentemente moderados por el escritor Guillermo Blanco.
En primer lugar tomó la palabra Raúl Silva Castro, que lanzaba inquietas miradas en dirección a la figura angélica de Alfonso Calderón, que acababa de publicar un violento articulo contra él, en la revista "Punto Final", no obstante logró pronunciarse en defensa de la novela chilena, autodesignándose como "abogado del diablo".
Mercedes Valdivieso en esa oportunidad no sólo llevó sobre su cabeza una elegante boina negra, a "lo guerrillera", sino que también tomó una actitud guerrillera ante lo que llamó "este terrible bajo tono chileno". Se lanzó hablando sobre el "compadrazgo literario" entre escritores y críticos, y lanzando una desafiante mirada en torno a la mesa, añadió: "Y ésta es la verdad, aunque ustedes piensen que en este momento me estoy poniendo la soga al cuello con mis propias manos, pero yo he venido aquí para decir la verdad. Y, a pesar de todas las limitaciones existentes, puedo asegurarles que hay un grupo de escritores que está trabajando".
Al oír la palabra "compadrazgo", Silva Castro reaccionó inmediatamente para negarla, y Filebo pidió la palabra para decir: "Ya que Mercedes Valdivieso nos amenaza con un grupo que está escribiendo, sería bueno que nos dijera algunos nombres". Pero, Mercedes Valdivieso, mujer al fin, decidió mantener la incógnita.
NUEVAS FIGURAS AL PROSCENIO
En la segunda reunión aparecieron dos nuevas figuras: los novelistas Carlos Droguett y Mauricio Wacquez. El primero partió con un ataque violento contra los críticos, contra la novela, contra la incultura, contra... etc. Citó a Alone y a Silva Castro, diciendo que mientras el primero reconocía su incapacidad para
seguir leyendo más allá de la página 20 ó 40 de algunos libros fundamentales, el último tenía la audacia de comentar libros que no leía. Con este panorama dejó a todo el auditorio deprimido, pensando en el destino cultural de este pobre país que tenía a sus orientadores literarios en tan pésimas manos.
Martín Cerda fue uno de los expositores más claros y más aplaudidos. Analizó la novela haciendo una breve historia, en que hizo especial hincapié en la Generación del 50, que es su generación. Coincidió con otras opiniones hablando de la falta de realidad que existe en la mayoría de nuestras obras.
Alfonso Calderón, desde su papel de crítico, desenfundó una espada suave y sutil, hablando de la existencia evidente de los "malos críticos"; pero, para ser justo, hizo una relación histórica de la crítica literaria chilena, subrayando nombres como Omer Emeth, Pedro Nolasco Cruz, Melfi y el recordado Ricardo Latcham, cuyo nombre había permanecido ausente en el debate.
DE TODO UN POCO
El último foro, que fue, tal vez, el más activo, puesto que el público decidió tomar la palabra por asalto trajo varias sorpresas. La primera, fue una carta enviada a Guillermo Blanco, en su papel de moderador y firmada por "Un lector curioso", que pedía soluciones rápidas y eficaces.
Esa tarde opinó el benjamín de la mesa, Mauricio Wacquez, quién partió diciendo: "Fui llamado para representar a una generación joven, pero yo no represento a nadie, sino a mí mismo", aclaró en principio para luego agregar: "Tampoco vengo a defender a la novela, puesto que cuando una novela necesita defensa no tiene para que existir". Después puntualizó sobre la falta de realidad que existía en algunas novelas chilenas específicas y concluyó diciendo: "En Chile estamos confundiendo la belleza con la bonitura".
Hernán Loyola fue uno de los participantes quietos que no le dio gran importancia al significado de la palabra "crisis", puesto que da por sentado que éstas son fases por las que tienen que pasar todas las expresiones del arte.
El poeta Braulio Arenas habló largo rato, haciendo —según palabras de Carlos Droguett— un "examen médico-poético", de la literatura, porque el poeta Arenas partió comparándose con un médico y a la pobre novela la instaló, cual paciente, en una camilla de hospital.
Al parecer, aquí fue cuando Filebo terminó de exasperarse, puesto que dijo que se estaba perdiendo tiempo en divagaciones metafísicas y decidió entrar en terreno práctico: "El problema, señores, es que en Chile existe una crisis editorial, porque no hay una gran editorial que lance escritores al extranjero, y entonces, si nuestra novela no sale a competir en el mercado internacional, no podemos saber si puede o no defenderse frente a otros autores", y citó el caso del argentino Ernesto Sábato cuando publicó por primera vez en la Editorial Fabril y no lo conoció nadie, y luego cuando pasó a la Sudamericana, y hoy lo distingue hasta un niño.
Y después de algunas intervenciones de la platea, se acabó el ciclo de foros. ¿Soluciones? Ninguna. Y eso provocó la detención de muchos que pensaban que, tal vez, el moderador o alguno de los integrantes de la mesa, sacaran de repente un sombrero y como por arte de magia, en vez de saltar un conejo, saliera desde adentro "un tremendo escritor chileno".
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Algo más sobre el proceso a la Novela Chilena.
Foro en sala Mozart, Julio de 1967.
Por Sonia.
Publicado en LA NACIÓN, miércoles 9 de agosto de 1967