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Carlos de Rokha

Por Enrique Lihn
Revista Anales de la Universidad de Chile , Santiago año CXXI, N°129, 1964

 


.. .. .. .. .. .

En una especulación inteligente, laboriosa y parcial sobre la poesía, Sartre llega a decir, "El poeta está seguro del fracaso total de la empresa humana y se dispone a fracasar en su vida a fin de testimoniar, con su aporte particular, la derrota humana en general".

No creo que nadie se disponga a rendir un testimonio semejante a través de un acto de libre elección; porque el proceso ocurre, en realidad, oscuramente, sin claridad filosófica alguna ni participación franca de la voluntad. Pero he citado esta fría generalización porque tiene, para mí, la propiedad de evocar estremecedores casos concretos a un tiempo heterogéneos y emparentados, ofreciéndoles a todos ellos una suerte de genuina justificación reparadora del sentido de su vida y obra.

Estoy pensando, francamente, en los poetas malditos; pero en su vasta unidad familiar ligada a todas las etapas de la poesía moderna.

Carlos de Rokha fue un miembro de esa familia; por más que se empeñara -aún con éxito- en adaptar su poesía a una función real, social, práctica, moral.

Su imaginación incontrolable desbarataba, reiteradamente, todo otro proyecto literario que no fuera el de apostar lo inteligible, lo comunicable, la razón misma, en el juego de las palabras. Mundos de maravilla, a veces no menos efímeros, pero tan deslumbrantes como los que llueven en una noche de pirotecnia; otras veces compactos, naturales como esos guijarros bruñidos por el mar que se coleccionan en el verano. Moneda menuda de la apuesta.

La ambición de Carlos fue acaso la de acuñar una amplia fórmula mágica, un exorcismo que le permitiera ahuyentar el fantasma de lo real.

Poesía de la fuga, pero que en sus momentos culminantes, de extrema tensión y condensación lingüísticas, al cristalizar en la irrealidad de una fantasía compensatoria, dejara, en el corazón mismo de ella, una impronta sangrienta. La huella del fugitivo. Su aliento entrecortado. El resuello de la carrera.

El virtuosismo desesperado o la complacencia romántica en lo vago, nebuloso y fantástico se redimen en tales momentos en que, como diría Reverdy, es posible asistir al genuino "encuentro del poeta en su destino". Un hilo rojo —este encuentro— que integra las distintas partes de una copiosa producción en una unidad laberíntica. "Todo esto no me aleja, sino que me arrastra hacia lo real. (Himno en que un prófugo ensaya un extraño exorcismo).

El exorcismo resuena gravemente en Las revelaciones del furor y, en general, adopta todos los tonos. Hasta el más ligero, el de los últimos poemas casi pueriles, amargos y deslumbrantes, condensado, por ejemplo, en una obra como Pavana del gallo y del arlequín, y representado en la selección para los Anales de la Universidad de Chile, en un poema como "Interior", lleno de encantamientos domésticos donde la fuga adopta un aire como de extenuación o "éxtasis" consumado: "Mientras se va la tarde en los arroyos -y vuelven las visiones de la infancia".

En ciertas composiciones claves, el poeta y su poesía se iluminan mutuamente, dolorosamente identificados. En ellas, por la fuerza propia de toda auténtica realización, la experiencia y la expresión se adecúan, cancelado el juego imaginista; y aún en sus momentos menos rigurosos, esta poesía se aparta, siempre próxima a sus iluminaciones, del juvenilismo un poco femenino de la poesía fantástica. Diferencia que va de la imaginación creadora a la fantasía repetitiva; de la fuga al escapismo; de la creación a la invención.

La poesía de Carlos de Rokha es de las que saldrían gananciosas si se historiara, verdaderamente, el total de nuestra literatura. Con caracteres propios e inconfundibles, la obra de De Rokha registró todas las inquietudes expresivo formales que han coadyuvado al desarrollo de una pequeña, pero brillante tradición literaria.

 

 

Poemas de Carlos de Rokha

DE PROFUNDIS

Desde este amargo té me vuelvo hacia el demonio
apenas entrevisto por el insomne huésped
que soy cuando de noche entro en mi ser visible
cansado de mi viaje y de la larga
locura que hace tiempo absorbe mis dos sienes.
Me vuelvo a la ceniza y al vaso de mi sangre
con las venas ardiendo y el rostro amortajado,
más la espalda llagada, doliéndome el costado,
dando perdón al denodado
enemigo que soy de mí mismo y de mi alma.
Solitario por dentro, fatigado,
sin esperanzas como
un Cristo de abismal perspectiva
sobre el madero de mi columna vertebral crucificado
por los días que vivo buscando una respuesta
a la angustia que asalta mis ojos cuando duermo.
Oh deudo, oh desolado
centinela del tiempo, vigía sumergido
en la sangre, en el vino y la tierra: ese soy,
esa es mi sed, esa mi hambre, esa mi soledad, esa mi angustia,
y en mí mismo me acabo
por dentro como un viento que hacia el cielo se impulsa.
Desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado
como un águila ebria sobre una isla en llamas,
ya sin ansias de todo lo vivido
me vuelvo a la vigilia de mi cáliz,
y nada, nada espero de los días que vienen,
sino una azul espada que me destroce el alma.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29-XII-61

 

 

INTERIOR

. .. . .I

Doy alimento a un perro cada día
que viene a acompañar mi soledad.
La leña brilla luego en los rincones
de la casa ya en sombras sepultada.

Sobre el lineal brasero de cobre repujado,
ese que da una viva llama a los espejos,
vemos asarse algunas todavía jóvenes castañas
que esparcen dulce aroma entre los muebles
y se demoran en dorar sus cáscaras
que aún dialogan con los panes blancos.

El perro se arrodilla a los pies de su sueño
como una imagen pura de la tierra,
haz de indolentes ramas olvidadas
en ovillada vestidura: sólo ella lo contiene
y concede medida a su ternura
de niño que conmigo juega y juega.

El sueño de ese perro tiene una verde estatua
que lo contempla de una cruel altura,
desde la selva donde se levanta
el redondel altivo de su plinto.

El perro evoca sobre el suelo sangre
y es un recuerdo oscuro que reposa
sobre la alfombra en que le tiro migas
cada mañana en que viene hasta mi mesa.

Es sólo el fiel testigo que perdona
esa maldad con que le trato a veces
cuando le pongo el agua en platos sucios.

El pobre perro ajeno después duerme
en tanto agujerea la ventana del cielo
y a lo lejos se oyen estar así dolientes
las dulces bestias mansas en su establo.


. .. . .II


Entonces viene a mí de esos lugares
el muy ardiente olor del heno del verano,
en la paz de la tarde envuelto todo
las colinas invade en ese instante.

Se puede evocar algo, es cierto, como esa,
una dorada y larga cabellera
herida por los vidrios, cubierta de aspillera,
y los alambres que entre sí la enjaulan
le dan una apariencia casi alada
de isla sometida a las estrellas
mientras cae a pedazos en los aljibes.

Ella se alza de un licor extraño
que me persigue y que me otorga a ratos
una insistente, una mortal manía:
es el hastío que torna siempre y me devora siempre
cuando ingreso en mí mismo a pie juntillas
y me doblego en un espacio puro.

Me siento en sillas de alta paja hebrada, rojas,
a meditar casi de a poco en otras cosas,
mientras se va la tarde en los arroyos
y vuelven las visiones de la infancia
en cada libro con dibujos de hadas,
en cada fruta que abro, cuya pulpa hiero.

Hay raíces arbóreas en los muros
y una araña ha pasado entre los sacos,
y las moscas manchan ahora la leche, los visillos,
la escarcha.

El vino se derrama en los manteles
mientras juega en el patio un duende oscuro
que imita el rito de la sangre en una flecha rápida
y en un escudo vegetal celeste.

 

 

CORONACIÓN DEL MAR

Miro el mar y me multiplico.
Nombro el mar, enumero sus cantos
y una música ebria me envuelve como un velo.

Quiero entender el mundo a través de este mar
que todo lo revela en múltiple extravío.
Me desarrollo, crezco, me transformo
en línea furiosa, en génesis visible
sobre este azul de piedra que sube hasta mis labios.

Miro el mar y comprendo el misterio
de la esmeralda mágica y su borde de fuego.
Comprendo la locura de los ángeles, comprendo
el amor del mendigo por su sombra, la tierna
esperanza de los pájaros en busca de una isla.

Pero yo mismo ahora no me entiendo,
ni a través de este mar y sus cuchillos,
no comprendo mi sed aunque me mire
en sus espejos de terrestre música.

Miro el mar y no entiendo
la forma de mi sueño, ni la pura
medida del solsticio de mi sangre, ni la sola
canción en que me apoyo para crear el mundo.

Miro el mar y me multiplico.
Nombro el mar, enumero sus cantos
y una música ebria me envuelve como un velo.

 

 

APARICIÓN DEL NIÑO DE HUMO

Era el niño de humo.
Vi sus ojos
dulces, tristes, apagados
abrirse en la calle de la miseria. No llevaba
el pájaro azul en los bolsillos
de su casaca de carbón y barro. No llevaba
palomas en sus manos
de pequeño
santo evadido de un aquelarre
de sombras y de lobos.

Era el niño de humo.

¡A su lado
un perro de suburbio
dormía como un sueño olvidado!
¿Quién te vio partir hacia mis islas
en la barca del aire?

Ven, niño de humo.
Te espero ¡en la isla, en la isla!
Niño de humo con ojos
de esmeralda perdida en una dulce lágrima.

 

 

PAVANA DEL GALLO Y EL ARLEQUÍN

Vengan todos a ver el gallo de oro
el gallo azul que vuela en los andenes
que desde el corredor se va al granero
vean sus alas de zinc sus alas de alambre que cristaliza el sol
al mediodía cuando se dora el fruto salpicado de sangre
que venga el arlequín de mi pavana
a jugar con el gallo sobre el trigo
mientras el cielo cae en los tejados
vengan a ver este ballet sin nombre
pero en sagrados ritos inspirado
ahora que la tarde es un ciervo que sangra en el costado
venga la áurea llama de la rosa
a decorar la fuente veneciana
venga el gallo a ese círculo con el sol en sus plumas
arlequín estrellado con el gallo en sus manos
el gallo ebrio de luz en el azul de las esferas
y el arlequín a medio filo con un laúd antiguo entre sus brazos
los dos bailan un paso de danza en la floresta
vengan todos a verlo en esa bella instancia
la pavana y el coro del arlequín y el gallo
el gallo azul da vueltas la rueda del molino
el gallo azul derriba las doradas colmenas
el gallo azul se sube a las torres del cielo
y su cola dibuja un tapiz en la noria
y sus plumas se escapan en busca de una estrella
la estrella le habla al gallo y le dice que bueno
estrella de papel que decora las ventanas del alba
el arlequín de paja vuela sobre la hierba ardiente
el arlequín de paja con su traje de terciopelo verde
el arlequín de paja hablándole a mi gallo de ranas y palomas
¡venid, venid al alba cuando el gallo azul canta!
¡Venid, venid al alba antes que el arlequín de paja termine su pavana!



 


 

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