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EL BAZAR DE ALDO BIGLIA
Sobre libro «Bazar» (72 páginas), Aldo Biglia Flores (Chile),
Andesgraund Ediciones, Colección Aguas Negras, diciembre de 2020


Por Carlos Soto Román (Chile)




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De acuerdo con la Enciclopedia Iránica, la palabra Bāzār tiene tres significados básicos: 1. Un día de mercado, generalmente una vez a la semana, cuando los agricultores llevan sus productos a la plaza para venderlos; 2. Una feria celebrada en momentos particulares; y 3. Los establecimientos físicos, las tiendas, caracterizadas por una morfología y un diseño arquitectónico específico.

Adaptando este origen, la RAE nos brinda las siguientes definiciones de la palabra bazar: 1. Mercado público (en el oriente) y 2. Tienda donde se venden productos muy variados.

En Chile, según la página web del Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC), dentro de los tipos de productos que pueden ser comercializados en un bazar se encuentran: abarrotes, artículos de librería, artículos de aseo, artículos de computación, billeteras – monederos – carteras, calzado, artículos de camping, artículos deportivos, artículos para el cuidado personal, electrónica menor, equipos de tv, música y similares, fijaciones (clavos, tornillos), fotocopias, fotografía, juguetería, librería, menaje, perfumes – maquillajes – cosméticos, teléfonos celulares, vestuario, videojuegos, etc.

Un artículo de una revista, más bien una especie de publirreportaje, define a los bazares, como “verdaderos oasis”, los que han sobrevivido estoicamente a la llegada de los malls, los supermercados y el comercio online.

Durante la dictadura, los bazares pululaban en todos los barrios de la ciudad, ofreciendo diversos artículos que satisfacían las necesidades más urgentes y cotidianas de adultos y niños: desde fotocopiar el último documento necesario para un trámite, plastificar alguna credencial que se caía a pedazos, conseguir los palitos de maqueta o el papel lustre, fundamentales para la tarea o el trabajo que debía entregarse al día siguiente en el colegio, conseguir un regalo de cumpleaños, cuya compra se había olvidado, hasta un pequeño refrigerio al paso, para matar un hambre súbita o tal vez saciar un leve capricho: una bebida, un dulce, un chocolate, un paquete de ramitas o papitas fritas.

El bazar de Aldo Biglia se construye de igual forma como un lugar de encuentro, en donde objetos, texturas, artefactos, sonidos y recuerdos, confluyen en caóticos anaqueles y vitrinas, quedando disponibles para quien los pueda necesitar, lo que constituye también una forma de rescatar esos recuerdos, reutilizarlos, resignificarlos, darles una nueva vida.

Configurado como un pequeño viaje a través del tiempo, la memoria y lugares comunes que fueron escenario de vivencias personales y colectivas, tal como la vuelta al mundo de Phileas Fogg, el recorrido sentimental de Biglia, empieza y termina en el mismo lugar. El Río Mapocho, espina dorsal, enjuta, disminuida y malograda con los años, como un pequeño hilo de sangre negra que atraviesa la ciudad, oficia como eterno testigo de crímenes y abusos desde la fundación de la capitanía general.

Aldo escoge una imagen, un gesto: “cruzar el río”, para así articular su relato y enmarcar de esa forma su travesía.

Atravesar la corriente, el status quo y el flujo de recuerdos, aunque separados por décadas, parecen ser la prueba exacta de que el tiempo en nuestro horroroso Chile, se encuentra estancado entre los pútridos adoquines que confirman el lecho de nuestra historia.

El río como cauce, como flujo de acontecimientos personales, biográficos, comunes, nostálgicos; el río como símbolo del caudal histórico, del impetuoso y trágico vigor de los acontecimientos; el río como poema con su abundancia exuberante de vocablos y referencias, que buscan situarnos en un recorrido puntual, breve, quizás efímero pero que es fiel reflejo del enrarecido ambiente pseudo democrático que nos envuelve. 

Tal vez haya acá un guiño, una nueva lectura del poema 48 de Millán, donde el río invierte el curso de la corriente / el agua de las cascadas sube / la gente empieza a caminar retrocediendo, una metáfora cruel del funesto retroceso que hemos vivido y se ha agudizado y acelerado durante esta neo-dictadura pandémica. 

Dos momentos estremecedoramente parecidos entre sí, son los paréntesis que abren y cierran este libro, son los dos pestañeos que limitan este caudal de sensaciones:  el hablante recién nacido, llevado por su padre, cruzando un río custodiado por soldados y años después, una mujer llevando a cabo la misma operación en medio de un estallido social y rodeada de fuerzas policiales que reprimen y gasean a la multitud, pero esta vez balanceándose sobre una cuerda floja, imagen que no puede ser más elocuente al intentar representar el estado actual del país y las cosas.

Entre estos dos hitos, se despliega, se desenvuelve Bazar de Aldo Biglia: una acumulación de sucesos y personajes que forman parte de la educación sentimental tanto del autor, como de toda una generación, que tuvo que padecer la ilusión y la caída en la época de los 90s, la llegada de la alegría y el desengaño por su rápido desvanecimiento. En este tránsito nefasto, las señales de ruta, las referencias literarias, musicales y cinematográficas, no pueden estar ausentes.

Escritores como Zurita, Bolaño, Blanca Varela, Lewis Carrol, Borges; películas como el Mago de Oz, Twin Peaks, Pelotón o los documentales de Kossakosvky; músicos y bandas como Talking Heads, Jefferson Airplane, GG Allin, Jeff Hanneman y el mítico Lemmy Kilmister, son los encargados de poner el ritmo, las palabras y las imágenes en las estanterías del bazar.

Oscuras y valiosísimas referencias literarias aparecen en los anaqueles como Giovanni Papini, un controvertido periodista italiano, cuyos libros a finales de los 90s, se conseguían con mayor facilidad en ferias de frutas y verduras, que en librerías y bibliotecas y a quien Borges mismo llamó “un autor inmerecidamente olvidado” o George Oppen, poeta fundamental del grupo de los Objetivistas, quién abandonó las letras por la militancia política.

Pero no solo en libros y autores se queda la oferta del bazar. Las referencias se mezclan, se complementan, se complejizan: Lewis Carrol, aparece entonces solapadamente a través de “White Rabbit”, la lisérgica y surrealista canción de Jefferson Airplane, la que a su vez nos refiere a escenas memorables de películas insignes y disímiles como “Pelotón” (el sargento Elías ofreciendo el cannábico humo de una pitada a Charlie Sheen, a través del cañón de una escopeta) y “Pánico y Locura en Las Vegas” (donde el Dr. Gonzo, el obeso abogado samoano, altamente estimulado por LSD, escucha la canción sumergido en la bañera y le pide a Raoul Duke, alter ego del gran Hunter S. Thompson, que arroje la radio al agua cuando la canción llegue al clímax).

También hay lugar para recodar antiguas correrías de barrio y contrastarlas con la impunidad y el poco aprecio por el patrimonio, lo que lleva a la depredación inmobiliaria, otra pandemia que nos azota desde hace tiempo, de la cual otros autores, como el mismísimo José Ángel Cuevas, dan cuenta:

“Si este barrio llegara a ser todo
Paz-Froimovich
no ver nunca más una casa
de tejas y balcones
No ver jamás una ventana con flores
y cortina corrida
Oh, si esta ciudad llegara a ser toda Paz-Froimovich
con sus masas informes de concreto seco
como una cárcel plana
Si este País llegara a ser Todo Paz-Froimovich
ni campos ni árboles
ni ríos
sino infinitas moles
fierros llenos de cuadraditos
nichos chicos
ni una mujer bailando en la ventana.”

Todo ha crecido como maleza – remata Pepe Cuevas - y las viejas casas van al suelo por las inmobiliarias hijas de la grandísima Paz Froimovich. Verso al cual Aldo parece aludir en su poema Manuel Montt: recordé mis recuerdos desmoronados, el castillo del oidor, PAZ fromo Bitch, recordé la librería de Bretaña, la verdulería llena de gatos del italiano Yaco, el cine California aún resiste, puta PAZ fromo Bitch.

Tal como en el episodio “El emporio de los objetos perdidos de Wong”, de la ochentera serie “La Dimensión Desconocida”, donde las personas buscan afanosamente un emporio para recobrar aquello que han perdido, en el bazar de Aldo lo perdido se materializa en recuerdos, canciones, bandas, músicos icónicos, libros y autores de culto, películas, momentos significativos de la historia personal y colectiva. 

No por nada recordar viene del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón, como nos señalaba una de las víctimas más sentidas de la pandemia del COVID-19, el escritor Luis Sepúlveda.

En ese sentido y tal como los antiguos bazares iraníes se alzaron en contra de la dinastía Palavi, la que los veía como un impedimento a la modernización de la sociedad, el bazar se transformó en un ícono de resistencia política, económica y social, erigiéndose en contra de las clases más favorecidas y la elite política de Irán durante el siglo XX. El Bazar de Aldo Biglia a su vez, también se erige como un testimonio de resistencia a la impunidad, a la injusticia, a la desmemoria, a la dominación, al olvido.

Quizás es muy temprano aún para hablar sobre la literatura del estallido y la pandemia, dos hitos potentes que nos golpearon demasiado rápido, sin dejarnos acaso un momento de respiro, una pausa que nos permita recuperar el aliento y mirar, contemplar, procesar lo ocurrido. Quizás el confinamiento y el hastío y el cansancio que lo acompañan, ha gatillado una serie de escrituras urgentes, las que se abren paso entre la escalada de noticias y tragedias que no nos dan tregua. Dentro de las obras que han aparecido y que sin duda seguirán apareciendo, “Bazar” de Aldo Biglia ocupa sin duda un justo lugar en el anaquel testimonial del Chile neoliberal pandémico, en permanente estado de excepción y crisis social. 


Carlos Soto Román

Poeta y traductor
Santiago de Chile, abril de 2021

 

 

 

 

 

 

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Aldo Biglia Flores (Santiago, 1973)
. Ha participado en diversos proyectos relacionados con la gestión cultural. Estudió Diseño en la Universidad Tecnológica Metropolitana y Geografía en la Universidad de Chile, carrera que ejerce actualmente. Ha sido parte en distintos colectivos ligados a la creación como kiltraza, difusión en cine kaiju M-78. También ha colaborado en encuentros de poesía en Descentralización Poética y Festival de la Poesía en las Escuelas, ha sido parte del equipo de las publicaciones fanzine Miedo y revista Revolverink. Seleccionado en la antología “Metalenguaje literatura y escena metalera” de las editoriales Andesgraund – Ajiaco y en la antología “Pánico y locura en Santiago” de la editorial Santiago – Under.



 

 

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