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LA RECURSIVIDAD COMO UN RECURSO PARA IR HACIA LOS ADENTROS
DE LA CREACIÓN POÉTICA DE CARLOS TRUJILLO
La Palabra y su Perro, de Carlos Trujillo. Mago, Santiago de Chile, 2019, 240 págs.

Por Luis Mancilla Pérez




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Es una peligrosa responsabilidad literaria que un profesor de básica y secundaria aparezca comentando y presentando el último libro de Carlos Alberto Trujillo que además de poeta es doctor en Literatura por la Universidad de Pensilvania, Filadelfia, en el todopoderoso país demoledor de países. Agradezco a Carlos el honor de elegirme para presentar su nuevo libro, honor únicamente justificado en la amplitud de la amistad. Por eso aquí estoy presentando La Palabra y su Perro. Un título surrealista como una película de mi tocayo Buñuel, título algo ilógico opuesto a todo razonamiento cartesiano pero contiene algo mágico mirando desde nuestras raíces isleñas. Contradiciendo todo lo ilógico que pueda contener aquel título, a esta presentación la denominaré: LA RECURSIVIDAD COMO UN RECURSO PARA IR HACIA LOS ADENTROS DE LA CREACIÓN POÉTICA DE CARLOS TRUJILLO.

Toda la obra de Trujillo sigue el ritmo de los tiempos; desde sus años de estudiante universitario cuando escribe Las musas desvaídas, ya siendo profesor de Castellano surge Escrito sobre un balancín, y en los años de la dictadura la realidad de esos días queda escrita en los poemas de Los que no vemos debajo del agua, y la denuncia del valiente irreverente “Lope sin Pega” hasta su poesía de principios del siglo XXI que surge en sus años de vivir en los EEUU. En esa creación se puede percibir una compleja y enraizada combinación de elementos culturales y poéticos. A esos años corresponde el libro La palabra y su perro, un libro dividido en dos secciones. La primera se construye con poemas contenidos en el poemario Palabras, publicado el 2005, en Lima, Perú, y el 2010 en una edición bilingüe, en Villanova University, USA. La segunda parte: “Memoria de no ser” fue escrita en 1994 e incluida en el libro Todo es prólogo, publicado en New Jersey el año 2010. Como resultaría muy extenso y cansador para el oyente, escuchar a este presentador analizar y comentar 230 páginas de poesía, me remitiré a la primera parte: “Palabras”. “Una poesía que reflexiona sobre sí misma, de un metatextualismo que interroga su propia fragilidad” según afirma en la contraportada el poeta valdiviano David Miralles. Para mí, estos poemas empapados de metalenguaje son una sorprendente construcción poética donde Trujillo convierte sus textos en un enorme salto en la búsqueda de la creación poética. La palabra y su perro es un libro que trata de: “La palabra y su encanto de pájaro que nombra lo que vuela”.

Si la palabra tiene un perro como Trujillo dice en el título, es tarea del lector encontrarlo en un libro cuya lectura es andar como “Colón describiendo lo desconocido”. Pero ese contradictorio surrealismo del título se opone con la descripción de la realidad que el lector encuentra desde los primeros poemas. Lo mágico del surrealismo la imaginación creadora del poeta lo transforma en un universo lógico matemático usando la recursividad para ir hacia la profundidad de los adentros de la creación poética; que no es otra cosa, ese preguntarse: “¿Adónde cae la hoja que cae de la hoja?/ ¿Adónde, la hoja que se suelta de sí misma/ como mirando lejos y hacia adentro,/ como mirándose desde lejos/ igual que si fuera otra hoja la que cae/ mientras ella la mira?”

Inicié la primera lectura de este libro de Carlos queriendo descubrir si puede la palabra tener un perro. Menudo trabajo fue leer este libro desde la perspectiva de encontrar en los poemas un perro que si no es guardián de las palabras es mascota del poeta. Perro ovejero que le arrea las palabras hasta formar un poema, y buscando que apareciera un perro en estos poemas de Trujillo encontré matemáticas.

“Una palabra asiste al nacimiento/ De otra palabra más pequeña/ Y esa de otra/ Y esa otra de otra más […] /Palabras y palabras/ asistiendo a las otras a nacer.”

Así como la “hoja que cae de la hoja”; las “Palabras y palabras  asistiendo a otras a nacer” no son otra cosa que la función de recurrencia, una abstracción matemática que se hace concreta y visible en la portada del Silabario Hispanoamericano donde aprendimos a leer quienes fuimos niños en los sesenta y setenta. Una portada que mostraba dos niños leyendo un silabario hispanoamericano que en su portada mostraba dos niños leyendo un silabario hispanoamericano, y así sucesivamente, en un loop de programación informática que se repite hasta el infinito. “Una palabra asiste al nacimiento/ de otra palabra más pequeña/ y esa de otra/ y esa otra de otra más”.

También esta repetición “recursiva” aparece en la etiqueta de la caja del antiguo lavalozas Klenzo, tan común en las cocinas del hogar de nuestra infancia. Coincidencia o no, es en la mesa, comedor diario, en la casa del poeta, en la noche, en Pennsylvania, la hora cuando “la palabra respira en la hoja de papel, y el poema se inventa, y dice que el poeta existe más allá de esta noche y de esta página” que es el espacio donde “todos los poemas se han escrito y borrado/ y se han reescrito…”. Lo dice Trujillo y se pregunta “¿Qué es más real,/ las alas del pájaro que canta mientras cruza el aire de ese patio/ o el amago de texto que la sueña y la pinta?”. Lo escribe en la cocina de su casa en Pennsylvania pensando en Chiloé donde “la tetera allá lejos llama y llama/ como un tren que no es tren/ o fue un rápido tren que ya se ha ido”.

Si hay un aspecto que merezca ser destacado de este libro es como el autor aborda el trabajo de hacer creación poética: ¿De qué escribir sobre la blanca cara/ de una hoja de cuaderno? ¿Qué hacer con la palabra/ Si ella es tu propio rostro en el espejo? Se pregunta, y en la búsqueda de una  respuesta, que son la mayoría de los poemas que van construyendo un libro que tiene como característica principal la sensación de infinito, de algo que es continuo y que, por lo tanto, no puede ser delimitado en el espacio de la hoja de papel o en el tiempo porque la poesía, pese a que “No están los tiempos para ser poeta”, se sigue replicando como una imagen en un espejo que hace que la imagen sea replicada una y otra vez, una dentro de otra hasta que deja de verse pero no por eso deja de existir. ¿Qué hacer con la palabra/ Si ella es tu propio rostro en el espejo?”, duda Trujillo. ¿Qué hace la palabra que quedó fuera del poema?” Y el poeta piensa, y existe como Descartes queriendo quebrar los límites de la realidad creadora, y parece que nos coloca en el margen de otra dimensión: “¿y si abriendo la puerta/ me encontrara conmigo, y no me viera?” No es que Trujillo esté pensando en verse a sí mismo en un universo paralelo; creo que es la inseguridad de darse cuenta de que su poesía va cambiando, y el temor a no reconocerse en lo que crea. “Como si estas palabras/ fueran el negativo de la realidad”.

La Palabra y su Perro es un libro “construido con palabras que el cerebro hacedor encuentra en distintos armarios repletos de poemas” dice el autor describiendo el oficio de escribir, el trabajo creador, la búsqueda incesante de la originalidad, “es escribir distinto a cualquier otro autor”, y un cierto autorreferencial pesimismo existencial y un cansancio metafísico aparece cuando Trujillo describe el constante repetir la recursiva ceremonia de escribir: “como si escribir fuera dejarse llevar por la hoja en blanco”. “Como si escribir fuera errar sobre un hilo invisible/ como si este escribir fuera solo escribir…”, completar de palabras una página en blanco y volver a completar de palabras una página en blanco en una infinita neurótica función recursiva que para Trujillo es una ceremonia de pensar sobre el pensar. “Miro la palabra hecha agua en el desierto de la página/ y ya no es agua sino luz”. Esa luz es el contenido que da esencia y significado a los poemas de este libro. La luz es la creación, la originalidad. Mientras que la palabra es el agua que fertiliza la escritura que con sus imágenes y relaciones lógicas conmueve el pensamiento, las sensaciones, las emociones, los sentimientos, la realidad que encontramos en la lectura donde no encuentro el perro que según Trujillo acompaña a la palabra, y salgo de la trampa, no hay perro, kiltro pulguiento y ladrador, el perro en la poesía de Trujillo es el pensar, no el pensamiento del poeta, el pensar del lector sobre las palabras que permiten crear la poesía que en su lectura nos hace pensar sobre las palabras que permiten crear poesía y así en un continuo que no puede ser limitado por el espacio, la hoja sobre la cual escribe, ni el tiempo, contenido en la realidad que perciben nuestros sentidos. Un big bang creador, el inicio de todo: “A cada lectura el poema se inaugura/ y el lector se inaugura con el poema/ Que antes no hubo lector ni poema”. La recursividad mirada en su sentido inverso, la palabra en constante expansión eso creo que es este libro del poeta Carlos Alberto Trujillo.


Castro, 24 de mayo de 2019

 



 

 

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