..... Los
hechos del 11 de septiembre de 1973, así como sus vastos efectos
posteriores, tienen múltiples formas de presencia en la poesía chilena
de los últimos años, ya se trate de la poesía escrita en Chile, ya desde
el exilio; bien sea directamente bajo la forma de un tema, bien —con
mayor frecuencia— en la forma de un telón de fondo histórico-social,
experimentado la mayor parte de las veces como opresivo y asfixiante. La
poesía política es un subgénero en extremo difícil, y me pregunto por
qué esos raudales de poesía engagée se frustran a menudo como
literatura, y por qué a la inversa un poeta joven y casi desconocido,
José Angel Cuevas, consigue tan bien el efecto verbal de protesta que
otros malogran. Así ocurre en su breve y casi artesanal libro
Canciones rock para chilenos, editado por la Colección Barbaria
de una editorial no identificada, quizas inexistente.
.....
La razón que me
parece más verosímil es ésta: bajo el trauma del 11 no pocos poetas de
oposición —democrática o violenta— gritan, gesticulan, juzgan, amenazan;
en suma, dramatizan, lo cual es muy explicable desde el punto de vista
psicológico y político, pero fácilmente desfavorable desde el punto de
vista de la poesía. En cambio, frente a hechos dramáticos, José Angel
Cuevas se las arregla socarronamente para no vociferar sino describir, y
aun más, para no describir sino presentar : una sabia norma o
consejo de Ezra Pound, il miglior fabbro. La poesía debe
solamente presentar. Nuestro autor presenta los hechos, y no desde la
óptica del Juicio Final o del Pueblo con mayúscula, sino desde el
humilde mirador que es su propia persona. Así el entrelazarse de la
intimidad personal con los acontecimientos históricos proporciona, de
cara a estos últimos, una perspectiva más real -y sobre todo más
eficazmente poética- que el abordaje directo de la Historia con
mayúscula.
.....
Algo nos gana desde el primer momento en la voz sencilla, siempre
minúscula, levemente irónica, modestamente individual de este poeta que
refiere una tragedia sin tonos trágicos, que no asume el acento de la
ideología o del tiempo futuro, que simplemente cuenta su pequeña
historia, su historial privado del trauma del 11, por así
llamarlo. Su poema 1970 nos entrega las claves personales y
generacionales de esa juventud izquierdista rockera revolucionaria
utópica, que al son del heavy rock pensaba cambiar al mundo —y
ciertamente el país— en asambleas populares y noches bailadas y bebidas
hasta el amanecer, segun sus palabras. Debo citar sus textos
prescindiendo del efecto tipográfico y óptico de sus epacios vacíos, sus
versos en escalerilla y sus bien calculados márgenes: "Todo el mundo
pareciera hallarse en forma / y terriblemente alegre / la época de
los buenos sentimientos / la más popular antiimperialista
antioligárquica / podría habérsela llamado. / Después una Gran Fiesta
cruzó la ciudad / desde Conchalí a Barrancas / Allende se dirigió al
país / por Cadena de Radio y Televisión. / Yo me dirigí hacia San Diego
y compré una parka / unas botas para el tiempo que venía".
..... Lo
que realmente vino —el epicentro del trauma— es presentado así por el
autor: "El hombre sale a caminar ese cruento día de la historia. / Cae
algo de llovizna / llueve. / A todos sus amigos da por muertos / llama
por teléfono a los muertos. / Ve camiones cerrados, autos que huyen /
fuego brota de los cielos / (después comienza el corte masivo / de
patillas bigotes / barbas / melenas de cualquier índole / forma y
color). / Todo se cubre de humo (...) Ya entrada la noche vuelve el
hombre / se acuesta sin comer. / Se pone a pensar en la vida que está
comenzando / la vida que le espera".
..... Se
notará que el sujeto de estas vicisitudes es "el hombre", una cuidadosa
forma impersonal que se balancea entre el individuo concreto y los
protagonismos colectivos. Después del 11, el individuo vuelve a usar un
giro a la vez elusivo y alusivo de sí mismo para elevar, con la voz del
dolor en sordina, sus Cánticos al cielo: "Mientras la ciudad
duerme / y el Toque de queda rige en la Región Metropolitana / provincia
de San Antonio / y todo está en silencio / Hay un tipo que vela por
ustedes: / acostado fuma y fuma / le da vueltas a la reaidad / lo que
está sucediendo / (lo que está sucediendo) / una plegaria dispone o
cueca total que sale / por los pisos / diversos techos / sube se
extiende / más allá de los contrafuertes cordilleranos dobla / camino a
Farellones y más aún / llevando ruegos llantos / lamentos requerimientos
/ que van a perderse en la inmensidad de la noche / donde se supone
debería estar ahora mismo / Dios mirando".
..... Los
versos hasta ahora citados son expresivos y sugerentes dentro del tono
menor que domina sobre esta escritura. Se diría que incluso carecen de
brillo, pero su opacidad posee cierta sabiduría. Es por eso que el poema
más fuerte del libro puede cobijarse bajo el título mínimo de
Confesiones de bar. En ellas, sin mayor alharaca, se nos entrega el
núcleo de una experiencia conmovedora: la impotencia, por una parte,
pero por otra y sobre todo, la súbita y abrumadora sensación
—verbalizada en un tono de desencanto casi neutral— en el sentido de que
entretanto (1973-87) la vida se pasó, lo que pasó fue casi la vida,
antaño sonriente de posibilidades rockero-revolucionarias:
..... "Al
fin no hice nada de mi vida / estaba preparando cosas / arreglando la
tierra./ Justo empezaba a atar mis propios cabos sueltos / cuando vino
el Golpe / una mano / dura / tapándome la luna y el sol. / Todo se
detuvo / me deprimí. / Empecé a esperar / a vivir en estado provisorio.
/ Pero ese estado provisorio / se ha alargado tanto y tanto ya / que
casi pasó la Vida / Se hizo demasiado tarde / Ya no hay caso / para otra
vez será".
..... Lo
absolutamente convencional del último verso —el lugar común "para otra
vez será"— expresa por contraste, y con singular fuerza, lo inexorable
del sentimiento dominante de estas Canciones. El resto del
libro son imágenes sueltas y nostálgicas sobre lo que pudo ser y no
fue: "la tierra de los vagabundos / mujeres desnudas y / tipos muertos
de la risa"; "vagar por los cielos de Santiago hoy / libre/
absolutamente libre de toda sospecha". Todos estos poemas son
imperfectos y entrecortados, pero en esa misma imperfección de tono
menor se ajustan bien a la experiencia que revelan. La propia opacidad
de la voz, que no insulta ni amenaza ni llora siquiera sobre sí misma,
que sólo da cuenta con tono neutral de lo ocurrido a un fulano
cualquiera y a su generación, alcanza precisamente en sus tonos grises
esa eficacia y fuerza verbal tan difícil de conseguir en la verdadera
poesía política.
En El Mercurio domingo 16
de agosto de 1987.