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“Nada hay que dejar al azar o la coincidencia cuando uno escribe”.
Entrevista con Christian Solano

Por Carlos Villacorta Gonzáles

 


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De la nueva promoción de escritores peruanos, resalta el trabajo de Christian Solano, quien con dos libros publicados Almanaque (2014) y Motivos de Fuerza Mayor (2015) ha ido asentándose en el medio peruano desde el género del microrrelato. En esta entrevista, Solano nos comenta sobre sus temas, su proceso creativo, su relación con el microrrelato y  la poesía así como de un breve comentario de su próximo libro.

Carlos Villacorta: En tus dos libros Almanaque (2014) y Motivos de Fuerza Mayor (2015), existe una preocupación sobre el tema de las relaciones de pareja, ya sea durante la etapa de enamoramiento o de novios, del matrimonio, post-divorcio, etc. Esto es significativo porque en otra entrevista has mencionado el aire de cotidianeidad que tienen tus cuentos.
— Christian Solano: Claro, nada hay que dejar al azar o la coincidencia cuando uno escribe, lo peor que un escritor puede hacer es terminar un texto y sentarse a ver qué pasa, qué le encuentran otros. Cuando uno escribe todo el tiempo debe estar atento a la interrelación que hay entre lo que fuera que esté escribiendo y lo que ya ha escrito o aquello que ha leído. Es cierto que hay mucha carga de situaciones cotidianas en lo que escribo, eso no es gratuito. Cuando comencé a escribir tenía una idea muy romántica del asunto y mis primeras versiones de los textos tienen un aire inocente que terminé trocando en irónico, buscando anticlímax en situaciones anodinas, aprovechando la cotidianeidad de las rutinas en las relaciones familiares, laborales, trabajando las situaciones de manera específica para que cualquiera pueda sentirse identificado, dándoles un carácter universal pero sin perder lo individual. Esto que hace que se entienda en todos lados y esto es obvio en el segundo libro puesto que en el trabajo de edición con la editorial chilena tuvimos algún reparo quizá en algunos títulos pero en el contenido no, cosas como cambiar el título de un cuento que se llamaba “Telenovela” porque allá no se les dice así, o cambiar “chancho” por “cerdo” o “cochino”. Pero retomando el tema de lo cotidiano en mis cuentos, luego de haber tomado la decisión de hurgar en estas situaciones, comencé por casa, es decir, en un inicio eran situaciones personales, luego no lo fueron tanto así, porque finalmente ahora hay investigación, con temas como el divorcio, por ejemplo, no solo lo viví, padecí, sino que leí mucho acerca del tema, del cómo afecta esto a los hijos, del cómo son los procesos de adaptación, superación; asimismo leí muchos informes sobre violencia doméstica, sobre las consecuencias en los hijos, porque fue algo que me atravesó, es decir, me pasó por encima, me superó, yo no pude ver a mi hija menor durante ocho meses; todo eso al final se decanta en los cuentos. Yo no quería hacer lo que todos venían haciendo, no quería hacer más de lo mismo, no creo en este punto estar descubriendo nada, ya antes están Arreola, Avilés Fabila, Denevi, Brasca, Cortázar, Monterroso, todos tienen algún texto de ese corte, es decir, no todo lo que hicieron fue buscando sorprender, pero evidentemente es lo que más se ha antologado, lo que más se cita, lo que más se recuerda. Muchos de los microrrelatos o microcuentos (como los queramos llamar, puesto que los críticos aún no se ponen de acuerdo) que leí cuando estaba en plena formación universitaria y posteriormente cuando investigué la teoría eran de corte fantástico, reversiones de fabulas, mitologías e incluso cuentos famosos, por no hablar de las precuelas o secuelas de textos célebres. Y no reniego de ello, de hecho, en mis libros hay algunos textos que conversan con esa tradición pero creo que los puedo contar con los dedos de las manos, ahora que lo pienso, podrían ser como esas jugadas maestras que hacen los futbolistas en un partido con el marcador a su favor, pero son solo para complacer a la tribuna o como las canciones comerciales que tiene que incluir una banda en sus primeros discos por imposición del mercado. Pero me atrevo a decir que mis libros han tenido la aceptación precisamente por los textos cotidianos que son los más, en ambos casos.

¿Es el tema político una preocupación personal como escritor? Lo pienso porque en los últimos años el tema de la violencia política ha sido un tema muy ficcionalizado por los escritores peruanos. Sin embargo, este está casi ausente en tus cuentos.
— Yo diría que no dejo que mi postura política se inmiscuya en lo que escribo. Puedo decirte sin remilgos que soy abiertamente de izquierda, de la nueva izquierda, la izquierda joven, la que no continúa ligada a las luchas del pasado, la que no tiene porqué ser necesariamente anticapitalista, la que entiende que este ya no es un país de obreros y campesinos; pero podríamos decir que cuando escribo soy políticamente correcto. Creo que cuando un escritor deja evidenciar sus posturas e intereses políticos en lo que escribe comienzan los problemas, porque el límite entre eso y lo panfletario o la apología es delicado, hay muchos grandes escritores que incluso son mejores para mí en sus momentos más vehementes de activismo o participación política, como el primer Vargas Llosa, por poner un ejemplo, hablo del que era hasta La guerra del fin del mundo, cuando había mucho nervio en sus libros, su pasión se notaba. En el otro extremo está Borges, que en su etapa más roja escribía una poesía muy lamentable. Y así, la historia de la literatura está plagada de casos, la política en la literatura tiene sentido cuando es parte del conflicto narrativo, cuando los personajes tienen una visión pero no parcializada, sino confrontada, cuando el universo que se construye dentro de un cuento o novela tenga en cuenta los problemas políticos, de otro modo no. Eso es, evidentemente, también trabajo del escritor, esa diferenciación es parte del trabajo uno debe hacer al momento de sentarse a escribir. Ya no estamos en los sesentas, en épocas de revolución, donde era casi una imposición para los escritores o intelectuales tomar partido o tomar las armas, incluso. Evidentemente, no digo que haya que ser indiferentes al tema, para responder la última parte de tu pregunta, pero tampoco creo que un texto tenga un valor adicional porque aborda la violencia política o el conflicto armado. Hay un cuento en mi primer libro sobre la matanza de campesinos durante el conflicto, pero en el que evidencio la indiferencia con la que muchos en Lima y en el país sienten el tema, no intenté con eso llamar la atención o hacer denuncia, de hecho si lo lees notarás que hay un tratamiento del final para que eso no tenga esa dirección. Otra vez, insisto, de eso se trata el trabajo del escritor. Existe un tratamiento a la memoria que uno debe hacer al momento de escribir, me refiero no necesariamente a la de tipo autobiográfico, sino a la colectiva puesto que nuestro entorno nos afecta, todo lo que sucede a nuestro alrededor, en nuestro tiempo, influye en nosotros de alguna u otra manera y eso debe estar presente en lo que escribimos, de hecho, hay mucho material para escribir en la situación política o en los conflictos políticos de cada país. En el caso del microcuento, este tema mucho más notorio en países como Chile, que atravesó la dictadura de Pinochet; o en lugares como en Centroamérica o Colombia donde el conflicto armado ha durado mucho más tiempo y ha sido mucho más sangriento. Pero siento que en esos casos el carácter es más denunciativo. Podríamos hablar de los colectivos contra la violencia de género, el otro conflicto con el que lidiamos día a día, el proyecto Basta, 100 microcuentos contra la violencia, que empezó siendo un proyecto con escritoras para visualizar la violencia de contra la mujer en Chile y que hoy tiene ediciones en Colombia, Venezuela, Argentina, Perú y no sólo de violencia contra la mujer sino también contra la violencia infantil, y que tiene ediciones tanto de mujeres como de hombres. En nuestro país podemos citar un libro que tiene mi edad, fue publicado en 1976, me refiero a Cuentos sociales de ciencia-ficción de Juan Rivera Saavedra, que es un libro emblemático de la ficción breve y que tiene mucha carga política, de conflicto, no solo regional, sino universal.

¿Podrías hablarnos sobre tu proceso creativo? ¿Existió alguna diferencia entre la escritura del primer libro y del segundo libro?
— Empiezo por responder tu segunda pregunta. Considero que sí y es porque el primer libro lo escribí desde que estaba en la universidad hasta un par de años antes de su publicación, me demoré mucho en publicarlo, lo cual como bien sabes es contraproducente a veces porque para que tu voz obtenga validez cuesta más trabajo, ya no eres una promesa joven y dentro de los de tu generación, que ya tienen algunos libros a cuesta, igual eres el chico nuevo del barrio. Por otro lado, a favor del libro es que hay una voz un tanto más sólida y no una tibia en formación. Los cuentos del primer libro no los escribí pensando en que serían un libro, Almanaque tiene una estructura temática pensada a partir de la idea de reunirlos en un libro. Descarté muchos para ese libro. Eliminé otros. Para Motivos de fuerza mayor ya tenía algunos textos que escribí luego de publicar el primer libro y que solo reuní cuando una editorial chilena se interesó en mi trabajo y me pidió publicar mi próximo libro, apenas entonces tomé conciencia de que debía escribir nuevos textos para ello. Creo que en el segundo libro hay ya una marcada evidencia de situaciones cotidianas y un trabajo de cuidado con los textos que, confieso, no tenía al momento de publicar el primero. Sentía que había una responsabilidad mayor en el hecho de publicar un libro en el extranjero y eso hizo que se optimizaran tanto mi atención al momento de escribir como mi sensibilidad al enfrentarme al texto, hay una maduración que es notoria al leer ambos libros, me gusta que sea así. Publicar tarde me permitió esa maduración, pero en cierta forma es como entrar al colegio por primera vez, a primer grado, pero siendo ya un adolescente que estudió durante años en casa. Hace poco, oí en una entrevista a un escritor de mi generación que está obteniendo éxito mediático y en ventas, que se acaba de casar, decir algo así como: “considero que consolidé mi voz después de esta novela, una voz que no tenía, ahora tengo ganas de tener un hijo para saber que se siente escribir después de eso”. Me pareció absurdo mientras lo oía pero mi segunda reacción fue pensar que, es cierto, que los hijos te cambian la vida, eso es una verdad de Perogrullo, pero en mi caso eso estuvo ahí casi desde que empecé a escribir, cuando estaba en la universidad, yo ya tenía un hijo y publiqué mi primer libro cuando mi primer hijo tenía quince años y mi hija menor tenía seis. Recuerdo que durante esos días universitarios le comenté a un amigo que lamentaba no tener el tiempo que tenían los demás para leer más, para escribir e incluso para salir con ellos de juerga más seguido, porque yo tenía que trabajar y llegar a casa con la familia que ya tenía esperando por mí, pero me respondió que no sea tonto y que él me envidiaba porque yo estaba viviendo cosas que ellos no iban a experimentar sino hasta muchos años después y que eso yo tenía que aprovecharlo porque me iba a servir para escribir, y eso creo que define muy bien lo que he venido haciendo. Aprovechar lo que he vivido para escribir. Ahora que estoy divorciado, tengo una novia a la que le advierto todo el tiempo que lamentablemente soy escritor y que todo lo que diga o haga puede ser usado en mis textos, es un lugar común pero es cierto. Todo lo que veo, escucho, pienso lo anoto (y ahora empiezo a hablar de mi proceso creativo), siempre que tengo una idea trato de que esté apuntada en mi libreta. No soy de los que escriben con disciplina, ni mucho, porque tengo que trabajar, ya mencioné que tengo dos hijos, de la literatura no se puede vivir en un país como el nuestro, desafortunadamente, por eso escribo cada vez que tengo ganas, trato de que sea durante la madrugada, porque ya me acostumbre a ello. Durante mi matrimonio los constantes problemas que tuve fueron porque ella no estaba de acuerdo con que le dedicara tiempo a escribir o leer por eso tenía que hacerlo apenas se hubieran dormido todos. Las consecuencias de ello ahora las pago escribiendo solo de madrugada porque ya no puedo escribir nada en otro momento del día, claro puedo corregir, revisar, anotar, pero no escribir. Esto es bueno, bien mirado, puesto que en la madrugada nadie puede llamarte, buscarte y hay mucho silencio, obviamente, cuando lo hago apago el celular y me desconecto de internet, no creo que haya un escritor que pueda escribir conectado a internet, no hay que ser hipócritas.

El microrrelato siempre ha tenido un énfasis en la brevedad y en el uso del lenguaje. Esto último lo acerca a la poesía. ¿Cómo interviene, si acaso sucede, la poesía en tu proceso creativo?
— Coincido contigo en que el microrrelato se pasea por los linderos de la poesía. En realidad la ventaja del género es su hibridez, puestos a ello, podemos decir que el microrrelato aprovecha no sólo la poesía, sino también el cuento, la novela, el ensayo, en realidad todo tipo de expresión escrita, incluso los aforismos, los anuncios publicitarios, la canciones por mencionar algunos. Y me refiero tanto a la forma como al fondo. Hace poco recomendé para un blog literario en España un texto inclasificable del libro Exorcismos de esti(l)o de Guillermo Cabrera Infante que reza así:

CANCIÓN CUBANA
¡Ay, José, así no se puede!
¡Ay, José, así no sé!
¡Ay, José, así no!
¡Ay, José, así!
¡Ay, José!
¡Ay!

Cercano a la poesía o a la canción pero este otro poema del escritor peruano Víctor Ruíz Velasco, me deja claro que el microrrelato mantiene una conversación estrecha con la poesía:

REFLEXIÓN SOBRE EL CIEGO AMOR
El día que María ordenó las cosas
de mi habitación
supe que todo había terminado.

En cuanto a la importancia del lenguaje en el microrrelato puedo decirte que es clave. No hay tiempo para el barroquismo aquí, no puede uno hacer descripciones salvo que en esas mismas esté el conflicto, como no hay lugar para extenderse o detenerse en ello, el lenguaje juega un papel clave. En un microrrelato no debe sobrar una sola palabra, mucho menos debe repetirse, debemos buscar la palabra que se ajuste a lo que queremos, lo cual no implica el preciosismo tanto como sí la precisión. Por mi parte, no suelo emplear palabras o términos rebuscados pero creo que eso no va en desmedro de la calidad del texto puesto que exige más trabajo estructural y estético. No sé si se entienda, pero lo que digo es que debemos sacarnos el estigma de que hacer microrrelatos es sencillo y que no cumple con normas o técnicas para desarrollarlos como el cuento, la poesía o la novela. Por otro lado, yo soy un mal lector de poesía, confieso mi deuda, es decir, no leo tanta como debiera. No voy a hablar aquí de la pésima poesía que escribí durante mi adolescencia, pues toda fue con fines de conquista amorosa y muchos de esos torpes intentos ni siquiera cumplieron el objetivo para el cual fueron concebidos. Leí, eso sí, mucha más poesía en la universidad, creo que cuando yo estaba en las aulas la ebullición era mayor, no sé si me equivoque pero si mal no recuerdo «Inmanencia» fue el último colectivo poético que tuvo fuerza y es de mis años de formación, luego no creo que se haya hablado tanto de otro. Hay sí, ahora, una mayor cantidad de congresos de poesía y recitales, pero hablamos de individualidades, es un medio más disperso que el narrativo. Celebro el ejemplo de la editorial Celacanto que no sólo publica poesía local (lo cual ya es un mérito, en un medio como este) sino que lo hacen con mero fin difusor ya que el íntegro de los ejemplares se regalan, inclusive acaban de publicar su primer libro de cuentos, bajo esta modalidad. Eso es algo que le hace bien al mercado y acerca la poesía a otro tipo de lectores.

¿Es el lector un personaje que te preocupe cuando escribes?
— No, en realidad, considero que no me preocupa tanto al momento de escribir, pero es cierto que uno escribe para un lector, que sea ese un lector ideal, creo que no es lo importante, nadie escribe textos para guardarlos en el cajón. Y esto está amarrado al ideal del escritor, si lo que uno quiere es escribir puede hacerlo sin publicar, puede escribir ahora en post de Facebook o en otro tipo de plataformas, ahora hay incluso portales donde uno puede subir lo que escribe por entregas, eso creo que ha reemplazado a los blogs de principios de la red, o llevar un diario o un anecdotario o escribir sus memorias, pero si lo que uno quiere es ser escritor tiene que escribir pensando que alguien lo va a leer y esto no tanto pensando en la trascendencia sino más bien en que ese alguien que lo va a leer tiene el derecho a replicar o cuestionar si así lo considera. Yo escribo para mí, esto puede sonar muy cándido, pero suelo leerme en voz alta y me ayuda, me funciona. Es decir que podría decirse que mi primer lector soy yo o alguien como yo. Esto es algo que ya habían tocado mucho los autores del Boom, a partir de sus lecturas existencialistas, recordemos al mismo Cortázar, político, en el Libro de Manuel, hablando de que él escribía para tender un puente legible y que el lector lo cruzaba al leerlo, pero que un puente solo será un puente siempre y cuando sea cruzado, por ende el escritor sólo tendría su confirmación como tal cuando el lector lo lee. Por otro lado, puedo hablarte de mi experiencia con lectores, es gratificante cuando los lectores, los que no conoces y que te han leído se te acercan y te comentan su lectura, más allá del hecho de que sea bueno o malo lo que te digan. No hablo de los lectores que uno tiene, sus primeros lectores, es decir, ese círculo que se puede cerrar entre tu mejor(es) amigo(s) o tu pareja a quienes le damos lo que escribimos con la férrea esperanza de que sean imparciales, aquellos que son capaces de decirte la verdad si es que lo que leen es pura mierda disfrazada de literatura. Uno siempre debe tener alguien en quien confía plenamente, si ese alguien es además su editor, sería genial, pero ese es el escenario ideal. Finalmente, puedo hablar de mi experiencia personal en talleres de narrativa, puesto que en ellos uno tiene un grupo variopinto de lectores con un feedback inmediato, cosa que no puede uno tener cuando escribe en su casa y envía a la editorial su manuscrito, ya que cuando te publican nadie va a venir a decirte apenas lo lea lo que piensa de tu libro, en los talleres todos los participantes te dicen lo que piensan después de la primera lectura y eso sirve de mucho porque tienes diversos tipos de lectores reunidos ahí concretamente para fines antropológicos literarios, es como un focus group sólo para tu texto.

Sé que tu nuevo proyecto llamado Una calma aparente saldrá pronto en Lima. Esta vez no apuestas por el microrrelato sino por el cuento largo. ¿A qué se debe este cambio?
— Efectivamente, se trata de mi primer libro de cuentos, Una calma aparente como bien mencionas. Es un proyecto que trabajé durante muchos años a la par de Almanaque, pero no es que me haya tomado muchos años la escritura y corrección del mismo sino que está ligado al tiempo que le he dedicado a los mismos, como ya dije durante mi matrimonio (poco más de 15 años) escribí muy esporádicamente y solo lo hice en talleres que tomé espaciados durante ese tiempo, así el proceso entre cuento y cuento tuvo su grado de maduración mayor al promedio. Hay por ello muchas versiones de algunos, pero los más recientes tienen ya sus años. Es un libro que quizá debí publicar mucho antes que Almanaque, entonces habría tenido otra recepción, o habría pasado desapercibido, quizá sea este el mejor momento para hacerlo. Lo que sí es seguro es que es un libro que no te va a dejar cómodo, son cuentos que cualquiera podría preguntarse al final de leerlos de qué es lo que me estoy perdiendo aquí, qué está pasando en el cuento. Si bien no es un libro temático, quise que fuera un libro estructural, que haya un hilo subrepticio. Algo que le dé unidad al libro. Creo que esa voz de la que hablábamos que está presente en mis primeros de microrrelatos puede sentirse madura también en Una calma aparente, lleva ese título además porque en mucho relatos uno podría pensar que no pasa nada, o que no hay mucha acción pero lo que sucede al interior de los personajes es tempestuoso, hay mucho pasándoles.

Lima-Maine, agosto de 2016

 

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Fotografía de Christian Solano: Rose Nicho



 

 

 

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