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Siempre nos quedará Hiroshima
El Toro de Hiroshima, de Antonio Ochoa. México: Manos de Hacha, 2016.

Por Carlos Villacorta



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"El: No viste nada en Hiroshima. Nada.
Ella: Lo vi todo. Todo"

Estas son las primeras líneas de la película Hiroshima, mon amour (1959) del cineasta francés Alain Resnais, con guión de la escritora Marguerite Duras. Partiendo de esa película, el poeta mexicano Antonio Ochoa se embarca en un viaje personal por la memoria, la imagen y la materia poética en su reciente libro El Toro de Hiroshima (Mangos de Hacha, 2016).

Existe en este poemario una necesidad de reproducir la memoria, aquel espacio donde el recuerdo que, siendo imagen, se convierte en palabra. De esta manera, los títulos, que son fragmentos de los diálogos de la película, enmarcan el espacio visual donde se inscribe el poema. Es decir, los títulos nos remiten al texto visual y narrativo del film mientras que en el poema se evoca el recuerdo personal del poeta. En este sentido, El Toro de Hiroshima recrea la experiencia de ver una película y lo que esto provoca en el espectador. Este detalle es significativo si recordamos la estructura de la película y, por supuesto, la poética cinemática de Alain Resnais. Por esto, mientras leemos el poemario recorremos también la historia de los amantes anónimos en la ciudad de Hiroshima.

En el caso del poemario, los recuerdos que se nos presentan no se arman usando una lógica de causa-efecto sino que, como en la vida real, estos emergen del mundo acuático y oscuro de nuestra memoria o, en palabras de Ochoa de “la ante-cámara de la imaginación”. El recuerdo se asemeja al despertar donde yacen “los higos frescos después de la lluvia” y donde los amantes comparten su intimidad: “tus / suspiros de madrugada entre las / manchitas de semen diminutos / bebés metálicos corriendo sobre tu / espalda rapeleando tus piernas ”.

Es así que se van apareciendo como fragmentos los espacios de la niñez, los años en México, en Cuernavaca o la casa en Coyoacán, el terremoto del año 1985 en la ciudad México, así como los años en la ciudad de Cambridge en Boston, Massachusetts. Estos recuerdos aparecen sin mayor marca o fechas dentro de los poemas del libro, evitando así construir una lógica histórica-lineal. Los recuerdos, parece decirnos Ochoa, no tienen esa estructura que imponen, por ejemplo, los libros de historia. La materia del recuerdo es poética en tanto emergen como visiones del pasado en un espacio y tiempo indefinido que puede ser tanto México, Estados Unidos, Francia o Japón. El espacio donde se inscribe es la página en blanco o el negro écran de una sala de cine.

Marguerite Duras se refirió a la película como una sobre la imposibilidad de hablar de Hiroshima. Pues, ¿qué es Hiroshima? Históricamente, la ciudad japonesa data del año 1859 con la construcción de su primer castillo feudal por el señor guerrero Mori Terumoto. Pero no es sino hasta el año 1945, el 6 de agosto específicamente, que pasaría al imaginario mundial debido al bombardeo atómico por parte de los Estados Unidos. Al menos 70  mil personas murieron instantáneamente y 70% de la ciudad fue destruida. Los análisis y testimonios sobre lo sucedido no tardaron en aparecer entre ellos el libro Hiroshima del periodista John Hersey y, por supuesto, la película Hiroshima Mon Amour del cineasta francés en 1959. En este último caso, la película se centra en la imposibilidad del amor entre un joven japonés y una francesa. Lo único que poseen son 36 horas para compartir los recuerdos, la culpa, el deseo y, las consecuencias de la guerra tanto para la joven en su vida en un pequeño pueblo francés (Nevers) como para las víctimas de la bomba nuclear en Japón. La experiencia de la guerra es la que los une, la pérdida y el encuentro amoroso los separa. ¿Qué se puede decir sobre Hiroshima? Duras propone aquello que aparece brumoso desde la memoria: el pasado en Nevers, en Hiroshima, el presente efímero que renueva el amor.

Esto no es muy diferente de la propuesta de Ochoa en su poemario pues de la memoria emerge también un animal que recorre los versos del poeta mexicano. Asociado tradicionalmente con la fertilidad, el toro se vuelve presencia como consecuencia del recuerdo. Es el toro que aparece repentinamente en una calle (p. 12), en los sueños (55) o en ese espacio entre Hiroshima y Nevers, o entre Coyoacán y Cambridge, porque el toro no es otro que la poesía materializada, es decir vuelta objeto u animal en este caso: “Basho es un toro negro solo en el camino oliendo manzanillas y canela”. La alusión al famoso poeta japonés, maestro del haiku, nos remite, otra vez, a la poética del recuerdo no solo como sueño sino como revelación. “La imagen del toro me vino en un sueño” afirma Ochoa en la nota final del libro. ¿Es verdadero este toro? ¿Trae algún mensaje? Es imposible afirmarlo o negarlo, y solo queda el espacio evocado en busca de otro nombre:

“Y en tu nombre Hiroshima
entre cenizas que
bajan lento
por
escalones que no llegan a ningún piso
tu nombre que
abierto
entre los dos
el nombre tu nombre asintiendo al indicio
de las calles cerca del amanecer caminaste
junto al río cruzaste puentes repitiendo
uno a uno todos
mis nombres—aun los que no te había dicho todavía”

Ochoa encuentra un camino de escritura que se aleja de la poesía neobarroca y lo acerca a poetas como el sueco Tomas Tranströmer con el fin de producir una sensación de extrañamiento en el lector. ¿Es posible reconocerse en los recuerdos? Parece preguntarse el mexicano. ¿Son estos recuerdos incluso verdaderos? ¿Sucedieron? Afortunadamente, no es necesaria una respuesta puesto que de la misma materia de la que está hecha la memoria y los recuerdos, está hecha la poesía de Ochoa.

Carlos Villacorta*
University of Maine
Bangor, Maine, 10 de diciembre del 2016

(*) Ha publicado la novela Alicia, esto es el capitalismo (2014), y los poemarios el grito (2001), Tríptico (2003) y Ciudad Satélite (2007). Así mismo co-editado la Antología Binacional de Cuento / Poesía Perú-Ecuador 1998-2008 (Perú, 2009) y Los relojes se han roto: Antología de poesía peruana de los noventa (México, 2005). Actualmente, trabaja como profesor de Literatura Latinoamericana en University of Maine.


 

 

 

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