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Notas de un lector enamorado
[en torno a ‘El otro tiempo’ de Daniela Acosta]
Por Matías Fuentes Aguirre
Publicado en http://www.quieropuroleer.cl/ 23 de junio de 2017
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‘El otro tiempo’ (La calabaza del diablo, 2016), ópera prima de Daniela Acosta, se nos presenta como una novela fragmentaria que funciona como diario de vida y bitácora de la experiencia de su protagonista en Buenos Aires. En ella, se conjugan anécdotas y reflexiones en un escenario cotidiano de espontánea naturalidad.
Lo anterior, podría constituir un pie forzado para hablar de todas las pajas teóricas específicas de la academia diciendo, por ejemplo, que la obra, a nivel de estructura, se enmarca en un formato ya conocido y sobreexplotado como lo es el epistolar (aunque 2.0, dado que específicamente son e-mails); que, 
asimismo, el lector podría hacer referencia a otra novela un poco anterior y de factura similar (narrativa de mujeres confesional autoficcional, si es por ponerle un tag) como lo es ‘Oro’ de Ileana Elordi (Libros del Pez Espiral, 2013), aunque con menos pretensión y juego de realidad, porque en esta última, casi todos los correos electrónicos eran borradores no enviados; y, por último, llenar este texto con conceptos inasibles y engrupimientos solipsistas que aquí, realmente, no me interesa mucho hacer, porque si es por encontrar flancos, siempre se puede, sobre todo en lo que respecta a la creación. Ahora, sin ánimo de ponerse posverdadero, uno podría cuestionarse como reacción a lo anteriormente expuesto: ¿dónde queda el valor de la experiencia emocional a partir de la lectura de dicha creación?
Lo que inmediatamente hago al cerrar la novela de Acosta, es pensar en Wittgenstein y en su concepción de realidad a partir del lenguaje. El parafraseo (chanta) sería algo así como que la “realidad”, no es nada más que una figuración particular del pensamiento a partir de un sistema imperfecto, como lo es el lenguaje. En otras palabras, la realidad accesible sería algo así como una aproximación al todo, “la verdad”, que es inaccesible, inabarcable e inasible por la limitación de nuestros sentidos y pensamiento; y, por ende, de nuestro lenguaje. ¿Y cuál sería “la realidad” particular y la “verdad” luego de la lectura de una novela como esta?
Toda esta “pegá de truco”, no es más que para hacer frente a la frustración como lector, de que la protagonista de la novela no exista: que “la realidad” que figuraba esta novela a partir de su personaje principal (innominada, más encima) no era “verdad”; a pesar de que por momentos se sintiera, se creyese tal.
Y es que ese cliché de que “el lenguaje crea realidad”, se hace patente a partir de la lectura de esta intimidad, que va desde lo más nimio hasta la más profundo de esta mujer sin nombre a la que (creemos) llegamos a conocer totalmente, porque su lectura te envuelve en los pequeños detalles del día a día y que configuran su personalidad: imágenes, sensaciones, recuerdos vagos; como los que tienes de tu primera polola. Como si sus anécdotas, sus juegos de palabras y tallas internas, sus miedos, alegrías y penas, te acompañasen siempre, te persiguieran. Que, a pesar de los años, aquella remembranza amorosa siguiera presente y se transformara en una especie fuente de motivación y de inspiración; aunque no sin su cuota de dolor, por supuesto, porque su enfrentamiento permanente te lleva meditar el porqué ya no están juntos. Y entonces, te das cuenta que no la has podido superar, que no la quieres superar y la aceptas con lo bueno y lo malo porque todo eso ya es parte de ti. Pero, ¿qué será de ella? ¿Sabrá lo que significa realmente para ti?
En fin, doy punto final a esta lectura personal, muy subjetiva y aleatoria. Canta Santiago Motorizado y, en mis oídos resuena, “Ahora soy mejor, te juro soy mejor”. Espero ser digno también, algún día.
