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Las otras cartas
«El otro tiempo» de Daniela Acosta. Libros la Calabaza del Diablo 2016
Por María Paz Rodríguez
Publicada en revista La Panera N°84, julio de 2017
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El género epistolar es uno que se usó durante siglos, cuando no había otro modo de comunicar ciertas cosas. Ya sea por la distancia o por la intimidad que contiene una carta, en otras épocas se acostumbraba enviarlas; compartir, de cierto modo, el tiempo a la distancia. Existe mucha literatura que recurre a este formato justamente para rescatar el espíritu de estos textos, y muchos libros publicados con la correspondencia de escritores y artistas importantes. Hoy quisiera contarles mi experiencia leyendo «El otro tiempo», de Daniela Acosta (Santiago, 1982).
La historia es simple. Dos amigas, un viaje, cambios y más cambios. La amiga que se va es la que escribe y cuenta a la otra eso que le va pasando en la lejanía de una ciudad que podría ser Buenos Aires, Montevideo, Barcelona. La otra amiga, la que recibe, enmudece, tal vez por falta de interés. Tal vez porque está sumida en sus rutinas; en su propia sobrevivencia a la adultez. Con un ritmo acompasado, al principio más tímido, más inocente si se quiere, la narradora describe sus procesos y las decisiones que toma a medida que se va encontrando con gente; que empieza proyectos; que se cambia de trabajo; que conoce a tal y cual persona. La chica está buscando algo, es claro. Lo reconocemos, pero ella no lo entiende, se confunde, duda de sus propias sensaciones y se reconoce en el constante extrañamiento que da la lejanía. Sin embargo –y no se confundan–, esta es una novela disfrazada de cartas, o de mails en este caso.
Y será la fragilidad de lo íntimo lo que nos conmueva de «El otro tiempo». La fragilidad de esas amistades tan profundas, de años, en que una amiga sabe todo de la otra hasta que, de pronto, algo se quiebra. Algo se silencia, muta, se apaga y es imposible reconstruirla –la amistad, digo. Pienso que ese es el tono de esta historia. Una amiga que está descubriendo todo sobre sí misma y que al intentar comunicárselo a la otra, sólo obtiene un silencio que no es capaz de entender ni contener nada. En este sentido, la estética que compone Acosta es una llena de personajes que ella vuelve a renombrar en su mundito privado, lleno de trabajos de media jornada en call centers, de fiestas llenas de artistas y escritores, de locales atendidos por inmigrantes, para así vivir una vida que en el lugar de origen se le hace imposible a la protagonista. Es el mundo de los extranjeros y de la extranjería para encontrar lo propio. De este modo, creo, el viaje es interno y hay una redención con lo que se perdió y con lo que se obtiene de la experiencia; hay una madurez de lo que se aprende en la lejanía. Por lo menos para mí, este texto juega –y jugó– a ser un espejo en el que, a ratos, me fui leyendo, pues se nos hace cercano; entrañable hasta cierto punto, y por eso recomiendo que lo busquen y lo lean. Lo pueden encontrar en las librerías Catalonia, Lolita, Altamira, Takk, Qué Leo del forestal, de Pedro de Valdivia, y otras.