Proyecto Patrimonio - 2013 | index | Autores |


 



 

 

 

¿Es el lenguaje evanescente?

Por Diego Alegría C.




.. .. .. .. .. .

El hablante lírico del poema The small cabin de Margaret Atwood, señala no haber presenciado el incendio de la casa donde vivió su juventud. Por lo que cada vez que visitaba el lugar, la casa comenzaba a incendiarse en su mente, dejando de lado el recuerdo de la lluvia sobre el lago, que contemplaba años atrás desde la vivienda. Al final del poema, el hablante lírico señala: “Where did the house go? // Where do the words go / when we have said them?” (Atwood, 1987: 116). Ambas preguntas relacionan la destrucción de la casa con la evanescencia del lenguaje. Sin embargo, casa y lenguaje permanecen en la memoria de sus habitantes y de sus hablantes.

En el capítulo “El puesto del hombre en la naturaleza” del Curso de lingüística moderna, Charles Hockett, lingüista estadounidense de la escuela distribucionalista, señala que el lenguaje oral humano, del cual me referiré a lo largo del ensayo, tiene quince propiedades básicas que lo diferencian de los sistemas de comunicación de los animales. Entre ellas, sólo tres propiedades servirán para encontrar y desarrollar la respuesta a la pregunta de este ensayo: ¿es el lenguaje evanescente?

La primera propiedad, llamada Vía vocal-auditiva, indica que las señales emitidas en el lenguaje, consisten íntegramente en pautas de sonido, producidas por movimientos del aparato respiratorio y del sector superior del digestivo. Las señales se reciben por intermedio de los oídos. La segunda propiedad, llamada Transmisión irradiada y recepción dirigida, indica que “todo órgano o aparato receptor que se encuentre a distancia apropiada detectará la señal emitida por un hablante” (Hockett, 1971: 554). Al mismo tiempo, la audición suele estar orientada respecto de la localización de la fuente sonora. Finalmente, la tercera propiedad, llamada Fading rápido y relacionada más profundamente con la pregunta de nuestro ensayo, indica que “las señales son evanescentes, y a menos de ser captadas en el momento justo se pierden en forma irrecuperable” (Hockett, 1971: 554). Las dos últimas propiedades (Transmisión irradiada y recepción referida, y Fading rápido) son dependientes de la Vía vocal-auditiva, por cuanto “son una consecuencia necesaria de la naturaleza del mismo sonido” (Hockett, 1971: 555).

Se dice, entonces, que el lenguaje tiene un carácter evanescente. Sin embargo, a partir de esta afirmación, uno se puede preguntar si todo el lenguaje es evanescente. En las definiciones anteriores sobre Vía vocal-auditiva, Transmisión irradiada y recepción referida, y Fading rápido, se habla de las señales emitidas, es decir, del plano de la forma, excluyendo el plano del contenido. De esta manera, se puede desprender que el sonido no es todo el lenguaje, sino sólo una de sus partes.

Ahora bien, cuando el hablante dice “Buenos días” para iniciar una conversación, el oyente puede, durante o después de la actividad comunicativa, recordar y saber que dicha señal emitida anteriormente tiene una determinada intencionalidad por parte del hablante y que corresponde a un saludo. Y si se habla de recordar dicha señal, entonces, se implica dentro del proceso comunicativo a la memoria, la cual almacena las señales emitidas para su posible utilización posterior en determinados contextos situacionales. Es decir, el lenguaje se construye, paradójicamente, desde la permanencia del sonido, a pesar de ser éste una señal que desaparece físicamente en el momento de ser emitida.

Sin embargo, si el ejemplo anterior involucra la conversación, ¿en qué otro contexto situacional o tipo de discurso se puede decir que el lenguaje no es en su totalidad evanescente? Si se piensa en el vocabulario patrimonial de una lengua, cada una de las piezas léxicas que lo componen ha permanecido en la memoria de los hablantes de esa lengua, desde el momento en que uno de ellos fue el primero en emitir una palabra determinada hasta que el oyente de esa emisión la utilizó nuevamente, después de haber almacenado en la memoria la señal emitida, y así sucesivamente. Por lo tanto, si constantemente los hablantes no estuviesen recordando dichos sonidos y sus asociaciones con un significado, difícilmente podrían conservar y configurar el vocabulario patrimonial de una lengua en específico. Se estaría en constante proceso de creación de nuevas piezas léxicas, lo que implicaría una dificultad en la comunicación, donde ambos interlocutores, a través de un lenguaje que se construye y renueva en cada instante, intentarían llevar a término el proceso comunicativo.

Entonces, ¿qué permite la permanencia del sonido en el lenguaje, a pesar de ser éste una señal físicamente evanescente? La respuesta se encuentra, como se ha mencionado a lo largo del ensayo, en la memoria y en el hábito cultural de almacenar las señales emitidas. Y es a partir de ese hábito cultural, desde el cual es posible explicar la arbitrariedad del lenguaje, es decir, la no existencia de una relación natural entre significado y significante. Dicha relación se establece por medio de un acuerdo entre los hablantes, es decir, por medio de una convención. El lenguaje, entonces, se construye a partir de hábitos culturales aprendidos por los hablantes, a través de la Transmisión cultural y/o tradicional.

Por un lado, si el lenguaje fuese evanescente, los hábitos culturales estarían rehaciéndose en cada proceso comunicativo. Por consiguiente, el lenguaje, como herramienta que crea y recrea realidades, estaría construyendo y no actualizando a la comunidad. Al mismo tiempo, no sería un producto ni una práctica de la cultura, ya que toda cultura se construye desde ciertos órdenes y patrones que se manifiestan en la praxis cotidiana de dicha comunidad. Por otro lado, si el lenguaje fuese evanescente, el lingüista no podría determinar ni asir su objeto de estudio, por cuanto estaría en constante proceso de cambio y creación.

Cada vez que un hablante emite una palabra en un tiempo y lugar determinados, éste se relaciona con el primer hablante que emitió dicha palabra, la cual fue almacenada por la memoria del oyente, y con las generaciones anteriores, quienes han ayudado a transmitir y aprender la relación entre significante y significado de dicha palabra. El último hablante reproduce, entonces, el eco de la primera señal emitida por el primer hablante, con la diferencia de que es otro tiempo y otro lugar. De esa forma, el último hablante le da vida a la memoria de las generaciones precedentes, demostrando la permanencia del lenguaje, enmarcado en un periodo de tiempo determinado por la memoria de los hablantes y su capacidad de almacenamiento.

A lo largo del ensayo, se ha comprobado cómo la tercera propiedad del lenguaje (Fading rápido), establecida por Charles Hockett, se relaciona con el carácter evanescente del sonido, pero no con el lenguaje mismo, por cuanto está compuesto, a su vez, del plano del contenido, el cual fue descartado por los distribucionalistas norteamericanos al tener una perspectiva conductista del análisis lingüístico. Al mismo tiempo, la memoria y los hábitos culturales permiten configurar el lenguaje y su valor como herramienta comunicativa. Esto se explica a través de la existencia de un vocabulario patrimonial, de una Transmisión cultural y/o tradicional, y del uso de expresiones lingüísticas convencionales para la conversación.

Finalmente, estas conclusiones se vinculan con el poema The small cabin de Margaret Atwood, señalado al comienzo del ensayo. La autora construye su poema mediante la relación entre la casa incendiada y el lenguaje, argumentando intuitiva y poéticamente que la memoria es el actor que almacena y hace permanente la finitud de la casa y la evanescencia del lenguaje.

Noviembre y Diciembre del año 2013


* * *  

Referencias bibliográficas

1) Atwood, Margaret, (1987). Selected poems 1965-1975. 1º edición. Massachusetts: Houghton Mifflin Company.
2) Hockett, Charles, (1971). Curso de lingüística moderna. 4th ed. Argentina: Editorial Universitaria de Buenos Aires. Págs 545-576.
3) Hockett, Charles (1960). The origin of speech. [en línea]
<http://www.columbia.edu/~rmk7/HC/HC_Readings/Hockett.pdf> [consulta: 30 Noviembre 13].

 

 

* * *

Diego Alegría Corona (Santiago, 1994) es estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura Inglesas, de la Universidad de Chile. Su trabajo poético ha sido reconocido en diversos concursos literarios, como Clínica Literaria (2010), organizado por Poesía al Cielo Abierto; primer lugar en el 20º concurso Escritores para Chile (2011), categoría poesía; mención honrosa en el Concurso de Poesía Taller Greda Azul, de la Sociedad de Escritores de Chile (2012); segundo lugar, categoría poesía, en el 7º Concurso de Literatura Creativa (2012), de la Municipalidad de Providencia; y Premio Municipal Juegos Florales Gabriela Mistral del año 2012, con su poemario Raíz abierta. Ha participado en el Taller Intensivo de Poesía (2012) y Taller Ópera Prima (2012), teniendo como profesor a Raúl Hernández en ambos talleres. Ha publicado poemas y ensayos en revistas electrónicas como Colectivo Río Negro y Lakúma-Pusáki. Ha realizado lecturas en La Furia del libro (2012), El polideportivo de las artes (2013), La fiesta del libro (2013), evento organizado por la Cámara Chilena del libro y la Municipalidad de Santiago, y Registro de Lecturas (2013), evento organizado por la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales. Participó como expositor en las Terceras Jornadas de Literatura General y Comparada (2013) y en las Primeras Jornadas de Lingüística y Literatura Inglesas (2013), organizadas por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, con la ponencia “Escenas de Londres de Virginia Woolf: la experiencia individual y la experiencia común”.



 



 

Proyecto Patrimonio— Año 2013 
A Página Principal
| A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
¿Es el lenguaje evanescente?.
Por Diego Alegría C.