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Diego Alfaro Palma (foto: EnManada Producciones)
El nido de Tordo
Entrevista a Diego Alfaro Palma
Por Fernando Correa Navarro
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Desde hace un tiempo que estaba con la idea de entrevistar a Diego Alfaro Palma. Había tenido oportunidad de leer los borradores de ‘Tordo’ y me parecía que había algo con mucha fuerza entre sus líneas. Diego había dedicado mucho trabajo a cortar, pegar y relacionar esos borradores. De cierta manera, los primeros aleteos de ‘Tordo’ comenzaron a principios del 2013: un adelanto de la primera parte por la editorial independiente Limache250 en Buenos Aires –donde también tradujo parcialmente el libro de Ted Hughes ‘Poetry in the making’– y la mención honrosa del Premio Eduardo Anguita. A finales del año 2014, junto a Lucas Costa, corrigieron y editaron la versión completa aparecida por editorial Cuneta este año. Tordo quedó concebido en dos partes, separadas por la fotografía de un escampado ruinoso y nevado. Algo de esa imagen nos da pie para entrar a la segunda parte. Pareciera ser una derrota y lo es, pero esa derrota es ciertamente una victoria.
Después de sentarme con él, una de las primeras noches de otoño de Buenos Aires, me contó que todo venía de muchos más años atrás. ‘Tordo’ es la destilación de una persona y un lugar, de lo que la poesía debería ser capaz de abordar.
En el departamento que alquila con su novia sobre la calle Bonpland, habló de su oficio, de su proceso creativo, de la ciudad, de las experiencias que lo hicieron encontrar la voz que levantó su vuelo.
Suena Jimi Hendrix y una botella de pisco reservado del norte de Chile se destapa. Mientras esperábamos que la cena se horneara, Diego Alfaro Palma busca los hielos y las palabras.
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“El que firma el libro es una persona muy parecida y cercana a la que soy yo. De cierta forma, compartimos cierta geografía, cierta musculatura, concepción del tiempo con el que firmó en específico ese libro.
Uno es al menos treinta y cinco personas. O dieciséis para salvar al mundo.
A mí me parece que cada uno –un libro– es una persona diferente. Así como Fernando Pessoa exploró la particularidad de la máscara, de todas las posibilidades que uno podía ser en una vida, me parece que en esa etapa de Tordo, ese Diego Alfaro Palma, es un ser un tanto atormentado por condiciones de vida, políticas, sociales, personales, históricas, que tenía que dejar en claro. Ese Diego Alfaro Palma es alguien que está limpiando una ventana sucia de años. Porque también uno es como una capa geológica. Uno es ‘capas’ de ser humano que ha sido y ha dejado de ser y esas capas vuelven a la superficie.
En cierto momento las puedes ver en perspectiva.”
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“La primera pregunta que yo tuve cuando me puse a escribir fue la voz. Qué es una voz. Y cómo una voz en particular difiere de otra. Ese siempre fue y siempre ha sido mi cuestión.
Cómo articular un tipo de discurso, un tipo de ordenamiento del lenguaje. Un tipo de gramática personal, que me defina hasta en lo inconsciente.”
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“No podemos salir de la ciudad. Estamos destinados, en esta época, a la ciudad. Es la época de las ciudades. Y de cómo también surgen otras ciudades, que no son barrios, que son ciudades dentro de otras. Las ciudades sin nombre, donde viven todos los que no están protegidos por la ley y de algunos que no quieren ser protegidos. Y ahí también, hay otras leyes del lenguaje, el lenguaje surge de otra forma, desde una manera más violenta –por cosas de clase, por cosas históricas–. Y eso es lo que también me interesó en el libro. La manera de hacerme cargo de eso.
Cómo con mi voz, que estaba formando, podía entrar en esos otros lenguajes sin apoderármelos. Sin ‘empoderármelos”
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“Si no estás en el más puro estadio de la sinceridad, no puedes hacer esa voz que quieres. Y a mí me parece que esa es la gran pregunta del arte: cómo ser incluso sincero con un desconocido. Cómo hacer una voz que te parezca confidente, donde te veas a ti mismo y que también estés viendo ciertas cosas que has podido conjeturar o pensar de lo que ocurre alrededor tuyo.”
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“Qué es lo que tenemos que decir, por qué lo queremos decir y qué sentido tiene que lo digamos. Porque si no uno dice cualquier cosa.”
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“Para escribir toda la primera parte, me demoré tres a cuatro años. Fue salir del lenguaje de ‘Paseantes’, que ya no me interesaba, y tratar de trabajar con otras fórmulas, como la poesía en prosa que siempre me ha gustado, y en cierta forma, simbolizar, metaforizar, hacer una elipsis de esos temas que a mi me interesaban como la guerra, que la veo como algo de todos los días, interiorizada. La forma en que a veces vivimos, que llevamos en las ciudades grandes, tiene que ver un poco también con la guerra, introyectada. O por ejemplo también, la memoria popular, la memoria colectiva, que eran temas que a mí me interesaban y que los fui tratando; la ciencia, cómo entendemos nuestra propia naturaleza a partir de las teorías físicas que existen, cómo atendemos la realidad. Cómo esa memoria también es parte de cómo entendemos los procesos de luz, el proceso del tiempo.”
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“El primer intento de hacer la segunda parte estaba construida por imágenes, no eran palabras. Yo sumé una serie de imágenes que había visto, que sugerían y las tenía en un archivo y las iba mirando y las iba ordenando y entendí que el poema no tenía que ser con palabras sino tenía que ser con imágenes o con sonidos –y en un momento–, exploré un poco la psicodelia, ciertos tipos de música contemporánea, la poesía de John Ashbery, la poesía de Olson, de Gonzalo Millán –de ciertos poetas que trabajan con la simultaneidad–.”
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“Como estoy trabajando con una cosa mitológica, que es el Tordo –es la realidad mitológica del Tordo– y poner al Tordo en toda la primera parte, en su naturaleza mitológica, como un cuidador, esa voz que está observando y que está en una situación de crisis –porque no puede cuidar–. El mismo Tordo está ahí, paseándose en los bares y vestido de uniforme.
Y todas esas imágenes, todos esos símbolos y todas esas metáforas, me sirvieron para después explotar en la segunda parte. Esa fue una exploración hacia una voz de un yo, que es algo que personalmente, no había explorado mucho. Y bueno, ahora todo esto lo dije de una forma, digamos, armé este nido, ahora el Tordo vuela, el Tordo aparece. El Tordo está ahí presente.
Y es un ritmo, es un trance. Si la oscuridad está planteada en la primera parte, en la segunda, la oscuridad es el tono.”
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“La forma en que se mueve una ciudad, la forma en que se mueve un ciudadano en una ciudad grande es de la simultaneidad. Todo el tiempo está siendo acosado voluntariamente por cientos de mensajes –hay cientos de lenguajes atravesando–. El lenguaje corporativo que te envuelve todo el tiempo, el lenguaje político todo el tiempo, el lenguaje demagógico dándote vuelta, el lenguaje sexual, hay un sin número de formas que están vibrando ahí y que en un momento, uno dice ‘claro’, la poesía tiene que entrar en ese juego.”
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“Uno también está atravesado por esa realidad de vivir en una ciudad y que también lo pongo en cuestión con mi origen, digamos de vivir en un lugar semi rural y ahí preguntarme, bueno, cómo fui criado, cómo todo esto entra en conflicto, cómo hay una religión, cómo hay una historia política en mi familia, en todas las familias, y en ‘eso’, tratar de dar esa verdad, ese brillo de belleza. Solamente trabajando lo más verdadero que puedes decir –lo más real que puedes decir y que para un poeta es muy difícil–, porque para un poeta decir la verdad es muy difícil.”
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“Por eso está esa foto también. La foto del bosque, es muy señera, porque da cuenta de una generación, yo podría decir que esa foto de Nicolás Morrison es, dos puntos, mi generación.
Todos esos lenguajes nos pasaron por arriba y a Chile lo trataron de construir de una determinada manera. O sea, con un lenguaje del exitismo, un lenguaje, digamos, de un empoderamiento –con todo–, y de repente, eso no era así, todo ese lenguaje neoliberal está en caos.”