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“Litoral Central” de Diego Alfaro: Caminar por la orilla de la infancia
Por Nicolás Meneses
Publicado en http://www.eldesconcierto.cl/ 23 de febrero de 2018
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Publicado paralelamente en Argentina y presentado hace poco en Chile por Libros del Pez Espiral (en una edición, como caracteriza a la editorial santiaguina, personalizada, cuidada y fina: pensada para un lector que se detiene, devuelve y saltea páginas) llega el tercer libro de Diego Alfaro (Limache, 1984). Lugar específico de veraneo para muchos capitalinos, ese es el escenario donde se sitúan gran parte de los poemas del libro, cuya constante es el viaje a la memoria de infancia como un gran almacén de recuerdos desordenados.
“Las plantas medicinales en las que confiamos serán reemplazadas / ni melisa manzanilla o cedrón / quedan fuera para cuando el agua hierva y el cuerpo estabilice” (11). Los primeros tres versos del poema “Especiero” introducen de golpe ese mundo silvestre que antaño se constituía como la alternativa a las pequeñas dolencias. Y así se pueden leer gran parte de estos poemas: una maceración de distintos ingredientes recolectados en el bosque de los recuerdos infantiles, trazando líneas que integran esas imágenes al presente. Un libro en retrospectiva, de un adulto mirando la espesura y esos territorios inundados a los cuales la escritura puede acceder.
La infancia del hablante de Litoral Central se aleja de la pirotecnia y la sobreestimulación televisiva. Se mete en el problema de las distancias, los espacios abiertos, las relaciones tejidas en los primeros años a pulso, pero en un doble movimiento, uno que aterriza en un presente que pregunta, pasando del tiempo del niño al del adulto: “nos vamos moviendo de un cuerpo a otro a la espera de esa misma forma / estudiar años para hacer el personaje del hijo ver desatarse las cintas un trozo de torta y un sueldo a fin de mes” (16). Todo esto unido al paisaje: el mar, la playa, la arena y la vaguada costera que empapa con una sensación de nostalgia el breve transitar entre las olas de la orilla.
La escritura de estos poemas se abre como un baúl lleno de polvo. Va coleccionando y superponiendo de manera sutil recuerdos, estampas, imágenes, reflexiones puestas en vitrina. Se asume el tiempo que oxida y ataca, desocupa y enmohece, como se lee en el poema “Naufrague”: “la costa en este instante con el viento en erosión / y si de algo sirve escribir un libro será para enfrentarse / los oídos podrán estar llenos de arena y aquí no hay sensibilidad fina / el arte no es un remedio ni podrás salvar a ninguno si eso buscas” (35). Es la vida que dejamos de mirar y que la escritura embotella en un mensaje preñado de detalles, sensaciones y afectos que reconstruyen ciertos vínculos con los lugares.
Litoral Central logra situarnos en un terreno donde prima la confianza en el pasado, no tanto por su lograda evocación de la infancia, sino por ese anclaje que se logra en el hablante que es una suma de recuerdos y deseos. Recibe con naturalidad un movimiento caótico de remembranzas y las une con vivencias del presente que se tornan confusas y esquivas: “nadie espera nada en el mar solo servir al movimiento de sus engranajes / es otro idioma traducible a media sombra mirando sin pensar / chitones se hacen bolita y se esconden en la espuma / grande es el corazón de la mujer que los toma y los vuelve a su lugar” (43). Diego Alfaro nos invita a un paseo al que como lectores no podemos dejar de asistir: un viaje a la playa donde, como expresa el último poema del libro, “la temporada no comienza hasta que la feria se instala”.